8 Sep 2015 | Sin categorizar
La presentación de este volumen redactado conjuntamente entre el Instituto Pablo VI y el Centro Chiara Lubich y publicado por Ediciones Studium, tendrá lugar en el Centro Mariápolis de Castel Gandolfo calle S.G.Battista de La Salle, el próximo 27 de septiembre. La fecha fue elegida porque está cerca de la fiesta del beato Pablo VI (que se celebra el 26 de septiembre). El programa se articulará en dos momentos. Después del saludo de María Voce – Presidente del Movimiento de los Focolares- y del Padre Angelo Maffeis – Presidente del Instituto Pablo VI- se realizará una mesa redonda con Mons. Vincenzo Zani, secretario de la Congregación para la Educación Católica, la Dra. Giulia Paola Di Nicola y Mons. Marcello Semeraro, obispo de Albano Laziale. El moderador será Alessando De Carolis. Proseguirá un concierto de música de Frederick Chopin interpretada al piano por el Padre Carlo José Seno, titulado «Abierto al mundo». Meditación en música sobre la vida del beato Pablo VI.
7 Sep 2015 | Sin categorizar
«Desde hace más de tres meses hago una pasantía en Hematoncología pediátrica, una unidad en la cual nunca se sabe si los pacientes que hoy atiendes, los podrás encontrar mañana. No es para nada fácil vivir en continuo contacto con el dolor de los inocentes, a tal punto que se pone constantemente a prueba la elección de estudiar Enfermería Pediátrica. El primer día siento que estoy dispuesto a todo. Pero, apenas llego a la unidad de oncología, me presentan a una niña maravillosa. Tiene un tumor maligno, uno de los peores, en estado terminal. No tengo la más pálida idea de cómo enfrentar este tema. Nunca como en este momento me siento tan inútil e incapaz, convencido de no poder hacer nada bueno por ella. Hay también otros niños en la unidad, y la jornada parece pasar rápidamente, pero cada vez que entro a la habitación de esa niña siento la misma sensación de impotencia y de incapacidad. Llegan las dos de la tarde, la hora de terminar el turno. No puedo irme sin haber hecho algo por ella. Pero, ¿qué hacer? Tratando de poner en práctica la espiritualidad de la unidad, varias veces había experimentado que en el amor lo que vale es amar. Que no es necesario realizar gestos pomposos; que basta con comenzar por una pequeña cosa, sin tener grandes pretensiones. Pero todo lo que puedo hacer por esa niña ya lo he hecho. ¿Por qué siento que tengo que hacer algo más? De mañana, entrando en el hospital, había visto una pequeña capilla. Tal vez, intuyo, amar a esa niña significa rezar por ella. Me siento en uno de los últimos bancos, pero no sé cómo ni qué pedir para ella. Me quedo allí, en silencio, con un gran dolor en el corazón que me oprime. Y poco a poco siento que Jesús toma sobre sí mismo todo mi sufrimiento. Con el corazón libre ahora puedo confiarle a Él a la niña y luego ir nuevamente a saludarla a ella y a la mamá para demostrarles mi cercanía y expresarles que comparto con ellas ese dolor. Desde entonces sigo yendo a menudo a esa capilla. Y allí encuentro la luz para enfrentar, y también comprender un poquito el misterio del dolor inocente, que se presenta con tanta frecuencia. Y es en Jesús crucificado y resucitado que encuentro la fuerza y la actitud justa para acercarme a los niños y a sus familiares. A menudo no me doy cuenta de lo que puedo hacer por ellos, pero luego la respuesta llega siempre puntualmente. Un día internan a una niña de 10 años que había pasado ya por varios hospitales. Se sospecha que tiene una grave enfermedad en la sangre. Por los análisis se confirma la enfermedad y el diagnóstico cae encima de ella y de su madre como un mazazo dejándolas sin esperanza. Siento la importancia de estar cerca de ellas, de ensimismarme con su situación, ayudándolas como puedo, también a costa de permanecer algunas horas más en el hospital. Durante el día no puedo hacer mucho, pero cuando tengo un momento libre de los otros compromisos del hospital, voy a su habitación, para escuchar a la madre y darle tranquilidad, y también para distraer a la niña. Y cada vez veo en sus ojos un velo de serenidad que antes no existía, un indicio de esperanza al enfrentar la difícil prueba que les espera. Y es así en muchas otras situaciones. Aprovecho cada ocasión para estar un poco más con “mis” niños, no sólo para administrarles su terapia, sino para verlos sonreír y enfrentar con un poco más de serenidad su difícil camino».
6 Sep 2015 | Sin categorizar
El pasado mes de abril se descubrió una enorme estafa y daños al Estado por parte de funcionarios del Servicio de la Administración Tributaria (SAT) vinculados con las altas esferas de la política. La estrecha colaboración entre el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad de Guatemala (CICIG), ha permitido llevar a juicio por corrupción a decenas de personas implicadas. Entre las más conocidas se encuentra la Vicepresidente. Esto ha provocado en los ciudadanos una ola de indignación nunca vista en los últimos 60 años, que ha ido creciendo. Coincidió con estos acontecimientos el encuentro de Raúl y Cecilia Di Lascio, argentinos, con la comunidad de los Focolares, el pasado 22-23 de agosto. El primero es arquitecto y empresario de la Economía de Comunión, la segunda, es miembro de la comisión internacional del Movimiento Político por la Unidad. Junto con ellos se reflexionó sobre los grandes temas de la economía y la política a la luz del carisma de la unidad. Encontrarse en el marco de esta efervescencia inédita, hizo que los momentos de intercambio entre ciudadanos de todas las edades sobre temas políticos, fuera una posibilidad de apertura a este ambiente, mal visto por lo general. Se puso de relieve la visión de Chiara Lubich como la presentó cuando fundó el Movimiento Político por la Unidad: los grandes valores que la acción política manifiesta cuando se vive como un servicio, orientada al bien común ya sea en un cargo público o en la actividad cotidiana de cada ciudadano. Mirar a la política desde la óptica de la fraternidad, suscitó actitudes valientes y el compromiso en las relaciones sociales, llenó de esperanza a los participantes, gracias al intercambio de iniciativas que están en curso en varias partes del mundo. Los días sucesivos al encuentro, la sociedad guatemalteca se autoconvocó para nuevas protestas masivas. Pedían la renuncia del Presidente –solicitada también por la iglesia católica y por varias iglesias cristianas – después de los vínculos emergidos con la corrupción. Muchas empresas, escuelas, universidades, interrumpieron las actividades para favorecer la participación, y también el Centro Mariápolis y el Colegio Fiore se sumaron. La concentración de la gente en el “Parque Central” de Guatemala fue masiva: más de 100 mil personas se reunieron a lo largo de la jornada. «Se siente que en el corazón de Guatemala hay un vacío por llenar. Debemos unirnos para lograr este cambio», dice Willy. Es de valorar el hecho de que tanta gente logre manifestarse en forma pacífica: «Lo bello es que también las empresas y comercios cerraron para permitir que la gente pudiera participar –explica Saturnino-. Como guatemalteco vibraba mientras gritaba “Guatemala, Guatemala” o cantaba el himno nacional». «Me pareció percibir una nueva conciencia de la propia responsabilidad –asegura la maestra Lina-. No queremos dejar pasar la oportunidad de hacer que cambien las cosas, sabiendo que esta vez es posible» Para muchos ha sido alentador ver a familias enteras que no tuvieron miedo de llevar a los niños. «¡Las familias, los ricos junto a los pobres –comenta Sandra- la población indígena, junto a jóvenes y adultos y niños, estudiantes dispuestos a superar la violencia para alcanzar un objetivo común!». Sí, ese objetivo que Alex define diciendo “un país mejor”. La noticia de última hora es que el Presidente de la República renunció a la inmunidad, dimitió “por el bien de la sociedad”, y se encuentra bajo arresto. El 6 de septiembre los ciudadanos serán llamados a las urnas y todo hace suponer que este cambio se realizará en forma pacífica y democrática. De Filippo Casabianca, Ciudad de Guatemala
5 Sep 2015 | Focolare Worldwide
Siete kilómetros hacia el interior de la selva, se llega a pie o con una furgoneta (el baka) que supere los barriales de agua y fango que se forman durante la estación lluviosa. En la aldea de Glolé, uno de los 18 del Cantón (en la región de Tonkpi, en Man, en el noroeste de Costa de Marfil), no hay electricidad y consecuentemente tampoco hay televisión, ni Internet. Tampoco hay comercios Muchos de sus habitantes han quedado impresionados por el ideal de la fraternidad de Chiara Lubich. Lo viven cotidianamente a partir de la palabra del Evangelio que ponen en práctica, y también gracias a una estructura social y política que los mantiene unidos, que gradualmente se ha visto iluminada y enriquecida por esta experiencia. Gilbert Gba Zio, es un líder comunitario natural, catequista, jefe de una de las familias: «Un día nos preguntamos qué podíamos hacer por nuestra pequeña aldea», contó en el reciente encuentro de Economía de Comunión en Nairobi (Kenia). «Veíamos que la Palabra del Evangelio vivida podía darnos las indicaciones». Éstas son algunas de las cosas que se han concretado a raíz de esa pregunta. La casa del “extranjero” (huéspedes) – Localmente conocida como “Kwayeko”, “Donde nosotros hay lugar”, en Glolé no es una forma de decir. «Aquí frecuentemente llegan personas de paso –cuenta Gilbert. Es gente que camina kilómetros, y se ve obligada a dormir por el camino antes de llegar a sus propias aldeas. Todas las veces le cedíamos la propia cama al huésped. También esto está en el Evangelio, pero nos dijimos: “¿No podemos hacer algo más?” “¿Por qué no construimos pequeñas casitas, así, cuando alguno llega podemos ofrecerle un techo para dormir?”. Empezamos, entre cantos de alegría, a fabricar los ladrillos. En el grupo había obreros y construimos 12 pequeñas casas compuestas por una habitación y un pequeño salón. Ahora, a los extranjeros que llegan les podemos decir: “Tenemos una casa, vengan a dormir”. La comida nunca falta; somos campesinos. Así hemos dado los primeros pasos».
La casa de la salud – Las dificultades de acceso a la carretera asfaltada en la estación de las lluvias, y los siguientes 30 kilómetros para llegar a la ciudad de Man, el centro urbano más cercano, hacían casi imposible la atención de urgencia en caso una necesidad médica. «Un día una mujer tenía que dar a luz de emergencia –sigue contando Gilbert-. La llevamos con una carretilla hasta la calle asfaltada para buscar un vehículo. Gracias a Dios la mujer se salvó; pero lograrlo fue duro. Era necesario por lo tanto, construir una casa de la salud y poner a trabajar a algunas “comadronas”. Pero ¿dónde encontrar el dinero? Acá existe la “aparcería”: el propietario de un campo se lo cede a otro para que lo cultive durante una estación y el fruto de la cosecha se divide por la mitad. Nuestra comunidad tomó un cafetal: los hombres limpiaron el terreno, las mujeres cosecharon el café. Con ese dinero compramos el cemento y construimos la casa de la salud».
Niños desnutridos – «Había niños que morían en la aldea y no sabíamos cómo salvarlos. En la ciudadela Victoria del Movimiento de los Focolares, hay un Centro de Nutrición que podía encargarse de ellos. Les explicamos el problema y empezamos a llevar a los niños. Estaban sorprendido al ver que allí los niños se curaban sin medicinas. Nos enseñaron cómo darles de comer. Un día la responsable nos dijo: “Si quieren podemos ir donde ustedes”. Estábamos de acuerdo. ¡En nuestra cultura el niño le pertenece a toda la aldea! Nos explicaron cómo evitar y curar esta enfermedad. Empezamos a cambiar nuestras costumbres alimenticias y aprendimos a conservar los alimentos, para nutrir a nuestros niños en tiempos de carestía». Banco del arroz – «Conservábamos el arroz en pequeños graneros, pero a menudo nos visitaban los ladrones y los ratones. Entonces decidimos construir una bodega y cada uno mandó allí lo que tenía. Al principio éramos 30 personas. Hoy también los campesinos que no forman parte del grupo se han asociado y 110 personas llevan sus sacos de arroz para conservarlos en este banco. En los meses de marzo y abril, durante la siembra, vienen a buscar lo que necesitan para arar; dejan aparte lo necesario para sus hijos. En el momento oportuno, cuando el precio está bueno, toman el arroz para la venta. Cada uno, según su propia conciencia, dona una parte de la cosecha y lo deposita en el banco como aporte para las necesidades de la comunidad y para los vigilantes del banco». Una aldea no basta – «¿No pueden venir donde vivimos nosotros con ‘su negocio’?», preguntan desde las aldeas cercanas. Hoy día son 13 aldeas que viven como en Glolé. «La unidad es nuestra riqueza», afirma Gilbert. «Un día alguien del extranjero quería ayudarnos a construir el pozo para la aldea. Pero no llegamos a un acuerdo. Si hubiésemos insistido, el pozo hubiera producido la división a la aldea. Preferimos no aceptar ese regalo y mantener la unidad entre nosotros». Cfr. «Economia di Comunione – una cultura nuova» n.41 – Injerto de la redacción de la Revista Città Nuova n.13/14 – 2015 – Julio 2015 Cfr. Nouvelle Cité Afrique Julio 2015 Cfr. EdC Online Costa de Marfil (Nairobi): Congreso de Economía de comunión 2015
4 Sep 2015 | Sin categorizar
En el autobús que me lleva a Harefield (Gran Bretaña) – al hospital donde estudio Enfermería- me impresiona el modo de actuar de una colega. Acercarme a ella no es muy simple, dado que soy tímida y a menudo estoy rodeada de amigos un poco “salvajes” como yo. Pero ella no esquiva mi compañía, al contrario, un día me propone que desayunemos juntas. Nos hacemos amigas. Desde hace tiempo siento que mi forma de vivir el cristianismo no me satisface: asisto a la iglesia por un sentido del deber, para tener la conciencia tranquila. Ella en cambio, me habla de una fe alegre, auténtica, que comparte con otros jóvenes como ella. Una fe iluminada por el amor. Un día trae una guitarra al hospital para festejar a una enfermera con quien no es fácil la relación. Entonces, razono: si esta chica llega a tanto, tal vez vale la pena saber qué es lo que la empuja a actuar de este modo. Me cuenta sobre la espiritualidad de la unidad que ella vive. También yo, al igual que ella, empiezo a frecuentar a las personas del Focolar y cada vez descubro nuevas ocasiones para donarme: poner en común la ropa o la comida con quien tiene necesidad, ofrecerme para hacer curaciones u otros servicios, etc. Estos pequeños gestos, frutos del Evangelio que también yo comienzo a poner en práctica, me dan mucha alegría. Pero ¿puedo hacer la elección radical de las focolarinas? Ellas son católicas, yo soy anglicana… Dentro de mí resuena una voz: «¿Por qué no? Es suficiente con que tú me digas sí». Me siento como alguien que está dando un salto en el vacío, pero igualmente digo mi sí a Dios, feliz de quererlo seguir para siempre. Me recibí de Enfermera, especializada en Obstetricia, por mi profundo deseo de generar un cambio en la sociedad. Pensaba que con este diploma podría trabajar en el extranjero y ya había separado dinero para el viaje. Cuando entré al focolar, di ese dinero a alguien que lo precisaba y comencé mi formación como focolarina. Mi primer destino fue el focolar de Leeds donde estuve cinco años. Allí trabajé en un barrio marginal. Como yo provengo de un ambiente acomodado, tenía una idea romántica de los pobres. Realmente no sabía cómo vivía la gente “dentro” de la pobreza. Tenía que atender a una joven mamá. Noté que cada vez que venía a controlarse, tenía la misma ropa y las medias llenas de agujeros. Traté de establecer una relación con ella, de modo que pudiese contarme sobre su situación, dónde vivía, etc. Así sucedió que una vez fui a visitarla a su casa. En la puerta estaba su compañero, una persona agresiva y huraña. Impresionada por ese hombre y por la suciedad y el desorden de ese lugar, no sabía por dónde empezar para entablar una conversación. Después, me di cuenta de que había una gran pecera para la cría de peces. Comencé a hablar de los peces, y así la tensión se alivió. En siguiente cita le llevé ropa y en la siguiente consulta, la joven vino vestida con la ropa que yo había llevado para que se la viera puesta. Ahora vivo en el focolar de Welwyn Garden City (cerca de la capital) y sigo trabajando para el Servicio Sanitario Nacional (NHS). En estos últimos años se produjo una gran transformación en la política sanitaria y no es tan fácil incorporar los cambios que me alentaban al comienzo de mi carrera. Pero también, dentro de esta transformación, trato de hacer cada cosa como un acto de amor a Dios en los hermanos. Vivir en comunidad con personas que hicieron mi misma elección de vida es una oportunidad muy importante, también para mi trabajo. Pero también para crecer juntas en la unidad entre nosotros y en la fe en Dios Amor, donándonos a los demás más allá del hecho de ser católicas o anglicanas».