May 1, 2025 | Idea del Mes
A menudo la vida nos lleva a situaciones en las que poco a poco y sin quererlo, nos encerramos en nosotros mismos: una discusión, las propias certezas, nuestro ego o nuestros miedos.
Pero a veces, basta detenerse en una pregunta sencilla hecha de palabras simples, para vislumbrar posibilidades inesperadas de cambio: “¿Quién eres tú para mí?” o en otras palabras “¿Quién soy yo para ti?” Preguntas que, como dice Margaret Karram, abren paso a gestos concretos: “dar el primer paso, escuchar, no escatimar tiempo, dejarse tocar por el dolor”[1]. Es obvio: si pensamos en los demás, no pensamos en nosotros, ni en nuestras debilidades, fracasos o heridas. Pensar en el otro nos lleva a ponernos en su lugar, en una actitud de reciprocidad: “¿cómo me sentiría yo si el otro me dijera lo mismo que yo le estoy diciendo?” o “¿qué puedo hacer por él?”
Si nuestras acciones nacen del deseo de priorizar el bienestar de quién tenemos al lado, todo puede adquirir una dimensión más grande, hasta el punto de que podemos decir a la otra persona que la amamos libremente y sin esperar nada a cambio.
Pero a veces, nos puede invadir el desaliento, la frustración, el cansancio. El médico estadounidense Ira Robert Byock afirma que los momentos de mayor desesperación nacen cuando uno se siente prisionero de “una jaula de rabia, miedo y desconfianza”[2]. En estos momentos, rindámonos a la fuerza del amor que todo lo puede, que nos libera de ataduras y nos anima a recomenzar sin miedo. Lo expresa así el grupo musical Gen Rosso en una de sus canciones: “Empezar de nuevo es como decir otra vez sí a la vida, para luego liberarse y volar hacia horizontes sin límites, donde el pensamiento no tiene miedo. Y ver tu casa volverse tan grande como el mundo. Empezar de nuevo es creer en el amor y sentir que incluso en el dolor el alma puede cantar y no detenerse jamás.”
Una actitud de este tipo puede llevar a un cambio personal, pero también comunitario, cuando compartimos, en un dialogo sincero y constructivo, nuestras desazones. En ese clima de verdadera amistad, podremos reconstruir un tejido social que reemplace la rabia por reflexión, el miedo por la búsqueda de nuevos caminos, y la desconfianza por esperanza. Nos convertiremos en signo de una nueva forma de construir sociedad.
A veces, realmente, basta una palabra sencilla:
“tú para mí eres importante… ¡porque tú eres tú!”
Fotos: © Pixabay
[1] M. Karram: “Prossimità” – 2024
[2] in: The Economist – The 2015 Quality of Death Index. Ranking palliative care acrosstheworld
LA IDEA DEL MES, es elaborada por el “Centro para el diálogo con personas de convicciones no religiosas” del Movimiento de los Focolares. Se trata de una iniciativa nacida en 2014 en Uruguay para compartir con amigos no creyentes los valores de la Palabra de Vida que es la frase de la Escritura que los miembros del Movimiento se esfuerzan por poner en práctica en su vida cotidiana. Actualmente LA IDEA DEL MES es traducida a 12 idiomas y se distribuye en más de 25 países, con adaptaciones del texto según las diferentes sensibilidades culturales. dialogue4unity.focolare.org
May 1, 2025 | Parola di Vita
El último capítulo del Evangelio de Juan nos lleva a Galilea, al lago de Tiberíades. Después de la muerte de Jesús, Pedro, Juan y otros discípulos han vuelto a su trabajo de pescadores, pero por desgracia la noche no ha sido fructífera.
El Resucitado se manifiesta allí por tercera vez y los exhorta a echar de nuevo las redes, y esta vez recogen muchos peces. Luego los invita a compartir la comida en la orilla. Pedro y los demás lo han reconocido, pero no se atreven a dirigirle la palabra.
Jesús toma la iniciativa y se dirige a Pedro con una pregunta muy comprometida: «Simón de Juan, ¿me amas más que estos?». Es un momento solemne: por tres veces Jesús renueva la llamada a Pedro [3] para cuidar de sus ovejas, de las que Él mismo es el Pastor [2].
«Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero».
Pero Pedro sabe que ha traicionado y esta trágica experiencia no le permite responder positivamente a la pregunta de Jesús. Responde humildemente: ‘Tú sabes que te quiero’.
Durante el diálogo, Jesús no echa en cara a Pedro la traición, no pasa a señalar el error. Le tiende la mano en la medida de sus posibilidades, le hace entrar en su dolorosa herida, para curarla con su amistad. Lo único que pide es reconstruir la relación en la confianza mutua.
Y de Pedro brota una respuesta que es un acto de conciencia de su propia debilidad y, al mismo tiempo, de ilimitada confianza en el amor acogedor de su Maestro y Señor:
«Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero».
También a cada uno de nosotros Jesús le hace la misma pregunta: ¿me amas? ¿Quieres ser mi amigo?
Él lo sabe todo: conoce los dones que hemos recibido de Él mismo, y también nuestras debilidades y heridas, a veces sangrantes. Y aun así renueva su confianza, no en nuestras fuerzas, sino en la amistad con Él.
En esta amistad Pedro encontrará el valor de testimoniar el amor a Jesús hasta dar la vida.
«Momentos de debilidad, de frustración y de desaliento tenemos todos: […] adversidades, situaciones dolorosas, enfermedades, muertes, pruebas interiores, incomprensiones, tentaciones, fracasos […] Precisamente quien se siente incapaz de superar ciertas pruebas que se abaten sobre el cuerpo y sobre el alma, y por eso no puede contar con sus fuerzas, está en condiciones de fiarse de Dios. Y Él, atraído por esta confianza, interviene. Donde Él actúa, obra cosas grandes, que parecen más grandes precisamente porque brotan de nuestra pequeñez» .[3]
En el día a día podemos presentarnos a Dios tal como somos y pedir su amistad, que cura. En este abandono confiado en su misericordia podremos volver a la intimidad con el Señor y reanudar el camino con Él.
«Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero».
Esta Palabra de vida puede convertirse en oración personal, en nuestra respuesta para encomendarnos a Dios con nuestras pocas fuerzas y darle las gracias por los signos de su amor:
«[…] Te quiero porque has entrado en mi vida más que el aire en mis pulmones, más que la sangre en mis venas. Has entrado donde nadie podía entrar, cuando nadie podía ayudarme, cada vez que nadie podía consolarme. […] Concédeme estarte agradecida –al menos un poco– durante el tiempo que me queda, por este amor que has derramado sobre mí y que me ha obligado a decirte: te quiero» . [4]
También en nuestras relaciones familiares, sociales y eclesiales podemos aprender el estilo de Jesús: amar a todos, ser los primeros en amar, «lavar los pies» [5] a nuestros hermanos, sobre todo a los más pequeños y frágiles. Aprenderemos a acoger a cada uno con humildad y paciencia, sin juzgar, abiertos a pedir y recibir el perdón, para comprender juntos cómo caminar en la vida unos al lado de otros.
Letizia Magri y el equipo de la Palabra de Vida
©Fotos: Canva
[1] Cf. Mt 16,18-19.
[2] Jn 10,14.
[3] C. . LUBICH, Palabra de vida de julio de 2000: Ciudad Nueva n. 367 (2000/7), p. 24
[4] C. LUBICH, «Gratitud», en Pensamientos (1961): Escritos espirituales/1, Ciudad Nueva, Madrid 1995, pp. 156-157.
[5] Cf. Jn 13,14.
Abr 29, 2025 | Sociale, Testimonianze di Vita, Vite vissute
Aceptar el cambio
Como “distribuidor de tareas”, en diez años había logrado, en colaboración con nuestro párroco, formar el consejo pastoral parroquial y el grupo de sacristanes. A medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que mi papel se estaba redimensionando. Muchas personas, antes menos activas, se han ofrecido a asumir diversos roles y yo he decidido hacerme a un lado para darles espacio. Al principio acepté con calma mi papel más marginal. Pero más tarde, al sentirme excluida, comprendí lo fácil que es apegarse a los propios roles, pero también lo importante que es saber soltar. A veces, el Señor nos invita a dar un paso atrás para prepararnos para algo nuevo. No es fácil, porque implica aceptar el cambio y confiar. Hoy, aunque me siento un poco al margen, sigo disponible para dar mi contribución si me lo piden. Estoy convencida de que cada servicio, incluso el más pequeño, tiene un valor y que cada etapa de la vida es una oportunidad para crecer en la fe y en el amor a los demás.
(Luciana – Italia)
Dios me ve
A veces, cuando vivía en Bruselas, me tocaba ir a misa a la iglesia del Colegio de San Miguel. Para llegar allí, había que recorrer largos pasillos con una interminable serie de aulas a ambos lados. Sobre la puerta de cada uno, había un cartel que decía: Dios te ve. Era una advertencia a los muchachos que reflejaba un pensamiento del pasado, expresado en negativo: “No cometan pecados porque, aunque los hombres no te vean, Dios los ve”. En cambio, para mí, quizás porque nací en otra época o porque creo en su amor, resonaba de manera positiva: “No tengo que hacer el bien delante de los hombres para que me vean, para escuchar decir que bueno eres, o que me den las gracias, sino para vivir en la presencia de Dios”. En el Evangelio de Mateo 23, 1-12, Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos que aman ostentar, los invita a no dejarse llamar “maestros”, sino a tener una sola preocupación: actuar bajo la mirada de Dios que lee los corazones. Ahora bien, esto es lo que me gusta: Dios me ve, como dicen los carteles en el colegio; Dios lee los corazones y eso debería ser suficiente para mí.
(G.F.- Bélgica)
Dar el primer paso
Debido a un problema de herencia, el silencio se había impuesto entre mi madre y su hermana. Hacía mucho tiempo que no se veían y la brecha que había surgido solo seguía ensanchándose, sobre todo porque vivíamos en la ciudad y mi tía en un pueblo de montaña bastante lejano. Así continuó hasta el día en que tomé valor, provocada por la Palabra de Jesús: «Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y luego vuelve y presenta tu ofrenda». Buscando el momento oportuno, abordé el tema con mi madre y logré convencerla de que me acompañara a casa de mi tía. Estuvimos bastante silenciosas durante el viaje. Yo no hacía más que rezar para que todo saliera bien. En realidad, las cosas sucedieron de la manera más sencilla: tomada por sorpresa, la tía nos recibió con los brazos abiertos. Pero, era necesario que diéramos el primer paso.
(A.G. – Italia)
Maria Grazia Berretta
(tomado de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año X – n.1 marzo-abril 2025)
©Fotos: Gerson Rodriguez – Pixabay