Movimiento de los Focolares

Chiara Luce: premio Solidarity

Se ha lanzado la primera edición del premio anual promovido por la Fundación Chiara Badano ¿Te gusta ayudar concretamente a los demás? ¿Tienes la idea de crear un proyecto de solidaridad y no ves la hora de encaminarlo? Pues bien, hay una iniciativa que podría interesarete. El 20 de octubre de 2022, en coincidencia con el aniversario del nacimiento de la Beata Chiara Luce Badano, la Fundación que mantiene viva su memoria ha establecido la primera edición del Premio Solidarity. Es un evento anual para promover proyectos de solidaridad en todas partes del mundo. Desde que era una niña, Chiara Luce mostró su pasión por los más necesitados, los más débiles, los marginados de la sociedad; especialmente ancianos y niños. Por ello la Fundación Chiara Badano ha decidido instituir este premio. De hecho, el objetivo es sostener e incentivar proyectos para la promoción de acciones positivas dirigidas a los estratos más débiles de la población (ancianos, personas con discapacidades, inmigrantes…) y acciones orientadas a enfrentar la explotación y la violencia ejercida sobre mujeres y niños, atender a las nuevas pobrezas y para la salvaguarda del planeta. El premio detectará cada año un proyecto innovador en específicas temáticas de relieve social, con el objeto de difundir sus contenidos y hacer de ellos un patrimonio común. La finalidad será sostener el proyecto a través de un aporte económico de dos mil euros, incentivarlo a través de una comunicación eficaz en las redes sociales y abrirlo a nuevas formas de apoyo. Pueden adherir a este premio organizaciones y grupos, incluso informales, compuestos en su mayoría por jóvenes por debajo de los 30 años, con un proyecto que promueva y sostenga la cultura y la práctica de la solidaridad. La fecha límite para la presentación de los proyectos (20 de enero de 2023) se ha prorrogado al 20 de febrero. Para tener mayores informaciones, se puede recurrir al anuncio del concurso. Además, la Fundación Chiara Badano promueve también el Premio Art, una iniciativa para dar a los jóvenes la posibilidad de expresar –a través de talentos artísticos– en qué medida el estilo de vida de Chiara Luce los ha entusiasmado e inspirado. En marzo de 2023 saldrá el anuncio para su sexta edición. www.chiarabadano.org

Lorenzo Russo

Evangelio vivido: “Aprendan a hacer el bien, busquen la justicia” (Isaías 1, 17)

Aprender a hacer el bien quiere decir poseer un alfabeto que nos permite captar la voluntad de Dios en nuestra vida e ir al encuentro del otro.  Es un abecedario hecho de gestos, y la justicia no es otra cosa que el tesoro precioso que hay que buscar, la joya deseada y la meta de nuestras acciones. El accidente Volvía a mi casa a la hora del almuerzo cuando el coche que circulaba delante se salió del carril y luego volcó. Me detuve y bajé del coche para prestar ayuda. Gracias a que otras personas con ánimo de socorrer llegaron, los desafortunados, ensangrentados, pudieron ser rescatados del interior del vehículo.  Se trataba de una anciana señora, un hombre joven y un niño. Por termor a quedar implicados en el accidente nadie tomó la iniciativa de llevarlos al hospital. Por lo tanto, ¡me tocaba a mí! Soy muy emotivo  y en algunas ocasiones ver sangre me había provocado una pérdida de conciencia. Pero esta vez tenía que ser valiente y actuar.  En la guardia de los primeros auxilios, para ingresar a los pacientes, exigían una suma de dinero que en ese momento no tenía. Es cierto que podía hacer un cheque, pero era un riesgo… No obstante, no podía abandonarlos. Entonces firmé un cheque y tras asegurarme de que los heridos estuvieran bien atendidos (como el buen samaritano), seguí mi camino. Me sentía liviano, como después de haber dado un examen. Había superado el obstáculo de mi emotividad, pero sobre todo había sido una ayuda a mis hermanos en un momento crucial. Experimenté la verdadera alegría del Evangelio. (Marciano – Argentina) Volver a nacer La adolescencia rebelde de uno de nuestros hijos, su depresión, los ataques de pánico, las amistades destructivas y las adicciones habían abierto una gran herida en nuestra familia. En mi interior crecía un  torrente de rabia, de sentimientos hostiles y, por la suma de todas esas emociones, me comportaba de manera negativa en la relación con mi esposo y mis otros hijos. Como madre, consciente de haber fracasado, me fui encerrando cada vez más dentro de mí.  Una amiga muy querida me vio en ese estado, y me aconsejó hablar con un sacerdote. La gracia me llegó justamente durante esa charla. Como si Dios hubiera roto las espesas paredes del corazón en donde estaban escondidas mis lágrimas, lloré mucho. Descargué con fuerza todas las cosas terribles que le habían pasado a nuestro hijo en todos esos años. Ese día la liturgia nos recordaba una frase de Ezequiel que confirmaba mi regreso a la vida: “Les daré un corazón nuevo y pondré dentro de ustedes un espíritu nuevo; quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne” (Ezequiel 36, 26). En la oración volví a encontrar la paz para poder ser para mis hijos un punto seguro. (W.Z. – Polonia) Perdón Una persona conocida había recibido un mensaje de su hermano; le anunciaba la muerte improvisa de la esposa y le pedía que fuera a verlo.  Ella, en realidad, nunca había tenido una buena relación con su cuñada, especialmente a partir del momento en que le había impedido a su esposo ir a ver a su madre moribunda. Incluso algunas amigas le decían que estaba bien no ir a acompañar a su hermano, que no se había portado bien con toda la familia.  La mujer, que a su manera era muy religiosa, empezó a rezar por su cuñada, hacía celebrar misas de sufragio… pero no se movía, pues no conseguía perdonar a su hermano.  ¿Cómo convencerla de la incongruencia de su cristianismo?  Justamente ese mes la Palabra de vida se centraba en el amor recíproco. Como para ayudarla, le llevé la hojita con el comentario que explicaba cómo vivir ese mandamiento evangélico. Después de algunos días la vi llegar a mi casa muy sonriente: me quería contar que tras haber leído esa hojita no había podido resistir, y había ido a ver a su hermano, reconciliándose con él. (D.P. – Brasil)

A cargo de Maria Grazia Berretta

(extraído de “Il Vangelo del Giorno”, Città Nuova, año IX – número de enero-febrero de 2023)  

Lisboa 2023: un paso hacia la Jornada Mundial de la Juventud

Lisboa 2023: un paso hacia la Jornada Mundial de la Juventud

Tener “prisa” por ir hacia el otro, como la Virgen María. Este es el corazón del mensaje de la próxima Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tendrá lugar en Lisboa (Portugal) del 1 al 6 de agosto de 2023. Algunas curiosidades sobre los preparativos. “Queridos jóvenes, sueño que en la JMJ vuelvan a experimentar la alegría del encuentro con Dios y con los hermanos y las hermanas. Tras largos periodos de distancia y aislamiento, en Lisboa — con la ayuda de Dios — redescubriremos juntos la alegría del abrazo fraternal entre los pueblos y entre las generaciones, el abrazo de la reconciliación y la paz, ¡el abrazo de una nueva fraternidad misionera! Este es el deseo con el que el papa Francisco, desde la Basílica de San Juan de Letrán (Roma), se dirigió a los jóvenes de todo el mundo el 15 de agosto de 2022, con motivo de la Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, explicando en profundidad el significado del tema elegido para la próxima Jornada Mundial de la Juventud: “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1,39). En tiempos tan difíciles, en los que la humanidad, probada por el trauma de la pandemia, se ve desgarrada por el drama de la guerra, el episodio evangélico de la Visitación es el camino por el que transitarán los pasos de muchos jóvenes que, del 1 al 6 agosto de 2023, participarán en el encuentro internacional de Lisboa; un momento de gran alegría y una oportunidad para testimoniar, meditar y compartir juntos siguiendo los pasos de María. Pero, ¿cómo van los preparativos de esta JMJ? Mariana Vaz Pato, una joven diseñadora de Lisboa, parte de un equipo del Movimiento de los Focolares que se encarga de la organización, nos cuenta al respecto: “Cuando supe que la JMJ se realizaría en Portugal, reaccioné a esta noticia con mucha alegría. Inmediatamente decidí ser parte de este equipo porque sentí que podía dar mi aporte, dedicar mi tiempo a construir este gran evento”. Mariana, ¿qué está pasando detrás de escena en este momento? Están sucediendo muchas cosas detrás de escena y el espíritu general es de gran entusiasmo. En este momento, el enfoque principal está en las inscripciones, que se acaba de abrir, y necesitamos correr la voz para no dejar a nadie fuera. Mi equipo trabajó en diferentes momentos del programa de la JMJ. Una de ellas es la preparación de una catequesis precisamente a la luz del carisma de la unidad y en esta fase estamos trabajando los contenidos vinculados al tema de la JMJ, siguiendo las orientaciones del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida. Estamos trabajando en la creación de un stand en la Ciudad de la Alegría (Feria Vocacional), donde los peregrinos encontrarán contenidos interactivos y experiencias de todo el mundo, vinculados a las diversas fases de la vida de María y con el conjunto internacional Gen Verde estamos preparando otro momento, los talleres Start Now, que tendrán lugar en un barrio, en un área suburbana de Lisboa, y culminarán en una de las etapas del Festival de la Juventud. Además del programa principal de la JMJ, sentimos la necesidad de ofrecer una reunión posterior a la JMJ donde los participantes puedan tener la experiencia de reflexionar sobre todo lo que vivieron durante la Jornada. El encuentro tendrá lugar en la Ciudadela Arco-Íris y está abierto a todos los que quieran participar. Además, también participamos en otros grupos de acogida de peregrinos, gestión de voluntarios y el coro oficial. ¿Qué significa para un joven de hoy “levantarse” y partir sin demora? El tema de esta Jornada nos llama a ir en misión, siguiendo el ejemplo de María, que respondió a la llamada de Dios. Creo que para los jóvenes “levantarse” significa ser misioneros. Es decir, estar dispuesto a partir, a salir de uno mismo (de la comodidad de estar sentados), para ir hacia el prójimo, no permaneciendo indiferente a los problemas que existen a nuestro alrededor. También esta JMJ está confiada a algunos Santos Patronos o testigos de la fe, figuras de referencia que tienen en marcha este proceso. ¿Por qué es tan importante hoy aspirar a la santidad? Creo que aspirar a la santidad es aspirar a la felicidad. Para los jóvenes es importante tener un modelo a seguir y los santos son prueba de que es posible tener un estilo de vida cristiano diferente al que vemos a nuestro alrededor. La figura que más me llama la atención, por ejemplo, es la beata Chiara Badano. Su forma de vivir, contracorriente y con gran confianza en Dios, son fuente de inspiración y nos muestran que es posible llegar a ser santo también en el mundo de hoy. Para más información visite el sitio web: JMJ Lisboa 2023

Maria Grazia Berretta

 

Luisetta, la maestra

Luisetta, la maestra

El 31 de diciembre de 2022 falleció Luisa Del Zanna, una de las primeras focolarinas de Florencia. Nació en 1925 en una familia cristiana con 8 hijos. Habiendo conocido la espiritualidad de la unidad, inmediatamente la hizo suya. En 1954 entró a formar parte del focolar de Florencia. En los años siguientes, vio nacer y se ocupó de comunidades del Movimiento. Desde 1967 vivió en Rocca di Papa (Italia) donde Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, la había llamado para que se hiciera cargo de su secretaría, del archivo, que ella coordinó hasta 2007 y del naciente Centro Santa Chiara para las comunicaciones, junto a una de los primeros focolarinos, Vitaliano Bulletti. “Guardián de los ‘tesoros de los Focolares’ – se lee en un artículo de 2008 en Città Nuova – Luisetta, un nombre que te acaricia, que te hace pensar en una criatura delicada y amable. Y verdaderamente lo es en su diminuta figura, Luisa Del Zanna, una de esas personas a las que se les suele encomendar tareas importantes por su discreción, competencia, fidelidad, de cuyo valor no siempre uno se da cuenta porque no se notan, pero sin las cuales ciertos engranajes se acabarían atascando…”. En sus primeros años de vida en el focolar trabajó como maestra en un pequeño pueblo de las montañas del norte de Italia al que llegaba caminando o a lomo de burro durante un trecho. La experiencia que aquí publicamos es precisamente de esos años, dejando el estilo original de cuando se escribió en 1958, incluso en la forma.   “Por favor, ¿el camino a Bordignano?[1]”. Después de cuatro horas de ómnibus llegaba al municipio central de ese pueblo que no había podido encontrar en el mapa topográfico (escala 1:100.000). Ninguna agencia de información sabía nada, ni los horarios de los distintos medios de transporte lo mencionaban. Y, sin embargo, la hoja de nombramiento era clara: “Se la invita a presentarse a prestar servicio y tomar posesión del cargo el viernes 7 de octubre en la escuela primaria de Bordignano en el municipio de Firenzuola”. Y el nombre estaba escrito en letras mayúsculas, imposible equivocarse. La persona con la que había hablado, un hombre alto y robusto, me miró inquisitivamente: “¿Cómo ha dicho?” y me hizo repetir la pregunta. Pensó que había entendido mal. Luego señaló hacia lo lejos. “¿Ve ese cerro allá? Detrás de él hay dos más y luego está B…. Yo también voy ahora a llevar el correo”. No dudé ni un momento en comprender que iba allí a pie: las botas que llevaba puestas y su rostro bronceado lo dejaban claro. Tuve un momento de desaliento: miré el cerro, las botas de ese hombre, comprendí que no había otro medio, me armé de valor. “Voy con usted”, le dije con firmeza. El cartero no pareció entender, como antes, pero me puse en marcha y lo seguí. Fueron tres largas horas de viaje, interrumpidas solo por breves momentos de descanso en la cima de las empinadas subidas; había fuertes ráfagas de viento donde se abría el valle. Por fin llegué: tres casas de piedra alineadas y arriba, en lo alto de una calle arbolada, la iglesia con su campanario. Saludé a un anciano, sentado con una pipa en la boca, en el umbral de la casa. Le dije que yo era la maestra. Se levantó y se movió para acompañarme. Entramos por una puerta rota a la segunda de esas casas en fila, todas ellas, propiedad del viejito; la primera era la tienda, equipada con todo (excepto algunas cosas que no tenía y que realmente hubiera necesitado). Había botas claveteadas, fósforos, trampas para ratones (de muchos tipos), pan duro, cuadernos, en fin, de todo. Subimos una escalera y entramos a la escuela. Una habitación grande, pocos pupitres amontonados en un rincón (nunca había visto unos así: en uno cabían hasta seis niños), una silla sin paja, una pizarra rota: eso eran todos los muebles. – Su casa está por aquí – me explicó el anciano – ¡puede estar feliz! Este año hay agua corriente. ¡La hice poner, yo la pagué! Me hizo pasar a una pequeña cocina; la chimenea apagada sobresalía en un rincón. Tenía frío. Empezaba a oscurecer: busqué el interruptor de la luz para encenderla, pero no había. (Los días siguientes, aprendía usar la lámpara de carburo y a trabajar y escribir a la luz de esa vacilante lengua de fuego.) Ese mismo día busqué al cura (supe que la Pieve era su iglesia, la más hermosa de las que había en el valle y cerros aledaños) y le rogué que avisara en la misa dominical, que comenzaba la escuela. “¡Eh, señorita, es tiempo de cosecha! Ahora hay castañas y luego aceitunas; los niños ayudan mucho en estos trabajos. De la escuela – añadió – se hablará en enero”. Me parecía imposible. Hacía tiempo que había aprendido a no retroceder ante las dificultades, al contrario – me decían – sirven de trampolín de lanzamiento – y había visto que era cierto. Encontré otra manera de hacerle saber a la gente que había llegado. Identifiqué las casas de mis alumnos entre esas casas dispersas y aisladas y fui allí. La primera fue la casa de Angiolino y Maria. De aquella me ha quedado un vago recuerdo de negro y humo. Allí estaba María agazapada en un rincón entre las cenizas de la chimenea (tenía dolor de garganta), se llevaba el bracito a la cara para que no la viera. Angiolino estaba de pie: en un rincón, con la cabeza gacha, seguía la conversación que yo tenía con su madre. Durante la entrevista me enteré de la desconfianza de la gente en la escuela y más aún en la maestra. Escuché mucho, en silencio. Me esforcé por comprender el discurso de aquella mujer en un dialecto cerrado, hostil, casi incomprensible. Supe que el niño había dejado la escuela hacía dos años, sin haber terminado sus estudios primarios, debido a las travesuras que realizaba en perjuicio de los maestros. Dije pocas cosas: había venido por ellos, la escuela era gratis, los chicos tendrían la tarde libre para ayudar en los trabajos del campo. “Ya veremos – dijo la mujer – mandaré a María”. Al despedirme, me despedí del niño: “Me gustaría poner la escuela bonita para los pequeños que vendrán, si puedes venir a ayudarme… te espero”. No hubo necesidad de muchas más invitaciones. Los niños llegaron uno por uno, en parejas los hermanitos, inseguros, temerosos. Se habían pasado la voz el uno al otro al reunirse para jugar, en el campo, mientras cuidaban el rebaño, o estando encorvados juntos en el bosque para recoger castañas. “¿Vas a venir también? Es agradable, ¿sabes?”. “¡Uno se siente bien, la maestra no pega!”. La escuela se volvió acogedora en poco tiempo con la valiosa ayuda de Angiolino. La naturaleza de octubre ofreció un rico material ornamental con el variado color de sus hojas. Establecí mi relación con los alumnos y las relaciones de los estudiantes entre sí sobre el mandato de Jesús: Ámense los unos a los otros…”. Fue la base de todo el trabajo de ese año. La escuela se convirtió en un pequeño paraíso. El libro preferido era el Evangelio y la inteligencia de aquellos niños, inusitada y cerrada a la razón humana, se abría a la lógica evangélica con una espontaneidad sorprendente. Ese método fue desafiante. “Pro eis sanctifico me ipsum” (Por ellos me santifico), Jesús lo había dicho, de lo contrario no tendría efecto. Al final del año me di cuenta de que la vida evangélica de los pequeños no se había detenido entre las paredes de la escuela, sino que se había difundido en el hogar, en la familia. Lo noté en el saludo agradecido de los padres que no habían permanecido indiferentes a ese soplo de vida gozosa que los niños traían a casa al regresar. Aquel ambiente áspero que los había hecho parecer insensibles para mí había desaparecido e, inconscientemente, esa misma vida había entrado en ellos.

            Experiencia de Luisa Del Zanna

[1]     Bordignano, en municipio de Firenzuola (Florencia, Italia).  

2022 con los ojos de Gen Verde

2022 con los ojos de Gen Verde

Las emociones vividas en un año inolvidable y las perspectivas para el nuevo año Difícilmente olvidaremos el año 2022. La guerra en Ucrania, comparable con un virus que aún no tiene vacuna, ha marcado cada uno de los días de este año que llega a su término.  Sin embargo, ha sido una ocasión para muchos artistas de dar mensajes de paz y esperanza. Así nació la canción “We Choose Peace” (Elegimos la paz), grabado por el grupo artístico internacional Gen Verde justamente en coincidencia con el comienzo del conflicto en Ucrania. El video clip grabado junto con los jóvenes de la ciudadela de Loppiano y lanzado durante la Semana por un mundo unido, fue de una contundente actualidad durante todo el año 2022, sobre todo en los varios conciertos de su gira por Europa. La banda también ha grabado otra canción, “Walk On Holy Ground” (Caminar en Tierra Santa), escrita especialmente para los seguidores de San  Vicente de Paul, pero también para todos los que se sienten llamados a seguir a Jesús. “Sentir que el que me ha escogido así como soy –cuenta Andreina Rivera, del Gen Verde, cantante venezolana– me ha dado la fuerza para seguir aún con una mayor convicción”. Este año se ha caracterizado por el regreso de los conciertos a las plazas y teatros, con talleres  y workshops, tras poco más de dos años de haberse suspendido por la pandemia. Varios han sido los conciertos del Gen Verde en Italia y ha habido una especial gira europea.  La experiencia más fuerte se vivió en la cárcel femenina de la ciudad de Vechta, Alemania. “Por primera vez me encontré en condiciones de no sentir que vivía en una  prisión.  Ha sido muy bonito –contó una detenida cuando terminó el concierto–. No he sentido ninguna diferencia, pues ellas eran como nosotras. Algunas de ellas tenían lágrimas en los ojos. Nos han entendido realmente”. Otra decía: “Muchas canciones eran muy adecuadas a nuestra situación, sobre todo la canción “On the other side” (Del otro lado) porque ayuda a no juzgar al que es distinto a ti”. Otra detenida destacó que “el tiempo ha pasado muy rápido y no queríamos que terminase.  Las historias de las canciones también son mi pasado y por ello ahora ya no me siento sola con mi dolor. Ahora sé que también otras personas con las mismas vivencias, con el mismo dolor, han conseguido volver a encontrar la felicidad”. Hablábamos del regreso tras la pandemia.  Para el Gen Verde fue emocionante retomar la actividad con el Start Now Workshop Project, (Proyecto del Taller Empezar ahora), que consiste en encontrarse con los jóvenes en talleres artísticos y subir al escenario junto con ellos. “Ha sido muy impresionante encontrarnos con jóvenes de distintas partes de Europa –transmite Raiveth Banfield, del Gen Verde, cantante panameña–. Donando nuestras experiencias brotaba en sus ojos una gran luz. Era una confirmación de que vale la pena vivir por la fraternidad universal”. Se asocia a estas palabras lo que dijeron dos jóvenes eslovacas: “Antes de llegar no sabíamos con qué nos encontraríamos. Al comienzo ni siquiera queríamos salir de nosotras mismas. Luego, en los talleres, descubrimos que todos teníamos mucho en común, por más de que no nos conociésemos o no pudiésemos entendernos al hablar idiomas diferentes.  Entonces, nos dimos cuenta de que cada uno de nosotros tiene una pequeña luz dentro de sí, a pesar de alguna pequeña oscuridad. Esta experiencia es inolvidable; nos la llevaremos dentro por el resto de nuestra vida”. En el Gen Verde empiezan a vislumbrar un 2023 lleno de sorpresas y novedades.  “Nos estamos preparando desde hace varios meses porque estará lleno de viajes, giras, conciertos  e incluso algunas sorpresas –afirma Alessandra Pasquali, cantante y actriz italiana–. No podemos adelantar mucho todavía porque hay cosas en elaboración, y aún se está trabajando en ello”. En los primeros meses de  2023 el Gen Verde estará nuevamente en Alemania y luego en Austria, Rumania, y durante el verano europeo en Portugal para la Jornada Mundial de la Juventud, además de viajar también a varias ciudades italianas. Entre estas últimas el 24 de febrero en Asís habrá un concierto dedicado a la paz.

Lorenzo Russo

Info: https://www.genverde.it/