Jun 28, 2022 | Sin categorizar
Ha concluido el 10° Encuentro Mundial de las Familias. “Sean la semilla de un mundo más fraterno” es el mandato que el Papa Francisco deja a todas las familias presentes. “¡La Iglesia está con ustedes, la Iglesia está en ustedes!” (…) Que el Señor les ayude todos los días a permanecer en la unidad, en la paz, en la alegría y también en la perseverancia en los momentos difíciles (…)”. Con este deseo el Papa Francisco saludó a todos los que participaron en el 10° Encuentro Mundial de las Familias. Fue durante la misa conclusiva del 25 de junio de 2022 en la Plaza San Pedro, presidida por el Cardenal Kevin Joseph Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. La celebración estuvo precedida por días intensos en los que se trataron varios temas. Se puso de relieve el testimonio de muchas familias provenientes de todo el mundo. Han sido días que muchos han vivido en sus propias diócesis, y han creado, como la definió el Papa, “una suerte de inmensa constelación”. “Han sido momentos plenos por su belleza, que nos han marcado profundamente y realmente hemos podido experimentar el amor de Dios para con nosotros y para con cada una de las familias del mundo” –dice Keula, integrante del grupo de Familias Nuevas (FN), rama del Movimiento de los Focolares, que junto con su esposo Rogerio, llegó a Roma desde el Brasil. El perdón, la apertura a la vida, el acompañamiento de los hijos, el rol de los ancianos y la esperanza en la Providencia, son sólo algunos de los temas tratados durante este 10° Encuentro Mundial de las Familias que, como conclusión del Año Familia Amoris laetitia, tuvo como punto central la escucha y el diálogo entre operadores de la pastoral familiar y matrimonial. La finalidad era la de desarrollar el tema escogido por el Papa para este año: El amor familiar: vocación y camino de santidad. Entre las etapas de este recorrido, destacamos el debate acerca de la corresponsabilidad de los esposos y sacerdotes en la pastoral de las Iglesias particulares, las concretas dificultades de las familias en las sociedades actuales, la preparación a la vida matrimonial de las parejas y la formación de los formadores en una pastoral familiar llena de desafíos. “En estos días hemos comprendido en qué medida la familia puede ser una fuerza para el mundo entero –cuentan Suse y Angelo de Corea–, es una fuerza que hay que defender y acompañar y que puede encontrar en la Iglesia, además de una morada acogedora, también su expresión”. En la línea de las lecturas propuestas por la liturgia, el Papa durante su homilía en la Plaza San Pedro habló también de la importancia de la libertad. Es “uno de los bienes más preciados y buscados por el hombre moderno y contemporáneo”, que cambia de forma si se la vive en el ámbito familiar. Señaló: “Todos ustedes cónyuges, formando una familia, con la gracia de Cristo, han hecho esta opción valiente: no usar la libertad para ustedes mismos, sino para amar a las personas que Dios les ha puesto al lado. En lugar de vivir como ‘islas’, ustedes se han puesto ‘al servicio los unos de los otros’. ¡Así se vive la libertad en la familia! No hay ‘planetas’ o ‘satélites’ que viajan en su propia órbita. La familia es el primer sitio en donde se aprende a amar”. Y justamente en el servicio es donde la familia responde a su vocación y procede en el camino del amor familiar, un amor en salida, “siempre abierto –continúa el Papa Francisco– extrovertido, capaz de ‘tocar’ a los más débiles (…), a los más frágiles en el cuerpo y en al alma. El amor, incluso el amor familiar, se purifica y robustece cuando se da”. Tener los pies bien plantados en la tierra, conscientes de los retos de nuestro tiempo, pero siempre con los ojos fijos en el cielo. Ello es lo que encierra el texto del envío misionero de las familias, leído por el Santo Padre al final de la celebración. Un verdadero mandato, que es la invitación a responder a ese llamado a la santidad y caminar juntos: “Sean la semilla de un mundo más fraterno. Sean familias con un corazón amplio, sean el rostro acogedor de la Iglesia”.
Maria Grazia Berretta
Jun 27, 2022 | Sin categorizar
En octubre de 1946, Chiara Lubich escribe a sor Josefina y sor Fidente que trataban de poner en práctica el espíritu del Movimiento que estaba naciendo. En este fragmento de esa carta se capta el entusiasmo y el ardor de los primeros tiempos y, todavía hoy, nos impulsa a poner a Dios en el primer lugar de nuestra vida. Dios del alma mía, mi Amor, mi Todo, habla Tú a estos dos pequeños corazones. Habla con tu Voz Divina. ¡Diles que solo Tú eres Todo y que ¡TÚ HABITAS EN ELLAS! ¡Diles que no te busquen fuera de ellas, sino que te encuentren siempre en su corazón! Ya sabes, Jesús, lo mucho que las amo y querría estar siempre con ellas. (…) ¡SOLO DIOS LO ES TODO! ¡Y esta Verdad hay que vivirla con la mayor Pasión por la Pobreza! ¿Cuándo te amamos, Señor? Cuando te encontramos. ¿Cuándo te encontramos seguramente? Cuando confiamos solo en ti y lanzamos locamente la mirada a lo alto y te buscamos solo a ti: ¡Dios-Padrenuestro! Y ahora que, despojadas de todo, tus esposas están convencidas de que solo Tú bastas; solo ahora ¡di a sus corazones que acepten también (como yo también lo acepto gozosa y agradecida) el amor ardiente que les tengo y el deseo apasionado de hacer de ellas lo que mi corazón quiere ser para ti! (…) Hermanitas mías: ¡Cuánto bien puede hacer su vida, tan a menudo semejante a la de Jesús, que vivía, que obraba, que amaba en la casita de Nazaret! Pero ¿no saben que un alma que ama de manera que su vida sea una continua vida entre dos (Jesús y el alma) hace tanto como si predicase al universo entero? Ahora que, una vez despojadas de sus miserias –que darán cada día a Dios–, son libres de amar, ¡AMEN! Él quiere vivir con ustedes. Y nada desea más que esta vida entre dos. (…)
Chiara Lubich
(Cf. Chiara Lubich, en El primer amor. Cartas de los inicios (1943-1949), Ciudad Nueva, Madrid 2011, pp. 129-131.
Jun 23, 2022 | Sin categorizar
El amor familiar: vocación y camino de santidad. Este es el tema del X Encuentro Mundial de las Familias que se desarrolla en Roma del 22 al 26 de junio de 2022. La voz y el testimonio de algunos matrimonios de “Familias Nuevas”, rama del Movimiento de los Focolares, que participarán en el evento.
Un momento de celebración y de compartir para ser abrazados por la Iglesia, “familia de familias” (Al 87) y sentirse parte integrante de este pueblo en camino. Del 22 al 26 de junio de 2022, Roma acoge el X Encuentro Mundial de las Familias, un evento nacido por voluntad de san Juan Pablo II en 1994 y que desde entonces se ha repetido cada tres años en diferentes lugares. El encuentro, según anunció el papa Francisco en un video mensaje, esta vez se realizará de forma “multicéntrica y generalizada”, respondiendo a las necesidades dictadas por la pandemia y al deseo de muchos de participar. De hecho, en el mundo serán muchas las familias que seguirán el acontecimiento en sus respectivas diócesis, mientras que otras tendrán la alegría de vivir este momento presencialmente. “Esta es la tercera vez que participamos en el Encuentro Mundial de las Familias y realmente cada vez traemos a casa un sinfín de regalos”.

Dori e Istvan Mezaros, Serbia
Istavan y Dori Mezaros (Serbia), son los referentes del Movimiento de Familias Nuevas de Europa del Este y cuentan la importancia y alegría de estar presentes en este evento. “En 2018 en Dublín (Irlanda), descubrimos el maravilloso tesoro que el Santo Padre nos entregó con la exhortación apostólica “Amoris Laetitia”, una verdadera guía para usar a diario en la familia. Hoy damos gracias a Dios por poder estar en Roma, tanto para vivir un momento de plena alegría, como para compartir con el Santo Padre y con la Iglesia universal las dificultades que vive la familia. Nos gustaría entender cómo acercarnos a las familias, también de una manera nueva, cómo acompañarlas, especialmente si están heridas”. El tema elegido por el papa Francisco para este X Encuentro Mundial de las Familias es “El amor familiar: vocación y camino de santidad”. Una vocación hoy más que nunca puesta a prueba. 
João Francisco e Soraia Giovàni, Brasil
“En nuestro país, Argentina, cuando nace una familia, la primera dificultad es encontrar estabilidad económica, pero la gran pobreza, la falta de trabajo y la inflación no ayudan a los jóvenes en esta búsqueda”, dicen Liliana y Ricardo Galli, desde hace años animadores y responsables a varios niveles de Familias Nuevas en Argentina, hoy al frente del curso internacional para familias en la ciudadela internacional de los Focolares en Loppiano (Italia). “Además – continúan – cuando la familia se amplía, los hijos llegan y crecen, no podemos contar con ninguna ayuda institucional para acompañar a los cónyuges en esta etapa, sin olvidar que el laicismo fuerte, fruto del individualismo y el consumismo, no ayuda a los jóvenes a tener proyectos. El reto, entonces, es apoyar a la familia, verla como un proyecto comunitario y cuidarla en la comunidad. Vivir en red con otras familias ayuda a mantener vivo el amor familiar y a no sentirse solos”. 
Ricardo e Liliana Galli, Argentina
“El amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la Iglesia” leemos en “Amoris Laetitia” (Al 88) y para ser alimento es necesario hacer que esta unión se sostenga, como cuentan João y Soraia Giovani, durante muchos años responsables de Familias Nuevas en Brasil. “Desde que nos casamos, la fe nos ha guiado en nuestra relación con Dios y entre nosotros. Para nosotros el matrimonio es un camino de santidad que construimos cada día. Con gran alegría acogimos a nuestros hijos y, junto con otras familias, tratamos de poner en práctica las palabras del Evangelio, creciendo en la fe. Por supuesto que no faltaron desafíos durante estos 25 años de matrimonio y a veces no tuvimos respuestas, pero el deseo de fidelidad al amor de Dios fue un faro. Siempre hemos aprendido a contarnos todo y en momentos de dificultad hemos podido pedir ayuda. Dos palabras del Evangelio nos han guiado hasta hoy: “El Señor hace maravillas para quien es fiel” y “Quien cree en él no será defraudado”. La gracia del matrimonio es maravillosa y damos gracias a Dios por nuestra vida juntos”.
Maria Grazia Berretta
Jun 20, 2022 | Sin categorizar
Jesús afirmó que ya estamos limpios en virtud de la Palabra que Él nos anunció. Por ello, no son tanto los ejercicios rituales los que purifican el alma, sino Su Palabra en la medida en que seamos capaces de ponerla en práctica. Nos lleva a tener el corazón siempre orientado solo a Dios. La Palabra de Jesús no es como las palabras humanas. En ella está presente Cristo, tal como lo está, de otra manera, en la Eucaristía. Por ella Cristo entra en nosotros y, en la medida que la dejamos actuar, nos hace libres del pecado y, por lo tanto, puros de corazón. Por lo tanto, la pureza es fruto de la Palabra vivida, de todas esas Palabras de Jesús que nos liberan de los llamados apegos, en los que necesariamente se cae si no tenemos el corazón en Dios y en sus enseñanzas. Pueden referirse a las cosas, a las criaturas, a sí mismos. Pero si el corazón se orienta solo a Dios, todo lo demás cae. Para triunfar en este propósito puede ser útil, a lo largo del día, repetirle a Jesús, a Dios, esa invocación del salmo que dice: “¡Eres tú, Señor, mi único bien!”[i]. Hagamos la prueba de repetirlo a menudo y, sobre todo, cuando los distintos apegos quisieran arrastrar nuestro corazón hacia esas imágenes, sentimientos y pasiones que pueden enturbiar la visión del bien y quitarnos libertad. ¿Nos sentimos inclinados a mirar ciertos carteles publicitarios, a seguir ciertos programas televisivos? Digámosles: no. “¡Eres tú, Señor, mi único bien!”, y ese será el primer paso para salir de nosotros mismos, volviendo a declararle nuestro amor a Dios. Así habremos adquirido la pureza. ¿Advertimos que a veces una persona o una actividad se interponen, como un obstáculo, entre Dios y nosotros, contaminando nuestra relación con Él? Es el momento de repetirle: “¡Eres tú, Señor, mi único bien!”. Esto nos ayudará a purificar nuestras intenciones y a volver a encontrar la libertad interior. La Palabra vivida nos hace libres y puros porque es amor. El amor es el que purifica, con su fuego divino, nuestras intenciones y todo nuestro mundo íntimo porque, según la Biblia, el corazón es la sede más profunda de la inteligencia y de la voluntad. Pero hay un amor que Jesús nos pide y que nos permite vivir esta felicidad. Es el amor recíproco, de quien está dispuesto a dar la vida por los demás, a ejemplo de Jesús. Este amor crea una corriente, un intercambio, un clima en el que la nota dominante es precisamente la transparencia, la pureza, por la presencia de Dios, que es el único que puede crear en nosotros un corazón puro[ii] . Viviendo el amor recíproco la Palabra actúa con sus efectos de purificación y de santificación. El individuo aislado es incapaz de resistir por mucho tiempo a las solicitudes del mundo, mientras que en el amor recíproco encuentra el ambiente sano, capaz de proteger su pureza y toda su auténtica existencia cristiana.
Chiara Lubich
(Chiara Lubich, en Parole di Vita, Città Nuova, 2017, pp. 616-618) [i] Cf. Sal 16, 2. [ii] Cf. Sal 50, 12.
Jun 17, 2022 | Sin categorizar
Poner a Dios en el centro y asegurarnos de no vacilar. Vivir plenamente lo que este salmo expresa es el consuelo más grande que uno pueda recibir: sentirse conducido y saber, en lo profundo del corazón, que sólo él hace bien todas las cosas. Semillas de Paz En el edificio en donde vivimos crecía el malhumor con relación a la administración, a las reparaciones, a los ruidos. Un día reflexionaba acerca de las palabras de un sacerdote: la paz, decía, empieza dentro de nosotros, en la conciencia en donde está la semilla de la verdad que es Dios. Es una semilla que germina con la caridad puesta en práctica en las diferentes situaciones de la vida. Hablando de todo ello con mi familia, se nos ocurrió hacer cada día alguna mejora en el edificio, pero sin que se vea quién es el autor. Por ejemplo, eliminar las hojas amarillas de las plantas que están en la entrada y regarlas, limpiar los vidrios y los marcos de los cuadros en el hall, a los que tal vez nunca se les había quitado el polvo desde que se habían colocado allí. Sin duda eran tareas de la persona a la que pagamos para la limpieza, pero en la primera reunión de consorcio el administrador destacó el hecho que desde hacía un tiempo todos sentían que el ambiente era más acogedor. Surgieron incluso algunas ideas de cómo pintar la escalera. Cuando se lo dije a mis hijos, quedaron muy entusiasmados. Un aporte para mejorar el mundo puede empezar incluso desde el propio edificio. (C. – Croacia) El “montoncito” Desde los comienzos de nuestro matrimonio, hemos puesto siempre todo en común. Un día mi esposa y yo nos sentamos con lápiz y papel para ordenar la economía familiar. Más allá de las cifras áridas, cada salida y cada entrada marcaban un crecimiento en la calidad de la relación entre nosotros. Hicimos participar también a nuestros hijos. Desde ese momento pasó a ser normal que el par de zapatos que no usábamos me lo indicaran como que era una necesidad de alguien o que entre las salidas indispensables había que poner una suma a disposición del prójimo en dificultad. Un paso ulterior fue el que nosotros hemos llamado “el montoncito”: es fijarse en lo que no es estrictamente necesario para darlo a otros. Sólo después de haberlo hecho nos dimos cuenta de la importancia de ese acto. Nos percatamos de que habíamos iniciado una relación con todos los que podían tener necesidad de todo. Incluso un bolígrafo, un libro, una manta se volvían signos de atención para con el prójimo. Esta forma de comportarnos ha renovado nuestra vida. (L.R. – Olanda) Confiar Había perdido mi trabajo, pero estaba confiada de que la Providencia de Dios me haría encontrar otro. ¿Acaso no había experimentado ya muchas veces el “Dad y se os dará” (Lucas 6,38) como respuesta a mi esfuerzo por poner en práctica el amor evangélico? Ese mismo día, en la parroquia, yo tenía que contar mi experiencia cristiana. Tras haber mencionado que también estaba buscando trabajo, una chica presente en el encuentro me hizo saber que en la empresa de su padre justamente andaban buscando un empleado. Fue así como, teniendo confianza, encontré trabajo. (F.I. – Italia)
Recogido por Maria Grazia Berretta
(extraído de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VIII, número 2, mayo-junio de 2022)