«Mira el sol y sus rayos. El sol es el símbolo de la voluntad divina, que es Dios mismo. Los rayos son esta divina voluntad sobre cada uno de nosotros. Camina hacia el sol en la luz de tu rayo, diferente, distinto de todos los demás, y cumple el maravilloso y particular designio que Dios quiere de ti. Infinito número de rayos, procedentes todos del mismo sol: voluntad única, particular sobre cada uno. Los rayos, cuanto más se aproximan al sol, tanto más se aproximan entre ellos. También nosotros[…], cuanto más nos acercamos a Dios, con el cumplimiento cada vez más perfecto de la divina voluntad, tanto más nos acercamos los unos a otros… hasta que todos seamos uno». (Chiara Lubich, La Unidad, Ciudad Nueva, Madrid 2015, por D. Falmi e F. Gillet, pág. 58).
Abrir la puerta del corazón a la alegría
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