
Un pueblo en fuga
«Según datos confiables sólo en la jornada del 11 de agosto 5100 venezolanos cruzaron la frontera entre Ecuador y Perú, una cifra que supera la alcanzada en mayo pasado, cuando en un solo día se registraron 3700 nuevos ingresos. Por este motivo Ecuador se ha declarado en estado de emergencia migratoria». Roggero, nacido en Venezuela, de padres italianos, conoce bien América Latina donde ha vivido 40 años. Desde el 2015 reside en la capital peruana. No sólo Brasil, Colombia, Ecuador y Perú sino también países más lejanos como Chile, Argentina e incluso Uruguay ser han convertido en destinos de este éxodo masivo, que según muchos observadores, podría llegar a provocar una de las mayores crisis humanitarias de las últimas décadas. La nueva normativa de ingreso a Ecuador y Perú, impuesta desde hace pocos días a los ciudadanos venezolanos, requiere que presenten un pasaporte, que actualmente es imposible de obtener, en lugar de la cédula de identidad como se hacía antes. «Se trata de una realidad difícilmente comprensible si no se ha vivido en primera persona. Los venezolanos que han llegado a Perú se calcula que podrían ser 400.000; escapan de un país qué se desmorona ante una crisis gravísima donde falta todo. Están aquí en busca de un trabajo para mantener, a costo de grandes sacrificios, al resto de la familia que se quedó en Venezuela. Están dispuestos a todo, a menudo pasan hambre, trascurren hasta 3 ó 4 horas al día en un autobús para ganar unos pocos dólares. Muchos duermen a la intemperie y pasan frío porque no tiene ni siquiera una cobija y se duchan con agua fría. Pero, por lo menos, saben que quien se quedó en Venezuela (esposa, hijos, hermanos, abuelos) tienen un techo y una forma para sobrevivir con los pocos dólares que les envían. Hoy por hoy, las remesas que llegan del exterior son un rubro importantísimo en la economía venezolana». Mientras tanto, la comunidad de los focolares desde hace varios meses trata de acoger a las personas que están llegando, que se conocen a través de parientes, amigos y de las más variadas circunstancias. “Lo importante para nosotros -dice Silvano- es que encuentren un clima de familia. Y si es posible, compartimos comida, ropa, medicinas, una cobija o las indicaciones necesarias para obtener la visa temporal. El 12 de agosto nos encontramos por tercera vez en el focolar de Lima, junto al Centro Fiore que es una de nuestras sedes operativas. Éramos 23 personas de las cuales dos tercios eran venezolanas. Comenzamos, para quién lo quiso, con la misa. Después ofrecimos un almuerzo en dos grandes mesas. Antes de despedirnos, vimos una presentación en video de Chiara Lubich, porque la mayoría de los presentes no conocía el Movimiento. Un momento que es siempre conmovedor fue el dedicado a la distribución de ropa, que generosamente la comunidad local había recogido. Nos reímos mucho cuando uno de los presentes vio que el otro se probaba su chaqueta pensando que estaba disponible. Esta inusual alegría cubría realidades muy duras y todo tipo de historias dolorosas, vividas antes, durante y después de la fuga de Venezuela. Hablar y escuchar al respecto es para ellos un momento de liberación. A alguno que tenía una situación de emergencia le pudimos ofrecer que mientras estábamos allí utilizara la lavadora. Un par de rockeros, amigos de uno de los invitados, que llegaron ahí por casualidad. Al despedirse estaban impresionados por la relación que habían visto entre todos nosotros y nos definieron como “personas de calidad”. Parece que esta definición, en el mundo de los rockeros, al menos en Venezuela, es el máximo elogio posible. Y no terminó aquí: de parte de quien menos esperábamos surgió la invitación a hacer una oración final. ¡Todos en círculo, tomados de la mano, fue realmente significativo. Esa misma noche supimos que la ONU estima que 2.3 millones de venezolanos ya han escapado de su país desde el inicio de la crisis, por lo tanto todavía hay mucho trabajo por hacer y por bastante tiempo».

Educar a los hijos: alegría y desafío
Casados desde hace 31 años, con cinco hijos y esperando la primera nieta, Gianni y María Salerno tendrían muchas historias para contar y también sugerencias prácticas para brindar, especialmente a las parejas más jóvenes, acerca del tema de la educación de los hijos. Pero con su aporte al panel sobre la “alegría y los desafíos de los padres al educar hoy”, tema central del encuentro de Dublín, que está afrontando, en un clima de fiesta y oración, temas importantes – como el rol de la tecnología en la familia, la relación con la fe, las múltiples conexiones con el trabajo, la economía, el ambiente – han querido hacerse portavoces del patrimonio de vida y experiencia vivida en tantos años por las Familias Nuevas de los Focolares, de las cuales, desde hace dos años, son responsables. Una “familia de familias”, que bebe de la espiritualidad de la unidad de Chiara Lubich, y la tiene como una brújula que marca el norte en el camino de la vida, arduo a veces. Entrevistados por el diario católico “Avvenire”, Gianni y Maria sintetizaron su mensaje en Dublín: «Quisiéramos subrayar algunas “palabras clave” que nos parecen muy útiles en la relación con los hijos y que pueden ser vividas en todas partes, en todos los países del mundo, independientemente de la cultura a la que pertenecemos. La primera es desapego. Los hijos no son nuestros, son ante todo hijos de Dios. Es una actitud que impulsa a buscar su bien, en el respeto de la libertad de cada uno, ayudándolos a descubrir el plan de Dios para su felicidad. Otra palabra central es acompañamiento: haciendo sentir nuestra cercanía, los hijos pueden afrontar las dificultades sin sentirse solos, y se forman de esta manera a la responsabilidad, al compromiso, al entrenamiento constante de la voluntad. Hay también un verbo que siempre ha sido fundamental, en la experiencia nuestra y en la de tantas familias en todo el mundo con las que estamos en contacto. Ese verbo es recomenzar. Cuando nos equivocamos, cuando hay dificultades o el amor disminuye, podemos siempre poner un punto y recomenzar, pidiendo disculpas si tal vez hemos exagerado en una reprimenda, que muchas veces para los padres es más una ocasión de desahogo que una intervención educativa».
«Debemos tratar de entrar siempre en lo que los hijos están viviendo. Habitualmente usamos una expresión, ponerse en sus zapatos, que expresa el deseo de los padres de sentir en la propia piel sus emociones, miedos y dificultades, ejercitando una escucha profunda y acogedora, antes de dar respuestas apresuradas. El ejemplo, la compartición y el diálogo son fundamentales: en una familia se tendría que poder hablar de cualquier tema y los padres tendrían que estar al juego, captando con sus antenas los mensajes incluso no verbales lanzados por los hijos que a veces, especialmente en edad adolescente, suenan como verdaderas provocaciones. Además: dedicar su tiempo. Requiere mucha fatiga, tal vez de noche, al terminar una jornada de trabajo, especialmente cuando las ideas no coinciden. Deberíamos dejarnos interpelar sin miedo por ellos y por su “mundo”, incluso cuando llegan preocupaciones de distinto tipo en la salud, las compañías que frecuentan, la escuela o el futuro. Cuando ello se da nosotros tratamos de atesorar un consejo precioso: el de ocuparse y no preocuparse, para evitar que nuestra ansiedad los vuelva más inseguros y menos libres. Lo que siempre podemos hacer, al final, es rezar por ellos, confiándolos al amor de Dios. Hay casos en los que los hijos se vuelven rebeldes, rechazan la relación con los padres, poniendo en acción comportamientos violentos, opciones discutibles, a veces graves. Esto hace sufrir y desestabiliza. La herida del fracaso educativo quema y nos preguntamos como padres: ¿dónde nos hemos equivocado? También en estos casos debemos recordarnos que somos padres para siempre, y que la puerta de nuestro corazón hay que mantenerla siempre abierta. No es fácil, pero podemos tomar como ejemplo para imitar a Jesús Crucificado y abandonado, que ofreció su dolor, transformándolo en Amor. Como él, nosotros también podemos transformar nuestro sufrimiento si seguimos amando concretamente a nuestros hijos y a cada prójimo que pasa a nuestro lado, en la certeza de que al final el Amor vencerá».
Noticias de Kerala
El aluvión en Kerala, Estado de India Meridional, provocó más de 400 víctimas y casi 750 mil personas que desalojaron el lugar. Los operativos de socorro y asistencia se realizan en medio de grandes dificultades debido al difícil acceso a ciertos lugares afectados. En algunos casos hubo que lanzar comida y agua desde los helicópteros porque los caminos y los puentes fueron destruidos por las devastadoras inundaciones. Desde la comunidad local de los Focolares escriben: «Estamos volviendo de Trichy (casi a 300 km. de Kerala), donde se realizó la Mariápolis con las personas de los grupos de la Palabra de vida, esparcidos en un radio de 120 km. En el corazón, sin embargo, teníamos presente a las personas de Kerala que soportaban torrenciales lluvias. Estamos todavía en el período del monzón, viento cálido que provoca estos tifones tropicales. Sabemos que las personas del Movimiento están bien. Teníamos programado un retiro para sacerdotes en Trivandrum (en el sur de Kerala), pero lo tuvimos que cancelar pues los viajes no eran seguros y muchos sacerdotes anotados estaban involucrados en la tragedia. En el fin de semana, nuestras comunidades locales trabajarán para recolectar alimentos y objetos de primera necesidad para enviar a las zonas afectadas. Contamos con sus oraciones». También el Papa Francisco rezó por las víctimas, para que “no les falte a estos hermanos nuestra solidaridad y el apoyo concreto de la comunidad”.
Los Focolares en Italia acerca del barco Diciotti
«Seguimos de cerca y con preocupación las vicisitudes del barco Diciotti, arribado a Catania hace dos días y que tiene a bordo 177 personas, a quienes no se les permite desembarcar. Un nuevo caso, por enésima vez, lamentablemente, que en estos meses ha puesto a dura prueba la cultura de la acogida que como italianos siempre nos ha caracterizado», se lee en el comunicado de prensa del 22 de agosto con las firmas de Rosalba Poli y Andrea Goller, responsables del Movimiento de los Focolres en Italia. Hablan de «la necesidad de tener una línea compartida a nivel europeo y de buscar soluciones no improvisadas». Pero dejan traslucir «la gran preocupación por el sufrimiento de personas que están escapando del hambre, de las guerras y de la muerte». Y piden «para quienes se encuentran en la misma condición que ellos, la dignidad que hasta ahora no se les ha reconocido ni en los países de origen, ni en los que los han visto pasar, ni en el nuestro que los ha visto arribar». El comunicado concluye con un llamado a los políticos «de cualquier extracción, para que dejen de lado discusiones y ofensas entre facciones e intereses particulares, y colaboren en nombre de la pertenencia común a la raza humana, que está antes de toda otra distinción y separación». Leer también: “A-mare (o amare) il prossimo” (en italiano)

Más grande que todo es el amor
Hace más de 50 años ni siquiera nosotros conocíamos la proveniencia de nuestro amor. Nos bastaba sabernos encaminados en una aventura sin fin, sorprendidos de que nuestras diversidades estuvieran tan balanceada, y fueras tan agradables y complementarias haciéndonos sentir, si bien diferentes, maravillosamente iguales. Sentíamos que estábamos dispuestos a todo, convencidos de que nadie se amaba como nosotros. Porque nosotros habíamos inventado el amor. No había pasado ni un año desde nuestro fatídico Sí y ya alguna sombra había empezado a oscurecer nuestro horizonte. El trabajo, el cansancio, la rutina,… Lo sabemos, el enamoramiento a un cierto punto se acaba. Y fue entonces que alguien nos reveló que Dios es la fuente de cada amor. que Él es el Amor. Habríamos tenido que saberlo, porque al pronunciar el pacto nupcial Él estaba ahí con nosotros, es más, a partir de ese momento se estableció en medio nuestro. ¡Pero estonces nosotros no sabíamos que Su presencia formaba parte del “paquete”! Sólo después entendimos, que Él se nos dona totalmente, pidiendo a cambio solamente un pequeño precio cotidiano: que nos amemos con Su mismo amor. ¿El enamoramiento se acaba? En su lugar tiene que entrar el amor. Si la fe es una virtud, por decir de alguna forma, interior, el amor es su expresión externa, visible. El amor es la virtud más grande de todas, más que la fe, más que la esperanza, porque en la otra vida no habrá necesidad de esas virtudes, el amor en cambio permanece también en el Paraíso. Es el amor que hace de dos una sola carne, una sola entidad, intocable e indisoluble, un “nosotros” abierto a lo Absoluto. El amor tiene que alcanzar la paradoja de hacerse nada para hacer vivir al otro. Sólo asi nuestro amor puede reflejar su designio originario.
El “nosotros” de la pareja es el primer fruto de la fecundidad de nuestro amor. La complementaridad de lo masculino y lo femenino se expresa en mil gestos cotidianos, de servicio recíproco, de ternura, hasta la plena intimidad de los cuerpos. Se actúa en el compartir el espacio, el tiempo, los compromisos, en un nosotros que ha de aprender a salir, hacia los hijos primero que nada y después hacia los demás. Un nosotros que es el típico modo que tienen los esposos de evangelizar, poniéndose delante de los demás como un ejemplo entre tantos, y no como un modelo de familia ideal, que no existe. Nuestra única oportunidad es el amor, aunque nos sintamos imperfectos, aunque nos parezca que nos hemos equivocado en todo, lo importante es creer que en el momento presente podemos ser la persona justa para el otro y que lo sintamos en el momento en el que decidimos amarlo así como es, sin pretender que cambie. Viviendo las tres palabras ‘mágicas’ que nos enseña el Papa Francisco: permiso, gracias, disculpa. Dicen que la familia hoy está atravesando la más trágica de sus crisis. No nos quedemos recordando los lindos tiempos que pasaron. El momento favorable es hoy. Es en la familia donde se enciende la vida. Es ahí donde se aprende a compartir, alegrías y sufrimientos, a conocer la enfermedad, a afrontar la muerte. El amor la hace el lugar de lo imposible. De ello dan testimonio muchas familias que acogen hijos, incluso con discapacidades, es más que los adoptan precisamente porque son así, que hospedan a padres ancianos, que abren su casa a los migrantes, que cooperan para rescatar a los hijos que han quedado atrapados en las dependencias. En estos más de 50 años la vida nos ha enseñado muchas cosas, aprendimos a gozar, a rezar, a acoger, a esperar. Nos hemos equivocado muchas veces, pero con Su gracia y en el perdón, hemos recomenzado. Volviendo a poner en las manos de Dios nuestro amor. Y Él, como en las bodas de Canán,nunca ha dudado en cambiar nuestra pobre agua un vino generoso, haciéndolo prodigiosamente disponible también para quien estaba a nuestro alrededor. Y ahora, a pesar de que han transcurrido los años y la pasión se ha atenuado, y se ponen en evidencia los límites de nuestros carácteres, seguimos confiando en beber de su inagotable fuente, felices de sentirnos compañeros y cómplices hasta el final.