En la Mariápolis Europea la historia de una amistad posible que lanza semillas de paz Abrirse y “elegir un estilo de vida inclusivo”. Abrirse a reconciliarse con el otro y descubrir la perla que está dentro de cada hombre. Abrirse como Jesús, que para todos se vuelve encuentro, y dejar actuar al Espíritu Santo “que se alegra en la diversidad pero persigue la unidad”. Es el camino que desde hace muchos años recorre el Reverendo Ken Newell, ministro presbiteriano de Belfast, capital de Irlanda del Norte. Una tierra que todavía hoy sufre por las heridas dejadas por el conflicto de finales de los años ’60, durante 30 años, donde entraron en conflicto unionistas y separatistas: los primeros, protestantes, que apoyaban la pertenencia al Reino Unido; los segundos, católicos, promotores de la reunificación entre el Norte y el Sur de Irlanda. Un conflicto de matriz política que envenenó el tejido social, transformando las ciudades en campos de batalla y llevó a la “segregación religiosa”: protestantes y católicos viven en barrios diferentes, las comunidades no se encuentran, hay desconfianza y prejuicios. No ha sido fácil para el reverendo Ken, intentar construir puentes. El primer trabajo lo tuvo que hacer en sí mismo: “Crecí en Belfast en una comunidad protestante y unionista –cuenta a la Mariápolis Europea- durante mis primeros años de vida fui plasmado por la cultura de mi comunidad (…); muchas cosas eran sanas, buenas y serenas; otros aspectos en cambio me influenciaron con actitudes negativas en relación con la comunidad católica, irlandesa y nacionalista, para superarlas necesité años”. Fue un camino que lo llevó a abrirse poco a poco y a descubrir la belleza de la diversidad. Como cuando estando en Holanda un sacerdote lo convenció de que participara en una Misa. O en Indonesia, donde siendo profesor en un seminario de Timor, pudo sumergirse en un país diferente, con un idioma, alimentación y cultura propios. “Empecé a darme cuenta que, así como el arcoíris tiene colores distintos, así Dios creó la raza humana con increíble diversidad; valorar la cultura de Timor me enseñó a valorar lo bueno de mi cultura”. Por el vínculo con el sacerdote Noel Carrel, descubrió que la amistad era posible: “nos dimos cuenta de que estábamos en Timor para servir al único Cristo, que teníamos el mismo Padre celestial y que éramos hermanos. Me preguntaba si sería posible tener un amigo así en Irlanda del Norte”. A partir de este momento tome clara conciencia: “El Espíritu Santo me hizo abrirme a la “diversidad” del otro lado del mundo y me empujó a buscar lo mejor en la cultura y en la espiritualidad católica irlandesa”. Regresando a Belfast, en el ’76, fue llamado a guiar la Iglesia presbiteriana de Fitzroy: con un estilo de vida incluyente y contracorriente. En uno de los momentos más duros del conflicto, su invitación a construir nuevas relaciones fue acogida por los miembros de un monasterio redentorista de Clonard; así nació la Asociación Clonard – Fitzroy. La amistad humana y espiritual con el Padre Gerry Reynolds, responsable de la Comunidad de Clonard, y “compañero en la construcción de la paz”, dio vida a muchas experiencias de comunión: “Empezamos yendo juntos a los funerales de los policías que habían sido asesinados por los terroristas y de los civiles inocentes asesinados por grupos de paramilitares lealistas; era raro ver ministros protestantes y sacerdotes católicos juntos en los funerales para confortar a los familiares de los fallecidos”. Después sucedió que empezaron a participar los unos en las celebraciones de los otros y también el Padre Gerry y el Reverendo Ken participaron juntos en matrimonios entre personas de Iglesias diferentes. Fue posible otro paso que antes habría sido impensable: el sacerdote y el ministro fueron invitados a encuentros con líderes políticos de las partes en conflicto, para buscar un cese al fuego y adoptar políticas de paz. Poco a poco los políticos de los principales partidos de Irlanda del Norte, el DUP, pro-británico, y el Sinn Fein, pro-irlandés, reconocieron en la Asociación Clonard – Fitzroy un “espacio seguro” donde confrontarse. Siguió creciendo el deseo de reconciliación que en el 2007 llevó al “milagro de Belfast”: “en Stormont, el palacio de gobierno de Irlanda del Norte –cuenta el Rev. Newell – el Rev. Ian Paisley, primer ministro del poder ejecutivo compartido, y el vice-primer ministro, Martin McGuinness, ex comandante del IRA, bajaron juntos la escalera de mármol, se sentaron uno al lado del otro ante la prensa mundial y se dirigieron al pueblo de Irlanda del Norte; hablaron de su determinación de conducir el país hacia un futuro mejor y más reconciliado”. Fue el alba de un nuevo día. La Asociación Clonard-Fitzroy, que trabaja desde hace 38 años y ha inspirado miles de iniciativas similares, en 1999 recibió el premio internacional de paz Pax Christi.
Claudia di Lorenzi
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