Movimiento de los Focolares

Chiara Lubich: Una cultura de paz para la unidad de los pueblos

Dic 17, 2024

“Creer, pues, que Dios nos ama, para poder lanzarnos con mayor fe en la aventura del amor y trabajar junto a Él por una Nueva Humanidad”. Es lo que afirmó Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, durante un Congreso internacional en Castel Gandolfo (Roma-Italia) el 11 de junio de 1988.

[…] Estar convencidos de que, para que la civilización del amor sea una realidad, hay que hacer estallar en el mundo una corriente de amor que lo invada; sin ella todo queda a nivel de un sueño, y está destinada a morir.
[…] El amor. Enseñar a amar. Pero sabe amar realmente quien se sabe sinceramente amado. Esta es una constatación humana, pero no es menos válida en el ámbito sobrenatural.
Saber que somos amados. ¿Por quién? Por Aquel que es el Amor. Tenemos que abrir los ojos al mayor número posible de nuestros hermanos para que vean, descubran la fortuna que poseen, a menudo sin saberlo. No están solos en esta tierra. Existe el Amor; tienen un Padre que no abandona a los hijos a su destino, sino que quiere acompañarlos, custodiarlos, ayudarlos. Es un Padre que no carga pesos insoportables sobre los hombros de los demás, sino que es el primero en llevarlos; en nuestro caso: que no deja la renovación de la sociedad solo a la iniciativa de los hombres, sino que es el primero en ocuparse de ella. Es necesario que los hombres lo sepan y recurran a Él conscientes de que nada le es imposible. Creer, pues, que somos amados por Dios para poder lanzarnos con mayor fe a la aventura del amor y trabajar junto a Él por una Nueva Humanidad.
Después, poner al hombre en el centro de nuestros intereses y compartir con él desgracias y éxitos, bienes espirituales y materiales. Y, para amar bien, no ver en las dificultades y distorsiones y sufrimientos del mundo solo males sociales que hay que remediar, sino descubrir en ellos el rostro de Cristo, que no desdeña esconderse bajo cada miseria humana. Él es el resorte que desencadena las mejores energías de nuestro ser ─especialmente de los cristianos─ en favor del hombre.
Y puesto que el amor del que hablamos ciertamente no es solo filantropía, ni solo amistad, ni pura solidaridad humana, sino sobre todo un don que viene de lo Alto, ponerse en la mejor disposición para adquirirlo, alimentarse y vivir de la Palabra de Dios. […]
Y que cada uno en su pequeño o gran mundo cotidiano, en la familia, en la oficina, en la fábrica, en el sindicato, en lo vivo de los problemas locales y generales, en las instituciones públicas de la ciudad o de más grandes dimensiones, hasta la ONU, sea verdaderamente constructor de paz, testigo del amor, factor de unidad.

Chiara Lubich
Foto: © Genfest 2024 – CSC Audiovisivi

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