«Hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz. Para encontrarlo, muchos de ellos están dispuestos a arriesgar la vida en un viaje que en gran parte de los casos es largo y peligroso, a sufrir fatiga y sufrimiento, a afrontar alambrados y muros elevados para mantenerlos lejos de la meta». El primer día de este nuevo año, el augurio de paz del Papa Francisco está dirigido a los 250 millones de migrantes, de los cuales 22 millones son refugiados. Es un texto rico de propuestas, ofrecidas para el análisis y estudio de la comunidad internacional. ¿Por qué hay en el mundo tantos refugiados y migrantes? Recuerda Francisco: «San Juan Pablo II estuvo entre el creciente número de prófugos debido a las consecuencias de una interminable y horrenda serie de guerras, conflictos, genocidios, de “limpiezas étnicas”, que caracterizaron el siglo XX. El nuevo siglo todavía no ha registrado un cambio auténtico: los conflictos armados y otras formas de violencia organizada siguen provocando la movilización de las poblaciones dentro de los confines nacionales y más allá. Pero las personas migran también por otras razones, en primera instancia por el deseo de tener una vida mejor». Cuantos fomentan el temor ante las migraciones globales, a veces con fines políticos más que para construir la paz, siembran la violencia. «En cambio –afirma el Papa-, los invito a verlas como una oportunidad para construir un futuro de paz». Los migrantes y los refugiados no llegan nunca con las manos vacías, porque «traen una carga de valentía, de capacidad, de energía y aspiraciones, además de los tesoros de sus culturas nativas, y de este modo enriquecen la vida de las naciones que los acogen». Con su estilo, Francisco no se limita a dar una serie de “lineamientos” genéricos, sino que indica una estrategia integral, compuesta por cuatro acciones: acoger, proteger, promover e integrar. Acoger, en primer lugar, significa «ampliar las posibilidades de ingreso legal, no rechazar a los prófugos y migrantes hacia lugares donde les esperan persecuciones y violencia, y balancear la preocupación por la seguridad nacional con la tutela de los derechos humanos fundamentales». Sobre el tema del proteger, Francisco recomienda que, en el respeto de la dignidad de la persona, a los migrantes y refugiados se les conceda la libertad de movimiento, la posibilidad de trabajar, y, especialmente, que se impida la explotación de las mujeres y los niños, que son quienes están «más expuestos a riesgos y a abusos». Promover, en el mensaje del Papa, significa sostener «el desarrollo humano integral». Entre los muchos instrumentos, se subraya «la importancia de asegurar a los niños y a los jóvenes el acceso a todos los niveles de instrucción, de este modo ellos no sólo podrán cultivar y hacer fructificar sus capacidades, sino que tendrán la posibilidad de ir al encuentro de los otros, cultivando un espíritu de diálogo en cambio del aislamiento y la confrontación». Finalmente, integrar, que no es sinónimo de asimilar, de olvidar las propias raíces y perder la identidad, sino por el contrario, significa «permitir a los refugiados y migrantes participar plenamente en la vida de la sociedad que los acoge, en una dinámica de enriquecimiento recíproco y de fecunda colaboración en la promoción del desarrollo humano integral de las comunidades locales». No falta un explícito llamado a la responsabilidad de los Estados de todo el mundo. El Papa Francisco auspicia que las Naciones Unidas alcancen, en el 2018, el esperado doble acuerdo a nivel global –para favorecer la migración segura, ordenada y regular y para tutelar a los refugiados – inspirados «por la compasión, la amplitud de perspectivas y la valentía, de modo que se aproveche cada ocasión para hacer que avance la construcción de la paz: sólo así el necesario realismo de la política internacional no se convertirá en una especie de cinismo y en la globalización de la indiferencia». También en tiempos difíciles, el Papa Francisco, recordando las palabras de San Juan Pablo II, pretende confiar al mundo un nuevo mensaje de esperanza: «Si el “sueño” de un mundo de paz es compartido por muchos, y si se valora el aporte de los migrantes y de los refugiados, la humanidad se puede convertir cada vez más en familia de todos y nuestra tierra en un auténtica “casa común”». Lee el mensaje integral
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