Provienen de países y culturas muy distintas:Albania, Ucrania, Georgia, Marruecos, Senegal, Rumania, Nigeria, Bielorrusia. Como tantos otros de sus connacionales, a menudo han dejado situaciones dramáticas a sus espaldas y a sus seres queridos, detrás de la esperanza de un trabajo y de una nueva perspectiva de vida.
Arribaron a Acquaviva delle Fonti, una pequeña ciudad de la provincia de Bari que, como otras de Italia meridional se ha convertido en meta o estación de paso de sueños y deseos. Aquí la comunidad de los Focolares ya desde hace tiempo se siente interpelada por esta presencia: “Sentíamos en nuestro corazón la exigencia –escriben- de lograr que muchos extranjeros emigrantes pudieran sentirse acogidos en nuestra ciudad”. Se entretejieron relaciones personales, se crearon vínculos de amistad que superaban barreras y desconfianza: “hace tres años -´prosiguen- pensamos organizar un momento de fiesta para compartir todos juntos durante el período navideño, para que pudieron respirar en cierta forma el sentido de familia, en lugar de la soledad y la emigración que tantos lamentablemente experimentan”. Las relaciones se fortalecieron, el encuentro navideño se volvió una costumbre: “a esa que llamamos la ‘fiesta de los pueblos’, nuestros amigos sentían la libertad de extender la invitación a otros amigos extranjeros, que estábamos felices de acoger”.
Este año estuvieron presentes unas cincuenta personas de todas las edades y de distinto credo religioso: “Gracias al clima familiar que ya se había instaurado anteriormente y que enseguida se renovó, espontáneamente empezaron a compartir las experiencias de la llegada a Italia, poniendo en común alegrías y sufrimientos”,
La propuesta de vivir la “regla de oro” – haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti – como base para construir la fraternidad universal y punto en común a pesar de la diversidad de credo religioso, fue aceptada y adoptada por todos. Experimentaron como “el amor recíproco abate toda distancia. En el buffet que concluía la velada había platos típicos de las distintas tierras de proveniencia, preparados por nuestros amigos. La alegría más grande fue experimentar qué significa ser una familia”.
Abdul, de Senegal, al final de la velada, invitó a algunos de la comunidad a participar en un encuentro de oración en un pueblo cercano: “Fue grande su alegría y su sorpresa al vernos llegar, había 200 senegaleses musulmanes, descalzos, sentados en los tapetes, que leían el Corán. Abdul nos presentó a su lider espiritual y todavía dos días después seguía agradeciéndonos conmovido por nuestra visita”.
Otro gesto concreto fue la apertura de una “oficina de escucha”, a cargo de toda la cominudad, se ocupa de identificar las necesidades y poner a disposición los talentos de personas voluntarias, quienes ofrecen lecciones de italiano para los niños y sus padres, brindan ayuda para resolver problemas burocráticos o también ofreecen consultas médicas de distinto tipo.
“Esta experiencia de familia –concluyen- y los frutos que de ella surgen, nos da la seguridad de que el mundo unido no es una utopía, sino una realidad viva en medio nuestro”.
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