Quisiera «consolarlo», «correr por el mundo y recogerle corazones» es el espontáneo impulso que Chiara Lubich advierte cuando el 24 de enero de 1944 toma conciencia del abismal grito de Jesús en la cruz: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Si en ese momento ha sufrido más – concluye – quiere decir que en esa hora nos ha amado más. ¡Hagamos de Él el Ideal de nuestra vida!». ¡Y pensar que en aquel entonces en Teología no se reflexionaba sobre el abandono experimentado por Jesús! La piedad cristiana concentraba su atención en los dolores físicos, sobre la agonía en el Huerto de los Olivos. Y, sin embargo, la segunda guerra mundial y, en particular, el holocausto estaban excavando en la conciencia de la humanidad un abismo que sólo esta experiencia extrema de Jesús podía de alguna manera colmar. Chiara, todavía joven, opta por buscar y amar a Jesús abandonado en los innumerables rostros del sufrimiento humano personal y colectivo, sólo por amor: para no dejar a solas al Abandonado. Pero, demasiado pronto, hace una experiencia inesperada: «Si uno se lanza en un mar de dolor se encuentra nadando en un mar de amor». El desgarro se transforma en alegría y transforma las relaciones, crea comunión: «Son las dos caras de una única medalla. A todas las almas les muestro la página de la Unidad. Para mi y para las almas que están en primera línea por la Unidad, único todo es Jesús abandonado». Los años 1949-1951 traen nuevas intuiciones. La herida del abandono como expresión del máximo Amor se convierte para Chiara en la piedra angular de su visión de la historia, de la vida humana y, aún antes, de Dios. La contempla como «la pupila del Ojo de Dios hacia el mundo: un Vacío Infinito a través del cual Dios nos mira. La ventana de Dios abierta de par en par hacia el mundo y la ventana de la humanidad a través de la cual se ve a Dios». Siguen años de prueba por el profundo estudio que realiza la Iglesia examinando el nuevo carisma, tiempo de suspensión que Chiara vive a la luz del Hijo abandonado por el Padre, convencida de que la Iglesia en todo esto es Madre. Etapa tras etapa, el volumen recorre así el trayecto de la aventura espiritual de Chiara, por medio de sus apuntes, cartas, diarios y discursos, recogidos en seis capítulos. 160 páginas que podrán acompañar y dar claridad a nuestro vivir cotidiano, con introducción del teólogo Hubertus Blaumeiser. Con la aprobación de los Focolares por parte de la Iglesia, al inicio de los años ‘60, se abre una nueva perspectiva. Jesús abandonado se convierte en el motor que impulsa a ir al encuentro de los desafíos sociales, a las laceraciones de todo tipo. Es “maestro del diálogo” en ámbito ecuménico e interreligioso, se manifiesta como el “Dios de hoy” capaz de hablar también a quien no cree, además de ser fuente de un gran cambio cultural. Con él la autora emprende lo que ha llamado el “Santo Viaje”, un camino comunitario de santidad que ha involucrado a centenares de miles de personas de los cinco continentes: «Él es el sumo Maestro de la vida espiritual, del desprendimiento de nosotros mismos, de las personas, de todo, de lo que es de Dios pero no es Dios». Así hasta la última “noche” en la cual Chiara se adentra aún más en la abismal separación experimentada por Jesús y al mismo tiempo se ensimisma con la noche cultural de la humanidad. «Amando a Jesús abandonado – escribe – encontramos el motivo y la fuerza para no huir de estos males, de estas divisiones, sino para aceptarlos y consumarlos y aportar así nuestro personal y colectivo remedio». Y se dice convencida de que: «Si logramos encontrarle en cada dolor, si lo amamos dirigiéndonos al Padre como Jesús en la cruz: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” (Lc 23, 46), entonces con Él la noche será un pasado, la luz nos iluminará».
Ser “prójimos”
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