¿Qué es lo que te impulsó a hacerte sacerdote?, pregunta una jovencita de trece años al Padre Marco, en el curso de una entrevista informal sobre muchos “lindos acontecimientos” que vivió durante su vida de sacerdote. «A mí no me atraía tanto ser sacerdote. Pedí sólo un consejo a algunas personas que conocían el mundo, más que yo, que eran más adultos, para comprender qué era lo que más necesitaba la humanidad de hoy. Podía ser un profesor, un ingeniero, me habría gustado también ser arquitecto, o viajar. Me gustaban muchas cosas. Y en los estudios me iba bien. Eran los años del boom económico y tenía muchas posibilidades. Estaba indeciso porque tenía una beca de estudio en la universidad, pero quería ser útil. Es así que le pedí una cita al Obispo. Quería preguntarle qué pensaba, qué es lo que más le servía a la humanidad. Él estaba tan ocupado que no tuvo tiempo de hablar conmigo. Estuve muchas horas solo, tanto que pensé: “seguramente la humanidad no tiene necesidad de mí, pero tal vez ni siquiera la iglesia me necesita, porque ¿quién te ha dicho que eres tan importante? Tal vez no valgo nada… pero amo a Jesús, lo amaré siempre, aunque tuviera que ser un inútil”. Cuando al final el Obispo tuvo tiempo de hablar conmigo y me preguntó para qué iba a hablar con él, ¡no quería nada más! Y entonces le dije que tal vez podía colaborar… Él estaba sorprendido, indeciso, pero al final me dijo: “Ayer puse la primera piedra de una iglesia. Cuando dentro de seis años esta iglesia esté terminada, no hay ningún sacerdote para ir allí. ¿Quieres tú ser el párroco de esa iglesia?” Mi experiencia fue la de una elección de Dios antes que todo, es decir, no la de ser sacerdote, sino la de seguir a Dios y amar a Jesús, aunque tuviese que ser un inútil, pero mientras tanto algo Jesús te pone a hacer». (Padre Marco – Italia)
Escuchar atentamente, hablar intencionalmente
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