Movimiento de los Focolares

El rostro de Dios hoy

Ago 22, 2019

Desde el 2012 el festival de Salisburgo, es el evento más importante del mundo dedicado a la música clásica. Se inaugura con una obertura espiritual, es decir una serie de conciertos de música sacra y de conferencias dedicadas al diálogo entre las religiones. Participan muchos grandes de la escena musical y por primera vez, este año estubo presente también la Arquidiócesis de Salisburgo con una exposición del artista francés Michel Pochet.

Desde el 2012 el festival de Salisburgo, es el evento más importante del mundo dedicado a la música clásica. Se inaugura con una obertura espiritual, es decir una serie de conciertos de música sacra y de conferencias dedicadas al diálogo entre las religiones. Participan muchos grandes de la escena musical y por primera vez, este año estubo presente también la Arquidiócesis de Salisburgo con una exposición del artista francés Michel Pochet. En la tarde, del sábado 20 de julio de 2019, el salón de ingreso del palacio arzobispal de Salisburgo se llenó de gente, entre otros estaban presentes la presidente del Festival Helga Rabl-Stadler y el Arzobispo de Salisburgo, Franz Lackner quienes inauguraron la exposición del artista francés Michel Pochet, titulada “Lacreme” (“Lágrimas”) . “Es la primera vez que la Iglesia católica de Salisburgo participa en la así llamada ouverture spirituelle del festival de música” -explicó Mons. Matthäus Appesbacher, vicario del Obispo, relatando la génesis de esta exposición. Cuando él se enteró de que el artista había tenido la posibilidad de regalarle al Papa Francisco un lienzo que representaba el rostro lloroso de Dios-misericordia decidió invitarlo a la ouverture spirituelle de este año, cuyo tema central eran precisamente las lágrimas. “La belleza – subrayó Michel Pochet en su breve intervención- es una necesidad primaria del ser humano”. Y para subrayar la necesidad de liberar a los artistas del complejo de su inutilidad social relató lo ocurrido a un chico de Amazonas quien con la música de su flauta trataba de sostener a sus familiares que padecían hambre. Las obras elegidas para esta exposición, que se concluyeron el 30 de julio pasado, estimulan el diálogo. La exposición se encuentra en el majestuoso marco de la ciudad de Salisburgo, donde resalta por doquier el pacto que en tiempos pasados, se estableció entre la Iglesia y el poder. Aquí el encuentro entre Iglesia y arte ha asumido un carácter fuertemente celebrativo, en cambio las obras de Pochet son decididamente anti-triunfalistas: en su materia, forma y contenidos. Sus lienzos lo demuestran, por ejemplo, uno en el que “cuenta” la presencia de Dios en Auschwitz, en el que utilizó trazos ligeros sobre una tela blanca reducida casi a trizas. Pochet dibuja el indecible dolor de la montaña de cadáveres observados por el rostro-corazón de Dios que llora. Un detalle sorprendente, que casi irrita, es que cada cadáver tiene un cartelito que lo identifica aunque esto no existía en los campos de concentración. Sin embargo son nombres que conocemos a través de las novelas televisivas, y aunque sea un procedimiento burocrático, de esta forma se puede arrancar a los muertos del anonimato de las fosas. En el lienzo ellos son un tímido recuerdo de la memoria de Dios, y aunque se hizo el intento de borrar innumerables nombres de la faz de la tierra, Él no los olvida. Junto a esta escena, como contrapeso, aparece un gran rostro de María con rasgos firmes, que tiene un aspecto casi viril; ese lienzo está hecho con colores tiernos y está lleno de poesía, las lágrimas de María son como perlas del rocío y reflejan la aurora de una nueva creación. La exposición está montada en el salón del ingreso y en una sala adyacente. Incluye un ciclo en blanco y negro, que es una ‘Via Crucis’ e incluye escenas de la pasión de Jesús y escenas del dolor de nuestros tiempos. Prosigue con una serie de meditaciones sobre otros “rostros de Dios” con los que Él se acerca a su pueblo a través de sus arcángeles. La exposición puede ser definida como “arte sacro”, si bien se distingue notablemente de otras representaciones a las que se le atribuye este nombre. No ilustra escenas tomadas de la sagrada escritura -como se hacía en el barroco o en el rococó- sin embargo trasmite conceptos teológicos, pero tiene la audacia de aportar una reflexión personal. La concentración en el rostro hace pensar en las palabras del filósofo Giuseppe M. Zanghí, según el cual “lo Sagrado emergente” del siglo XXI es “Uno sin rostro”, un “Poder sin rostro”. 1)

Peter Seifert, historiador de arte

    1) Giuseppe Maria Zanghí, Notte della cultura europea, Roma 2007, pp. 46-47

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