«Saber perder», un binomio “impactante”. Así, el metropolita Chrisostomos de Kyrinia, definió el título de uno de los primeros libros de Chiara Lubich traducidos al griego, y presentado en una velada en Nicosia, el pasado 31 de octubre. Impactante y paradójico, porque «todos en la vida queremos ganar, pero es verdad que la vida del cristiano está llena de paradojas; está hecha de martirio y de testimonio. Chiara, con palabras sencillas, logra tocar este misterio ayudándonos a vivirlo en nuestra cotidianidad». La Metropolía de Kyrinia patrocinó el evento, en el que participaron unas ochenta personas, entre los cuales estaba el embajador italiano en Chipre, Guido Cerboni. Dieron sus aportes en el evento el arzobispo católico-maronita Youssef Soueif y el padre ortodoxo Dimostenis.
El metropolita y el arzobispo expresaron en varios momentos su gran alegría por tener la ocasión de presentar el Movimiento de los Focolares en Chipre de forma más oficial. Y la misma alegría embargaba a muchos otros que conocen los Focolares desde hace varios años. Recorriendo juntos también las etapas históricas del encuentro entre Pablo VI y Atenágoras, se hizo puso en evidencia para los presentes una historia que avanza hacia la unidad visible entre las Iglesias cristianas.
«El mensaje de Chiara es un llamado al mundo entero que tiende a encerrarse – afirmó el arzobispo Youssef Soueif–. Su mensaje de unidad fortalece la voluntad de abrirse unos a otros… Para nosotros, aquí en Chipre, el llamado a la unidad es una responsabilidad común». Luego, en un diálogo personal, al final de la velada, subrayó: «Vuestro carisma contiene un innato impulso a ir hacia el otro, es diálogo y es precisamente lo que hoy necesita con urgencia nuestro Oriente Medio ». Veía en este encuentro un paso emblemático hacia la comunión entre las dos iglesias: «¡Necesitamos de estos gestos!».
Muy apreciada fue la intervención de Florence Gillet acerca del vínculo entre el pensamiento de Chiara Lubich y la riqueza de los Padres orientales.
Especialmente significativo el testimonio de Lina, chipriote, quien desde hace años anima la pequeña comunidad del movimiento en la isla. A través del carisma de la unidad Lina redescubrió a Dios Amor y Padre, y esto la animó a conocer más profundamente su iglesia griego-ortodoxa y a volver a los sacramentos. Entre otras cosas decía:
“Viviendo el Evangelio, encontré una relación vital con los Padres de la Iglesia y con sus enseñanzas, en las que nunca había ahondado. Me di cuenta de que estaba haciendo la experiencia de lo que dice San Juan Crisóstomo: “Veo a mi hermano, veo a mi Dios”.
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