Movimiento de los Focolares

En medio del caos social, un contagio positivo

Dic 11, 2013

Los Jóvenes por un mundo unido de Córdoba (Argentina), salen a las calles para ayudar a restablecer la paz y el orden luego de graves disturbios sociales.

Córdoba, una ciudad con 1.2 millones de habitantes, en el corazón de Argentina. Un conflicto salarial con la policía provincial llevó a que se acuartelaran y dejaran las calles sin vigilancia. En la tarde y noche del 3 de diciembre y durante la madrugada del 4, se produjeron saqueos a más de 1000 comercios, casas de familia y hasta el depósito de Caritas, a manos de delincuentes organizados en motos. Para destrabar el conflicto fue fundamental la acción de Comipaz (el comité interreligioso) a través del Obispo, el Rabino y representantes de distintas confesiones, con lo que se llegó a un acuerdo al mediodía del 4 y la policía poco a poco fue tomando el control de la ciudad. Ese día todos habían permanecido en sus casas: los comercios, las escuelas, las universidades y las oficinas públicas estuvieron cerradas.

Apenas se vislumbró el acuerdo comenzó la acción de Jóvenes por un mundo unido, como nos cuenta Ana María Martínez: “Todos estábamos viviendo el tema de los saqueos con miedo, en nuestras casas. Pero no podíamos permanecer ajenos a lo que pasaba en nuestra Córdoba. Teníamos un gran empuje para demostrar a la sociedad que algo bueno puede salir de tanta bronca, locura y corrupción estructural.

Nos dimos cita en una plaza del centro de la ciudad. Avisamos por las redes sociales. Al instante, mucha gente empezó a difundir nuestra iniciativa, por todos los medios.

A las 16 horas llegaron los primeros y en veinte minutos éramos alrededor de 30 jóvenes, había un canal de televisión y algún periodista gráfico. La mayoría traía alimentos no perecederos que juntábamos para luego acercar al depósito de Cáritas, que también fue víctima de los saqueos. A medida que pasaban las horas, se sumaban más, de a dos u ocho jóvenes. Venían porque se habían enterado por facebook o porque algún amigo les había contado. Terminamos siendo 100, sin contar las decenas de personas que se sumaron en sus edificios o en alguna calle”.

El trabajo era mucho: limpiar cenizas de incendios, retirar restos de las barricadas… “Más allá de la acción concreta, la idea era charlar con los vecinos, ofrecer un momento de escucha”. La noche anterior había sido terrible: tiros, sirenas de alarmas en casas cercanas, saqueos, muchos que se quedaron defendiendo su pequeño negocio.

“La respuesta fue increíble. Los vecinos traían agua para los que trabajaban, guantes, escobas, palas. Muchos se sumaban a limpiar, porque les conmovía ver que gente que no era de la zona, se había movido a limpiar su barrio”.

La repercusión fue inesperada: diarios, radios, noticieros habían transmitido la acción de los jóvenes, “y creemos que algo logramos, quizás más allá de la limpieza de las calles del centro de nuestra ciudad. El cambio fue más adentro. Entendimos que depende de cada uno salir a hacer algo distinto y que, si bien el día anterior se había producido un contagio de delincuencia y oportunismo, hoy fuimos testigos de un contagio de buena voluntad, de trabajo y esfuerzo por ayudar y protagonizar un cambio”.

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