«La non-violencia es, en India, una noble tradición. Ella se encarnó en Ganhi, quien con el método de la no-violencia –desobediencia civil, marchas pacíficas de protesta, no cooperación, ayunos, etc.- despertó en 300 millones de creaturas esclavizadas y hambrientas la conciencia de la libertad y las guió a la independencia de India y de Paquistán. (…)
Parte de la constatación que desde entonces la violencia ha dominado la historia humana, la cual, en gran parte, es una lista de batallas, revoluciones, agresiones: como lo es también la crónica cotidiana, entretejida en buena parte por robos, homicidios, atropellos y enfrentamientos.
También nuestra época está llena de opresión y maltrato hacia la libertad, la verdad, la paz, la prosperidad.
La violencia se anida en nuestro subconsciente.
(…) Donde hay un orden, se truncan la mayoría de los delitos; (pero) junto al proceder agresivo, instintivo, existen otras formas, que podríamos considerar, reflexivas, civiles, conducidas por la presión moral hasta llegar al culto de la personalidad, con imposición de ritos, tendientes a ensalzar al violento, como si fuera un Dios, poniendo a los otros a sus pies como siervos.
Quien siembra vientos recoge tempestades. La no-violencia no siembra vientos, por lo general. A ella no la mueve la soberbia, sino por la humildad; no el instinto sino la razón; y ve las personas y los eventos desde una perspectiva que va más allá de lo contingente y se alimenta de lo Eterno.
La no-violencia por lo tanto se basa en una doctrina, en una espiritualidad o en un método de acción, sobre todo en los tiempos modernos, para vencer la opresión política, el racismo, la guerra, y todo mal común, sin recurrir a la guerra, ni al antirracismo, ni a la venganza, sino oponiendo la vida a la muerte, el amor al odio, la paz a la guerra, el sufrimiento a las vejaciones.
La no-violencia frena la espiral de la violencia, importada de las luchas de clase, de raza, de ideología y de cualquier otro tipo: trunca el ciclo del mal, porque la víctima responde con el bien, o la menos no responde con otro mal.
Se objeta: ¿La no violencia no es utopía, fanatismo, sentimentalismo?
Se responde: – No es inconsciente una idea, que logra reunir, potenciar y conducir a la independencia política y a la reforma económica una población de 400 millones de habitantes (como India), dividida por castas, idiomas, religiones, distancias. ¿Qué otro ideal habría sido capaz de suscitar tal milagro, en ese ambiente y en esas condiciones?
No es una debilidad. La misma demuestra una fuerza que requiere valentía. Como decía Mahatma Gandhi: “Se necesita valor para resistir a la violencia, hace falta haber vencido el miedo”.
Quien vence el temor está en el amor, según la enseñanza del Evangelio: Dios es amor y el amor aleja el temor.
Igino Giordani
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