Movimiento de los Focolares

Ese diálogo deseado por Dios

Jun 13, 2017

En el 50º del histórico encuentro entre Atenágoras I y Chiara Lubich, el testimonio del Metropolita de Italia y Malta S. E. Gennadios Zervos, del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla.

SEcum20170513-104205_1El Patricarca Atenágoras y Chiara Lubich, protagonistas de la unidad. Recomenzar no es fácil, y nunca lo ha sido, sobre todo si el tiempo ha cavado fosas, si algunas diversidades se han convertido en cultura, y si además existe la convicción – lo cual complica las cosas – de estar en lo cierto. No estamos lejos de la verdad si decimos que ésta era prácticamente la situación a mitad del 900 entre la Iglesia católica y la ortodoxa, después de que durante siglos, durante todo un milenio, se había cultivado la separación. Después, sucedió el cambio histórico. Los célebres, inolvidables y de gloriosa memoria, protagonistas e iniciadores del “diálogo de la caridad”, los grandes que idearon el diálogo del pueblo son: Atenágoras, Patriarca Ecuménico, y Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de la unidad. Con su vida humilde, seria, disponible, con su entrega, con el amor y la oración, fueron los primeros protagonistas e iniciadores de una nueva era Ecuménica; instruyeron a los pueblos dándoles valor, fuerza, paciencia, fidelidad, disponibilidad, amor y unidad. En el fondo la solución era sencilla y el Patriarca la expresaba con estas palabras: “Hemos vivido aislados, sin tener hermanos, sin tener hermanas durante tantos siglos, como huérfanos. ¿Por qué? El hermano es la puerta. ¡Éste es el secreto!”. Los inolvidables protagonistas del “diálogo de la caridad”, los grandes artífices del diálogo del pueblo se encontraron unas 27 veces, entre 1967 y 1972 (muerte del Patriarca). Se remonta al 13 de junio de 1967 el primer encuentro histórico de Chiara Lubich en el Patriarcado ecuménico de Constantinopla, que hasta nuestros días, no ha sido todavía adecuadamente valorado en toda su trascendencia. El Patriarca aprobó y acogió con amor y seriedad el carisma de Chiara, una espiritualidad mística que es la espiritualidad de la Iglesia, hasta tal punto, que llegó a considerar aquel encuentro “como un éxtasis”. En Atenágoras se hizo cada vez más fuerte la convicción de que viviendo las palabras del Testamento de Jesús se podría llegar pronto al único cáliz. Con conmovedoras palabras decía:«Sería para mí un día de Paraíso». 20120704-01No hizo falta mucho tiempo para que el Patriarca se declarase “focolarino” y empezara a llamar a Chiara con el nombre de “Tecla”, porque divisaba en ella el mismo celo de la Isapóstola. Él mismo repetía continuamente “tenemos sed de la espiritualidad”. Al mismo tiempo también Chiara se sintió impresionada por el Patriarca, de quien decía: «El Patriarca parecía como un Arcángel que lucha y luchará hasta el final por su ideal: un hombre de Dios, probado en la caridad heroica y en la paciencia heroica ». Con su espiritualidad y su maravillosa personalidad, Chiara no sólo preparó los dos principales y preciosos Puentes: Pablo VI y Atenágoras, sino que también logró unir los dos Puentes. Por estos encuentros entre ortodoxos y católicos, el vínculo de amor mutuo mitigaba el dolor de no poder compartir la Eucaristía; es más, hacía amable esta cruz como aportación del pueblo cristiano al Único Cáliz. «El Papa es nuestro líder — decía el Patriarca a Chiara —; veo a veces al Papa “en agonía”, porque conoce todo lo negativo que hay en el mundo. Por eso me he puesto a su servicio al cien por cien. Lo sigo, lo entiendo, lo amo, lo respeto, lo admiro». Con motivo de esta trayectoria de 50 años, he hecho personalmente la propuesta al Prof. Mons. Piero Coda, Presidente del Instituto Universitario ‘Sophia’ de la creación de una Cátedra Ecuménica como signo de reconocimiento a los dos grandes protagonistas de la fraternidad entre la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica. Ésta ha tenido una gran y cordial aprobación, con la bendición del Patriarca Bartolomé y la convencida adhesión de la Presidente de los Focolares, María Voce. Ofrecemos desde nuestro corazón, como bellísimas flores, un “enorme gracias” a Atenágoras y a Chiara, enviados por Dios, que dieron su vida ante todo por la realización de la voluntad de Dios: “que todos sean una cosa sola”, que se realizará como don del Espíritu Santo. Metropolita Gennadios Zervos, Arzobispo ortodoxo de Italia y Malta del Patriarcado ecuménico de Constantinopla

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