Somos Aureliana y Julián de Paraguay, estamos casados desde hace 36 años y tenemos cinco hijos y seis nietos.
JULIÁN: Aureliana tenía 18 años y yo 19 cuando nos casamos. Estábamos muy enamorados y llenos de entusiasmo por construir una vida juntos. Los primeros cinco años fueron muy bonitos, éramos excelentes compañeros, trabajábamos juntos, nos ayudábamos y nos complementábamos bien. Pero después de siete años de matrimonio entramos en una crisis muy fuerte que casi nos lleva a la separación. La comunicación se volvió difícil; no conseguíamos hablar de nosotros mismos, de nuestra relación y todo ello nos fue alejando progresivamente. Sin embargo, ambos teníamos el deseo de dar lo mejor a nuestros hijos y progresar económicamente. Cada uno vivía a su modo, peleábamos bastante, pero lográbamos ir adelante.
AURELIANA: Cuando nuestras hijas llegaron a la adolescencia, una de ellas comenzó a tener actitudes rebeldes y, a sus 17 años, quedó embarazada y fue a convivir con el novio. En ese momento empezamos a pedir ayuda para fortalecernos como padres, incluso desde el punto de vista espiritual. Asistíamos a reuniones de grupos de familias y a retiros espirituales. Gracias a ello, logramos superar retos difíciles, poniendo cada uno de nosotros mucha buena voluntad.
JULIÁN: Teníamos una estabilidad económica, una hermosa familia, salud y una empresa familiar bien posicionada: ¡lo teníamos todo! Un día empecé a relacionarme, a través de las redes sociales, con una persona, e inicié una relación extramatrimonial con ella. En esos momentos mi padre estaba enfermo y vivía en nuestra casa con nosotros; a nuestra hija, además, le costaba adaptarse a la maternidad. Por todo ello, Aureliana tenía que hacer malabares para estar con ella, trabajar y organizar la casa. Yo, por mi parte, estaba demasiado involucrado en esa relación extraconyugal y no ayudaba para nada en casa; por el contrario, decía que no tenía tiempo para dedicarme a ello. Ella se quejaba y yo me enojaba. En ese período hicimos un viaje juntos a Europa y allí Aureliana descubrió que yo le era infiel. Todo se derrumbó, estábamos lejos de todos, solos entre las cuatro paredes de una habitación de hotel.
AURELIANA: ¡Se me vino el mundo abajo! No sabía qué hacer, no podía creer que hubiera sucedido algo así. Al comienzo me quedé callada, pensando que terminaríamos el viaje; pero al poco tiempo estallé. Rompí el silencio a los gritos, llorando y exigiendo una respuesta. Él empezó a suplicarme piedad desesperadamente, a pedirle perdón a Dios y a mí, y eso, a pesar del terrible dolor que sentía, impactó en mi corazón. Sabía que yo tenía que dar un paso y deposité toda mi confianza en la ayuda de Dios para poder realizarlo. Al final, conseguí ver el rostro de Jesús crucificado en Julián. Le ofrecí mis brazos y nos tranquilizamos un poco. Pero de todos modos, a pesar del paso interior dado, me encontraba agobiada por el dolor y la tristeza.
“Esto es lo que queremos anunciar al mundo:
estamos aquí para ser “uno” tal y como el Señor quiere que seamos “uno”,
en nuestras familias y en los lugares donde vivimos,
trabajamos y estudiamos: distintos, pero uno;
muchos, pero uno, siempre uno,
en cualquier circunstancia y edad de la vida.(…)
No hay que olvidarlo:
del seno de las familias nace el futuro de los pueblos.”
Homilía del Santo Padre León XIV
Jubileo de las familias, los niños, los abuelos y los mayores
1 de junio de 2025
JULIÁN: De noche Aureliana no dormía, lloraba. Le diagnosticaron una depresión. Yo me veía impotente y me sentía culpable. Recé mucho; sabía que mi esposa y mi familia eran un bien muy precioso, pero el daño ya lo había hecho y tenía que aceptar mi error, pero también quería poner todo mi esfuerzo y mi confianza en Dios.
AURELIANA: Nuestra familia estaba dividida, los hijos no sabían a quién tenían que adjudicarle la culpa y se rebelaron. Después, Julián se enfermó: le encontraron un tumor en el cerebro. Todo esto me sacudió fuertemente y casi consiguió sacarme del estado depresivo. Cuando obtuvimos el resultado de la TAC, nos reunimos con nuestros hijos y buscamos la mejor alternativa para la operación. Sentíamos que la unidad de la familia era el bien más preciado, y que estaba por encima de toda adversidad y yo tomé conciencia de que era capaz nuevamente de dar la vida por mi esposo y vivir hasta el fondo mi fidelidad a él, “en la salud y en la enfermedad”.
JULIÁN: Me sentí amado y pude someterme a dos operaciones al cerebro, con una recuperación en tiempo récord. Nada más salir del hospital, tuvimos la oportunidad de participar de un encuentro de parejas en crisis, porque todavía necesitábamos curar nuestras heridas.
AURELIANA: En ese encuentro pude aclarar muchas dudas. Recibimos mucho afecto por parte de los participantes; aprovechando de la presencia de profesionales y parejas con muchos años de experiencia; descubrimos una nueva salida a nuestra crisis.
JULIÁN: Entendí que la voluntad de perdonar es una cosa, pero curarse del trauma requiere un proceso; la herida que le causé fue muy profunda y ella necesitaba tiempo, paciencia y amor de mi parte. Recibí el don más grande de Dios, que es el perdón. Hemos renovado nuestro matrimonio. Aureliana me ha dicho de nuevo su sí y hemos recomenzado.
AURELIANA: Nuestra vida ha cambiado completamente, tras 35 años de matrimonio hemos dejado de pelearnos. Vivimos una vida plena como pareja y podemos mirarnos a los ojos y amarnos como no lo habíamos hecho nunca antes de ahora.
Foto © pexels-scottwebb
0 comentarios