Hablan delante de Mons. Maradiaga, presidente de Caritas internationalis, de Mons. Paglia, del Pontificio Consejo para la Familia, y de los 150 participantes al seminario (Roma 18 de Septiembre de 2014), provenientes de varias partes del mundo. A esta familia de Maddaloni (Caserta-Italia), ciudad definida “en riesgo” – marcada por la dolorosa experiencia de la pérdida de un hijo de 3 años de edad – se le pide dar un testimonio sobre cómo reconstruir la esperanza y la solidaridad en las familias de hoy. De hecho, su tercer hijo, José, muere tras las complicaciones de una banal gripe, con sólo 3 años y tres meses de edad. «Cuando me dieron la noticia pensé que estaba soñando. Luego, un dolor desgarrador y la seguridad de que antes que nada Gino y yo teníamos que vivir esa situación unidos. Viví esos momentos sintiendo una fuerte presencia de Dios que, aún permitiendo ese dolor, me tenía entre sus brazos. Una familia, con la que compartíamos un camino de fe, nos propuso pasar un tiempo juntos en Loppiano, la ciudadela de los Focolares, cerca de Florencia». Para Gino fue distinto: «Con la muerte de José, me sentí defraudado no sólo como padre, sino también como médico. Yo por mi trabajo ayudo a muchos a recuperarse, y… ¡no pude hacer nada por mi hijo! Por lo tanto, sentí oscuridad y dolor. Sin embargo quise dejarme guiar por Elisa y con gusto la acompañé». Sumergidos en la vida de la ciudadela «sentimos crecer en nosotros la fuerza de transformar nuestro dolor en Amor». Nacieron otros 2 niños. «Si no hubiéramos tenido bien firme la certeza de que todo lo que había pasado, también la pérdida José, era por un designio de Dios que nos amaba, nunca hubiéramos tenido la fuerza de dar a luz a otros hijos». Con algunos parientes y amigos, Elisa y Gino decidieron dar vida a una Fundación que llevara el nombre de José, indicando entre las finalidades el desarrollo de la cultura de la adopción temporal «para responder a un llamado de Chiara Lubich, que invitaba a las familias a vaciar los orfanatos y a dar una familia a cada niño». Esto «no nacía para recordar a nuestro hijo, sino de la exigencia de seguir donando ese amor que ya no le podíamos dar a él. Queríamos que el motor de la Fundación fuera la “cultura del dar”». Este tipo de adopción consiste en el acoger temporalmente a un niño en la propia familia, en espera de que se resuelvan las dificultades de la de origen. En la mitad de los años ’90, cuando empezó esta experiencia, en Italia era una propuesta de vanguardia. Se empezó con la formación de las familias adoptantes (a la fecha son un centenar), con el apoyo sicológico y material, hasta realizar una casa-familia para los niños en situación de abandono. Fue una de las primeras estructuras de la Región Campania. Desde entonces trabaja en sinergia con las administraciones locales y las instituciones religiosas, pidiendo espíritu de acogida y servicio a cada miembro de la Fundación. «Aún recordamos nuestra primera adopción temporal – nos confían los cónyuges Ferraro -: una niña de 9 meses, Adjaratu. Todavía resuenan en nosotros las palabras del entonces dirigente de los servicios sociales: “¡Ustedes no saben qué camino peligroso están abriendo!” Para decir la verdad no hemos encontrado peligros. Pero sí dificultades y fatigas, superadas tratando de vivir con radicalidad ese amor evangélico que nos había impulsado a trabajar y que, con sus increíbles ramificaciones, en estos 20 años se ha vuelto cada vez más visible».
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