Focolarino, juez, hombre de vasta cultura, Gianni nace en Roccapiemonte, en Campania (Italia) en 1930. Con grandes sacrificios realiza los estudios de jurisprudencia y al mismo tiempo trabaja como canciller en el Tribunal. Por su sólida formación cristiana se convierte en el responsable de los jóvenes de la Acción Católica de Nápoles. Después de graduarse, durante el servicio militar, conoce a un focolarino quien le ofrece la revista Cittá Nuova, y, en el ’59 asiste a la Mariápolis de Fiera di Primiero. En una apasionada intervención de Bruna Tomasi, que es del primer grupo de focolarinas junto con Chiara Lubich, Gianni descubre en el Ideal de la unidad una particular afinidad con su vocación laica, civil y política. Cuando es nombrado juez elige el Tribunal de Milán, ciudad donde se encontraba la sede de uno de los primeros focolares de Italia, para poder profundizar así el conocimiento de la vida de la unidad. En 1965 asiste a la escuela de focolarinos de Loppiano, para retomar su trabajo como juez pero viviendo ahora en el focolar. En 1968 ejerce como juez en Trentino Alto Adige, donde trabaja por el recién nacido Movimiento Humanidad Nueva, la expresión más social de los Focolares y, sucesivamente, cuando es nombrado miembro del Tribunal Penal de apelaciones de Roma, se traslada al Centro del Movimiento, en Rocca di Papa. En Italia, durante los años ’70, ocurren hechos de extrema violencia en contra de las instituciones del Estado, que llevan a la lucha armada y al terrorismo. En esos años Gianni es elegido como juez relator y responsable de emitir la sentencia de juicio en el primero y más importante de los cinco procesos por el caso de Aldo Moro, líder del partido de la Democracia Cristiana quien fue asesinado en 1978, por el grupo armado conocido como las “Brigadas Rojas”. Cada mañana la escolta viene a buscar a Gianni a su casa, acompañándolo también cuando vuelve a su casa de noche. Habitualmente, cuando llega a su casa, va a la misa con su auto. Un día, en vez de ir por el camino de siempre, cambia el recorrido sin pensar mucho (él dijo que fue por una especie de “inspiración interior”) llegando a casa desde otra ruta. Evita así el haber sido secuestrado por los terroristas que lo esperaban. En los años Ochenta y Noventa, Gianni sigue trabajando por el Movimiento Humanidad Nueva, realizando iniciativas importantes sobre el problema de la justicia en Italia, en Europa y sobre los temas penitenciarios, que consideraba como muy importantes. Es nombrado juez en la Corte de Casación y a los comienzos de los años 2000, junto con otros, contribuye al nacimiento de Comunión y Derecho, una red internacional que une a los estudiosos y trabajadores en los diversos campos del Derecho. Continúan durante los años siguientes congresos internacionales y escuelas de verano de formación, dedicadas a los jóvenes. Con especial dedicación Gianni se compromete en el diálogo con la cultura jurídica, basada en las relaciones entre los distintos trabajadores del Derecho y entre el mundo jurídico y la sociedad civil. Cuando en el año 2015 deja su compromiso activo, Gianni continúa atento desde la distancia a los trabajos, a escribir, estudiar, dialogar, hasta el final. Ante la noticia de su fallecimiento, son innumerable los ecos que llegan de parte de todos los que lo conocieron y amaron: familiares, colegas magistrados y trabajadores del ámbito de la Justicia, gente común, reconociendo en él el testimonio de un hombre de ley que hizo del Evangelio la norma de su vida, dejándose guiar en particular por una frase que Chiara Lubich había elegido para él. “Cualquiera de ustedes que quiera ser el primero, deberá ser siervo de todos (Mc 10, 44). Una amiga, jueza también ella, que compartió con él este recorrido por una “justicia de comunión”, subraya que en Gianni vio la capacidad de valorar al máximo todas las categorías profesionales relativas al ámbito de la Justicia y el particular “atractivo” por los últimos del Evangelio, los presos, que él amaba casi como si fueran sus hijos.
Valorar lo positivo de cada uno
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