De la misma manera que, naciendo en un establo, Jesús se quiso incluir en seguida en el más humilde substrato social, entre gente sin casa, refugiados, expulsados, así también, dejándose crucificar, abandonado, se colocó en medio de la multitud que sufría – los oprimidos, los decepcionados, los hambrientos, los derrotados de toda época y país – justo en el centro de la humanidad de todos los tiempos. Ese centrarse en la miseria, les da a los seres humanos la medida de su amor. Pero ésta era la forma extrema de injertarse en la tragedia de la humanidad desgarrada, la manera de hacerse el último, el más cobarde, el más degradado, para estar en la base de toda miseria, una base que se eleva hacia el cielo. Lo infinito que por amor se anonada. Él había creado el universo, y lo desarrollaba y lo regía; y universo significa una producción de grandeza ilimitada, proporcionada, de alguna forma, a la grandeza de su mente: un mundo hecho de mundos, uno más maravilloso que los demás, de los cuales el ser humano — minúscula criatura de un pequeñísimo planeta, — después de siglos de estudios, se ha hecho alguna minúscula idea; con estrellas que sólo en nuestra Galaxia distan entre ellas aproximadamente 4 años-luz y que de la periferia de la Galaxia al centro de la misma cuentan una distancia de 30 años-luz, la cual puede recorrerse 1500 veces, en los dos sentidos, en tan sólo mil millones de años. En este universo, infinitamente más grande de lo que es posible imaginar con mente humana, Él había visto también la miseria del pequeño grupo de habitantes del planeta tierra, y se había anonadado para hacerse uno de ellos y los había asistido hasta darles como alimento el evangelio y su misma persona. La redención restablece el designio de la creación, lo cual conlleva que la existencia de las constelaciones y de los átomos en el universo, como la de las criaturas en la tierra y en cualquier parte del mundo, es una obra de armonización constante para realizar siempre la unidad. Por eso el Creador inyectó, como aliento vital, el amor. Bienestar, paz, salud, florecen proporcionalmente a este precepto. (Igino Giordani, L’unico amore, Città Nuova, 1974, pp. 64 e 105)
Ser “prójimos”
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