«Visitábamos a las familias con la hojita de la Palabra de vida y, entre una charla y otra se hacía un encuentro». Quien lo cuenta es Carmen, artífice junto a Mynor su marido y sus parientes más cercanos, de la Mariápolis realizada en las cercanías de su ciudad, Chimaltenango, a 54 km de Ciudad de Guatemala. La economía de la ciudad está basada en el comercio y la agricultura, y está integrada a los ritmos modernos de la producción y el consumo, pero sigue siendo una celosa custodia de una cultura de antiguas tradiciones. Carmen y Mynor son el corazón de la comunidad de los Focolares y su casa, bastante amplia, es la sede local. Hablan con cierto orgullo de las reuniones que se hacen allí. El Movimiento era poco conocido y, por lo que en primer término era necesario informar al párroco. Mynor, Carmen y su hermana Martha fueron a visitarlo. Pero un sacerdote en estos lugares tiene muchos compromisos, y Mynor no pudo quedarse esperándolo y se fue a su trabajo, en el Tribunal. «El sacerdote no lograba entender cuál era la novedad del Movimiento –prosigue Carmen- hasta que mi hermana Martha le contó las experiencias de sus hijos gen 3». La mayor había destinado el dinero de su fiesta de 15 años a los niños pobres de un pueblito remoto, el otro había perdonado a un compañero que le había hecho una zancadilla que le provocó la fractura de un brazo. A ese punto el párroco comprendió los efectos de vivir la espiritualidad de los Focolares. Después de obtener el apoyo de la iglesia local, era necesario cubrir los gastos porque «Cuando las personas son invitadas a un retiro – explica Mynor – entienden que son huéspedes». Por eso la preparación de la Mariápolis consiste también en actividades para recoger fondos. Una de ellas fue un Bingo realizado en el salón parroquial, para el cual se recogieron regalos donados para la ocasión. Kelly, la segunda de los 4 hijos de Carmen y Mynor, estudia Derecho como su papá. «Somos pocos –afirma- pero nos ayudamos. Somos sólo dos gen pero tratamos de tener siempre a Jesús en medio nuestro y con todos». Kelly siente admiración por la coherencia de vida de sus papás: «Cuando invitan a las personas a la Mariápolis cuentan experiencias que yo conozco. Y lo que dicen es verdad. En nuestra casa la Palabra de vida es una referencia en cada situación. Así, cuando hay algún problema, vamos a leerla para ponerla en práctica». El respeto por los ancianos es una de las riquezas de los Cakchiqueles. Delante de ellos, antes de hablar se hace una reverencia. La maternidad, el don de los hijos, es considerado una bendición de Dios y están por encima de cualquier otro cálculo. «Para mí el Movimiento –es siempre Carmen la que cuenta- es una gracia de Dios, nos acoge a grandes y pequeños, a todos, también acoge a personas de varias culturas e idiomas. Aquí nos aprecian, con nuestras tradiciones y nuestro modo de pensar». En la cultura Maya hay un fuerte vínculo con la naturaleza, «nosotros la invocamos dando gracias al corazón del cielo y al corazón de la tierra y decimos, como San Francisco: todos son mis hermanos. Chiara Lubich también veía las cosas así. El Espíritu Santo la movió en esta dirección por eso el Movimiento de los Focolares nos acoge así como somos». Y concluye Mynor: «La filosofía Maya resalta la armonía, el respeto y la solidaridad. Armonía en la familia, equilibrio entre el aspecto material y espiritual, solidaridad que es igual a fraternidad, para favorecer condiciones de cooperación». Más allá de las contradicciones que reinan en cada cultura, el pueblo Cakchiquel, conserva muchos valores humanos que, iluminados y purificados por el Evangelio, enriquecen a quien se acerca. Filippo Casabianca, de Ciudad de Guatemala
Ser “prójimos”
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