En el 2011, María Clara, recién jubilada, se traslada cerca de la penitenciaría femenina de Pozzuoli (Nápoles), una gran estructura de detención que se considera una de las más pobladas de Italia. Impresionada por el grito de dolor que le llegaba desde las ventanas enrejadas, habla con los amigos de la comunidad local de los Focolares y entre 25 (jóvenes, muchachos, familias…) deciden responder a este dolor. De acuerdo con Caritas diocesana y con otros Movimientos, el grupo se sumerge en esa humanidad que sufre detrás de las rejas. No es una experiencia que fácil, que los lleva a afinar cada gesto y palabra, para expresar la misericordia y para ser verdaderamente una proximidad de amor a ese mundo que los espera. Cada uno es muy consciente de que no va allí para “absolver”, juzgar o para hacer un simple asistencialismo, sino que va solamente para amar, teniendo como objetivo la reconstrucción de la persona. Y es tal vez por esta actitud que pronto ven que aparece en cada una de esas personas su lado positivo. “Cuando salga de aquí quiero ser una persona nueva”, confiesa una de ellas. Y otra dice: “Ahora que sé lo que quiere decir ser cristiana, quiero vivir según el Evangelio amando a mis compañeras de celda, aunque me hagan la vida imposible”. Y otra de ellas expresa: “Comprendí que la verdadera ayuda proviene de Jesús Eucaristía y no de los `poderosos’ de la tierra”. Este flujo de luz y de gracia no se conquista con la varita mágica. Es el fruto de una continuada atención a las necesidades de las presas, sosteniéndolas para que reencuentren su propia dignidad en una discreta y perseverante formación para vivir el Evangelio. Es ir con ellas a la misa dominical, animándola con cantos, y ponerse a disposición para reciclar la capilla. Es pedir y obtener el permiso de la dirección de la cárcel para organizar, en la Casa familia “Mujer nueva”, que aloja a mujeres en régimen de detención alternativa, una serie de laboratorios de educación sanitaria, cursos de cocina, sesiones de yoga, de costura, etc. Una de las necesidades de las presas – que no fue expresada, pero enseguida captada- es el cuidado de la propia imagen. Y es así que nació la idea de la “Boutique rosa”, un lugar gratuito dentro de la cárcel, con las paredes de color rosado, con cortinas y mesas de color que contrastan con el gris de las celdas. Un punto en el cual las reclusas, a menudo abandonadas o lejos de la propia familia, semanalmente pueden recibir productos para su higiene y el cuidado de su persona, vestimenta, ropa interior, etc. En síntesis todo aquello que sirve para mejorar el “look” y aumentar la propia autoestima. Y mientras tanto se escuchan sus dificultades con las otras detenidas o con los agentes del orden, se les da ánimo cuando expresan su dolor porque no se pueden ocupar de los hijos que tienen en casa, construyendo de este modo relaciones cada vez más estrechas. Es también la ocasión para compartir pequeñas o grandes alegrías, como por ejemplo, un descuento del tiempo de cárcel, el haber recibido una visita inesperada, los pasos dados en el recomenzar. Muchas de ellas son de etnias y culturas distintas y pertenecen a varias iglesias cristianas y a distintas religiones. “Recuerdo a una mujer ortodoxa – cuenta María Clara- que en la semana de oración por la unidad de los cristianos quiso participar con un canto-oración suyo. Llorando, después me dijo que ofrecía el inmenso dolor de la detención por la unidad de las iglesias. Después fuimos a Nápoles a conocer a su marido y a los 5 hijos, a quienes llevamos todo tipo de ayuda. Compartimos esta experiencia con algunas personas pertenecientes a iglesias cristianas de diversas denominaciones con las cuales en la diócesis se abrió un diálogo ecuménico y les propusimos que vinieran también ellos a la cárcel para ayudar en la “Boutique rosa”. ¡No esperábamos tanto! Ahora colaboran con nosotros también 4 hermanas evangélicas. Gracias a ellas, las relaciones con las presas de diversas iglesias son cada vez más estrechas y, a veces, estos vínculos continúan también cuando salen de la cárcel”.
Juntos somos fuertes
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