Gis y Ginetta
Tercera de tres hermanas, entre ellas Ginetta que será también focolarina,
Gis nació en Lavis (Trento, al Norte de Italia) el 18 de abril de 1920. Gracias a los numerosos sacrificios de su madre, las tres chicas lograron continuar los estudios incluso después del fallecimiento prematuro del papá. Cuando estalló la guerra, Gis y Ginetta se trasladaron por motivos de trabajo a Veneto, donde, de vez en cuando, Gis recibía noticias de una compañera de clase. Con expresiones fuertes e incisivas su amiga le describía la particular experiencia del Evangelio que estaba naciendo en Trento gracias a un grupo de jóvenes de su edad. Sus palabras impresionan profundamente el alma sensible de Gis y cuando volvió a Trento para pasar Pascua, quiso conocer a
Chiara Lubich. Pronto descubrió que en esa experiencia evangélica estaba su camino. Sin demora, le comunicó al empresario de Veneto, que le estaba muy agradecida por el ventajoso trabajo pero que no volvería más a la empresa, y al joven con quien estaba comprometida sentimentalmente, le escribió: “No es por otro hombre que te dejo, sino por Dios”.
Desde ese momento cada ocasión es buena para dirigirse a la ‘casita’ en Piazza Cappuccini, el apartamento que una señora había puesto a disposición de ese grupo de chicas. «Vivía a algunos kilómetros de allí – cuenta Gis- y el camino era en subida. Me levantaba a las cinco para asistir con ellas a la misa y para la meditación, en la que Chiara nos hacía entrar en el fuego de las palabras del Evangelio que cambiaban el sentido a todo: no existía ninguna dificultad para ponerlas en práctica».
En la ciudad, por causa de la guerra faltaba todo. Gis se recordó de un predio de su familia cultivado con frutas y verduras. Pero, ¿cómo llegar si sólo transitaban los tanques de guerra? Por amor a los muchos que tocaban la puerta de la ‘casita’ buscando algo para comer, se animó y, se puso en la acera a hacer autostop a los soldados que manejaban los tanques de guerra. Ellos pasaban de largo sin ni siquiera mirarla, pero uno se detuvo y, al escucharla hablar con tanta valentía, la dejó subir al tanque. Lo mismo le pasó a la vuelta, así es que pudo llevar a la ‘casita’ dos grandes bolsas con mucha fruta y verdura, todos regalos de Dios, su “providencia”.
Cuando terminó la guerra Gis y Ginetta le dijeron a su madre que querían irse a vivir al focolar. Ginetta recibió el permiso pero la ‘pequeña’ no. Ella no se resignó: sabía que su elección era definitiva; era sólo cuestión de esperar un poco. La solución la encontró el honorable
diputado Giordani, quien, sabiendo que la mamá Calliari era una apasionada lectora suya, le ofreció trabajo a Gis en Roma. El 6 de diciembre de 1949, la madre la dejó ir a Roma, porque estaba contenta del ofrecimiento de Giordani, ignorando que su hija, además de trabajar como secretaria del diputado Giordani, abriría con Chiara y otras compañeras suyas el primer focolar en Roma.
Desde ese momento Gis vivió al lado de Chiara, con algún breve intervalo por el inicio de algún focolar en otras regiones italianas. De su vida con ella, comenta en el año 2005: «Es muy simple, límpida, profunda: todo lo que es de ella es mío, todo lo que es mío es de ella». Afirmaciones que coinciden con lo que representa para Chiara su focolar: «La filadelfia es más que una realidad – dice Chiara-. Es aquí que yo tomo fuerza para enfrentar las cruces de cada día, después de la unión personal con Jesús. Aquí pasamos de la sabiduría, comunicada con espontaneidad, a los consejos prácticos sobre la salud, sobre la ropa, sobre la comida; a ayudas continuas, cotidianas, con sacrificios que a menudo no se cuentan. Aquí […] circula la sangre de la casa, pero celestial»
«Desde su oficina – recuerda Gabri Fallacara- llamaba por teléfono a todos, tejiendo una red de amor, incisiva, que comprendía a todos. En la máxima confianza, nos ponía en las condiciones más favorables para comprender lo que el
carisma de la unidad, día a día, le pedía a Chiara y a nosotros.
Después de la muerte de Chiara, Gis siguió viviendo por todos, tejiendo, más allá de su reducida capacidad, fuentes refrescantes de afecto y ternura. Los primeros días de julio de 2017, un decaimiento de salud transformó su habitación en un ir y venir de encuentros de cielo. El 20 de enero de 2018, a los 97 años, Gis dejó serenamente este mundo. La presidente de los Focolares María Voce, en su funeral dijo: «Hasta el final ella se donó totalmente a sí misma para que Chiara viva en el Movimiento de hoy. Me dio una gran lección de esencialidad, de radicalidad, de confianza en los designios de Dios, de unidad con todos». (18.4.1920-20.1.2018)
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