Movimiento de los Focolares

Marco Tecilla: el primer focolarino

May 15, 2017

El 8 de mayo de 2017 nos dejó, a la edad de 91 años, Marco Tecilla, el primer joven en emprender el camino del focolar en 1948. De hecho hasta entonces sólo chicas estaban con Chiara Lubich.

MarcoTecillaEra a finales de 1945, en Trento (norte de Italia), recién había terminado la guerra. Marco tenía 19 años y atravesaba una profunda crisis espiritual. Un religioso amigo lo invita a un encuentro. Una joven, un poco más grande que él, hablaba de Dios con un fervor y una convicción que no dejaban dudas”, recordará. Esa joven era Chiara Lubich; la rodeaba un grupo de chicas que, como ella, habían elegido a Dios como el ideal de sus vidas. En breve tiempo, Marco se convierte en el primer joven en seguirla: el primer focolarino. La familia Tecilla era una familia sencilla: el papá era panadero, la mamá enfermera, una hermana y tres hermanos. «Recuerdo que en los meses de frío se abrigaba con una capa –cuenta Marco- y yo lo acompañaba de una panadería a otra donde tocaba la puerta pidiendo trabajo o un poco de pan para darnos de comer. Sólo después descubrí que mientras me llevaba mi mano con una, con la otra iba pasando las cuentas del Rosario». A pesar de la pobreza material, la suya fue una infancia serena y vivaz. Habiendo cumplido 14 años y terminado la escuela profesional empezó a trabajar como aprendiz en una empresa comercial. En enero del ’43 fallece el papá. Estalla la guerra y llegan los bombardeos a Trento. La familia Tecilla se refugia en las montañas. Marco evita que lo llamen a las armas haciendo el servicio civil. Y en tanto lo contratan como obrero en el ferrocarril Trento-Malè. Su hermana María empieza a frecuentar a menudo retiros espirituales y busca vestidos para los pobres. La familia y también Marco, considera que este comportamiento es “exagerado”, hasta que le llega una invitación, a través de un amigo religioso y su encuentro con Dios Amor. MarcoMarco_primi-tempi_3Desde que conoció a Chiara y  al primer grupo de chicas, iba a menudo a la “casita” de la Plaza Cappuccini, donde vivían, para hacer pequeñas reparaciones. Se siente atraído por el clima sobrenatural que allí se respira. «Una noche –recuerda- tuve que hacer una reparación más larga que de costumbre. Chiara estaba cociendo sentada junto a una mesa. Repentinamente se dirigió hacia mí y me dijo: “Si Jesús viniera hoy, sería Jesús 24 horas sobre 24, que trabaja, reza, come, descansa… hoy sería un Jesús electrotécnico, como tu…”». Marco quedó muy impresionado por  «esta nueva visión cristiana. Veía abrirse ante mí un horizonte nuevo, lleno de luz. Cuando salí de la “casita” el cielo estaba lleno de estrellas. Empezaba para mí una nueva vida, tenía que cambiar la página y abandonarme entre los brazos de ese Dios que se me había manifestado como AMOR». Marco siente que Jesús lo interpela: «Si quieres ser perfecto ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, después ven y sígueme. Seguir a Jesús, ese era mi camino». La noche el 27 de noviembre de 1948, nace el primer focolar masculino, con Livio quien, mientras tanto se había sumado. Marco entonces no sabía que lo esperaban, en los años que vendrían, ¡treinta mudanzas! De hecho el Movimiento naciente se extiende rápidamente a todo el mundo y Marco se moverá a tantas ciudades de Italia… En el ’53 va a Innsbruck, en el ’58 a Uruguay, Argentina, Brasil y Chile; en el 60’ va a Trieste y después, del otro lado de la Cortina, a Zagreb. El 22 de noviembre de 1964 es ordenado sacerdote y regresa a Brasil hasta el ’67, y nuevamente vuelve hasta el ’71. Después, va al sur de Italia y luego a Milán, Padua y finalmente a su ciudad Trento donde regresa después de 31 años. Es entonces que encuentra el terreno para el naciente Centro Mariápolis de Cádine y participa en el proyecto que Chiara Lubich lanza en el 2001: Trento ardiente. A finales de ese año Chiara lo llama al Centro del Movimiento, a Rocca di Papa (Roma), donde permanecerá los últimos años de su vida. Marco20-VGGCH-20010601-Marco_016«Era incontenible su alegría cuando venía a Loppiano a dar clases de Espiritualidad a los miembros de todas las escuelas –recuerda Redi Maghenzani, quien vivió con el 20 años-, dedicaba una atención especial a las nuevas generaciones de focolarinos y focolarinas. Nos deja una estela de luz que no se puede apagar». «Marco, sembró amor en muchas partes del mundo –recuerda Armando Droghetti, focolarino que lo acompaño en los últimos años-; ese amor que hizo nacer la unidad entre gente de todas las condiciones sociales y culturales, como testimonian las innumerables personas que pasaron a visitarlo en estos últimos meses, especialmente desde hace un año pequeños ictus dejaron consecuencias en distintos niveles. Pero, mientras todo decae en Marco (sus cuerdas vocales están cada vez más débiles y las piernas paralizadas) esta situación nos impulsa a todos, Marco a la cabeza, a acrecentar el amor recíproco. Sobre la base de una vida espiritual y de unidad cada vez más intensa en el focolar, también la inesperada crisis del 8 de mayo nos encuentra a Marco y a nosotros preparados. En un breve momento en el que parecía recuperarse dijo con seguridad: “Yo sólo debo ser purificado”. Recibe al médico, con ojos luminosísimos que envuelven con su amor. Y es ésta también la impresión de tantos que vinieron a darle un último saludo. Decían que, más allá de la sensación de orfandad que experimentaban con su partida, era más fuerte la realidad a la que Marco los había preparado diciendo siempre que él era nada y que Dios es todo y que nosotros vivimos sólo en Él». María Voce, presidente de los Focolares, pone en evidencia entre otras cosas que «Marco deja en nosotros la huella de la radicalidad de los primeros tiempos del Movimiento con su fortaleza y fe en el carisma de la unidad, con la pureza de su vida evangélica». En una entrevista que concedió el 31 de marzo de 208, pocos días después de la muerte de Chiara Lubich, Marco dijo con fuerza: «Mientras tenga un poco de aliento, un poco de respiro, mi deseo es poder donar todo de mí mismo a las nuevas generaciones. Estoy seguro que quien vendrá después de nosotros hará cosas más grandes que las nuestras, precisamente por la riqueza que transmite el carisma de la unidad, que no morirá nunca».      

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