Igino Giordani: con su vida se podría volver a escribir la página evangélica de las bienaventuranzas. Dijo Chiara Lubich, fundadora del Movimiento de los Focolares, el día de la apertura oficial del proceso de beatificación de esta personalidad “polifacética”: escritor, periodista, político, ecumenista, estudioso de los Padres de la Iglesia y de la doctrina social del cristianismo. La ceremonia tuvo lugar en la Catedral de San Pietro, en Francati, diócesis donde Giordani concluyó su vida terrena. Entre la multitud que colmaba la catedral, estaban presentes los hijos Sergio, Brando y Bonizza. La solemne concelebración litúrgica, que precedió la instalación del tribunal eclesiástico, fue precedida por el obispo de Frascati, Mons. Giuseppe Matarrese.

“Giordani atravesó el siglo XX como protagonista – dijo en la homilía Piero Coda, vicario episcopal-. Participó en la reconstrucción de la Italia republicana como miembro de la Constituyente y como parlamentario”, contribuyó a preparar y después a promover “con la vida y con la pluma” la primavera del Concilio. “En él ardía un deseo: devolver a Dios al mundo, a la sociedad, a la cultura”.

Y será después del encuentro con el carisma de Chiara Lubich, a quien encontró en Montecitorio en 1948, que Giordani dirá: “Sentí que pasaba del Cristo buscado, al Cristo vivo”.Con su vida –afirmó la fundadora de los Focolares interviniendo al final de la Misa- se podría volver a escribir la página evangélica de las bienaventuranzas: “Ha sido la pureza de corazón la que le afinó y potenció los sentimientos más sagrados hacia su esposa y sus hijos”. Ha sido un “Pobre de espíritu, por el desapego completo no sólo de lo que poseía, sino sobre todo de lo que era”. Ha sido un “constructor de paz, como documenta su historia de hombre político”.

En Giordani Chiara Lubich reconoce a un co-fundador del Movimiento de los Focolares, que ha dado un impulso excepcional a los movimientos de vasto alcance, nacidos para la animación cristiana del mundo de los jóvenes, de la familia, de la política, de la educación, de la medicina, del arte.

Ha sido él quien ha abierto de par en par un nuevo camino de consagración para los casados que lo llevó a experimentar “las alegrías de la contemplación y de la vida mística”. Superando finalmente ese “abismo” –como él lo llamaba- entre los religiosos que seguían ‘el ideal de perfección’ y los laicos, que –como decía con una pizca de ironía- seguían ‘el ideal de la imperfección’. “Fue él –siguió diciendo Chiara Lubich – la personificación de una de las finalidades más importantes de los Focolares: colaborar a la unificación de las Iglesias”.

Giordani, además de ser miembro de la Constituyente, hizo parte del Consejo de los pueblos de Europa en Estrasburgo. Es autor de 100 libros y de más de 4000 artículos. Entre sus obras más difundidas, traducida en muchos idiomas, incluso el chino, se encuentra el “Mensaje social del cristianismo”. Ya en los años 1924-25 elabora y difunde ideas sobre “La unión de las Iglesias” y sobre “Los Estados unidos de Europa”. El período que va de 1946 a 1953 es el más creativo, con iniciativas audaces y posiciones incómodas para ese tiempo, como la objeción de conciencia, el no a los gastos militares, el no a la demonización de los comunistas.

Una “ingenuidad” -es una expresión suya- que pronto lo hizo salir del juego (no fue reelegido en 1953), pero que hoy hace que se le descubra, según el historiador Gabriele De Rosa, como “un político de la anti-política, no hecho para todas las estaciones, no disponible a las razones del poder por el poder”.

En los últimos años, en los dolores físicos, debidos y agudizados por las heridas de guerra, gozaba de poderse “co-crucificar” con Cristo. Tenía una tal luminosidad en los ojos y afabilidad en el trato que infundía serenidad a todos e inducía a los pequeños a tratarlo como igual. Obtuvo del Cielo extraordinarias experiencias de unión con Dios y con María, y también esas pruebas “oscuras” del alma que el Señor reserva a sus elegidos. Su “viaje” se convirtió en un “vuelo” en Dios, que se concluyó la noche del 18 de abril de 1980.

Ha sido Mons. Pietro Garlato, entonces obispo de Tivoli, ciudad donde Igino Giordani nació en 1894, quien el año del gran Jubileo, tuvo la iniciativa de proponer “un gesto significativo”: “introducir su causa de beatificación, para que toda la Iglesia encuentre en él un modelo, un testigo del Evangelio, y un modelo de comunión”.

Comments are disabled.