Ante una solicitud de ayuda imprevista para un proyecto del Banco Internacional de Desarrollo para Sudamérica: nace como respuesta el «Plan Esperanza», un proyecto social que asumirá grandes dimensiones.

Hace diez años empecé a trabajar en el Banco Internacional de Desarrollo, que tiene como radio de acción toda Sudamérica, incluido Brasil. Al inicio el Banco estaba especializado en crédito para Infraestructuras: construcción de calles, de centrales hidroeléctricas y de otros grandes proyectos. Con los fondos provenientes de las utilidades se concedían créditos no reembolsables para estudios macroeconómicos y para la evaluación del impacto ambiental.

Después de un año de trabajo, recibí la visita de algunas personas muy humildes, agotadas, después del largo viaje. Leí su proyecto y su solicitud de financiamiento, pero enseguida me di cuenta de que no correspondía con el tipo de proyectos previstos por el banco. Simplemente tenían necesidad de ayuda para sobrevivir. Venían de una zona cerca de la frontera con Perú. Debido a la guerra nadie les prestaba atención. Mirándome con ojos llenos de esperanza, me dijeron: «Sabemos que usted puede ayudarnos».

Dentro nació dentro de mí una plegaria: «Dios ayúdame a ayudarte en estos hermanos». No sabía por dónde empezar. La única persona que habría podido hacer algo era el Presidente Ejecutivo. A menudo venía a Ecuador. A su primera visita le mostré, como siempre, los grandes proyectos realizados y al final le dije: «Tengo algo muy especial que proponerte». Le mostré las dos páginas y le hablé del proyecto. Ante sus objeciones le hice una propuesta: «Hagamos una excepción. Déjame trabajar en este proyecto. Es un proyecto social muy pequeño». «Pero esto quiere decir que tengo que asumir personal que lo siga y no lo puedo hacer», replicó. «Me encargo yo» -estaba decidida-. «Dame sólo el permiso para la excepción y el resto lo arreglo yo». «Está bien -concluyó- que sea una excepción».

Muy contenta, salí para la frontera y empezamos a trabajar en el proyecto. Después fui a hablar con el Presidente de la Conferencia Episcopal y con todos los Obispos. Aceptaron inmediatamente. Les propuse: «A este punto debemos hablar con el Presidente de la República». Nos pusimos de acuerdo, pedimos la cita y fuimos a presentarle la propuesta del proyecto social. Quedó muy sorprendido pero lo aprobó.

Gracias a los fondos recibidos, hemos podido realizar hospitales psiquiátricos, otro hospital para personas con enfermedades incurables, hemos trabajado mucho con los indígenas para procurarles agua, estamos interviniendo en las escuelas en todo el territorio nacional. Nació así el «Plan Esperanza». Seguido, poco después por el «Plan Esperanza 2». Últimamente la experiencia vivida ha ido más allá, y un gobierno europeo le ha confiado a nuestra institución el fondo para la conversión de la deuda externa para desarrollar proyectos en el área educativa y social.

En el 2000 las Naciones Unidas se propusieron como objetivo a realizar a favor de la infancia, para la próxima década, la alfabetización y la educación de los niños entre los 0 y los 15 años en todos los países en vías de desarrollo. Seguimos trabajando para que esta meta se alcance verdaderamente.

(C. C. – Ecuador)

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