«Benedicto XVI hizo una visita a su tierra natal, en la cual del 22 al 25 de septiembre transcurrió días muy intensos. Aún si las santas misas – celebradas al aire libre en el estadio olímpico en Berlín, en la plaza de la catedral en Erfurt, en Etzelsbach, Santuario de la Turingia, y en Freiburg en la Seva Negra– han marcado algunos de los momentos culminantes de su estadía, el Papa testimonió claramente, a través de muchos otros encuentros, que no vino sólo por el 30% de los católicos. Se reunió de hecho con representantes del Hebraísmo y del Islam, hizo un discurso valiente en la Cámara de Diputados Alemana y se entretuvo con representantes de las Iglesias ortodoxas. En un lugar muy significativo, en el monasterio agustiniano en Erfurt donde Martín Lutero estudió teología, entró para formar parte del Orden y fue ordenado sacerdote, se llevó a cabo el encuentro con representantes de la Iglesia evangélica-luterana.

En esta ocasión el Papa expresó claramente su estima por la espiritualidad de Lutero y por su compromiso en la búsqueda de una respuesta adecuada a la pregunta sobre Dios. Benedicto XVI invitó a los cristianos de las dos Iglesias a “dar testimonio juntos de la presencia del Dios viviente, ofreciendo así al mundo la respuesta de la cual tiene necesidad… Ayudémonos recíprocamente a vivirla. Esta es una gran tarea ecuménica que nos introduce en el corazón de la oración de Jesús.”

El Presidente de la EKD (Iglesia Evangélica en Alemania), Nikolaus Schneider apreció y subrayó cuanto dijo Benedicto XVI: las dos Iglesias deberían “ayudarse recíprocamente en el intensificar y reavivar la vida de fe en nuestra sociedad – de verdad una tarea ecuménica.”

Quien esperaba que la venida del Papa marcara pasos concretos en el ecumenismo y quien esperaba que Benedicto señalara un itinerario nuevo con respecto a la concelebración común – principalmente en vista del aniversario de los 500 años de la Reforma en el 2017 – no fue complacido. Tampoco para las parejas de confesiones distintas que no pueden participar juntas de la Eucaristía, trajo “novedades”.

La fe no es una realidad que se puede contratar, en analogía con los acuerdos políticos – esta es su motivación: “La unidad en la fe no crece sopesando ventajas y desventajas, sino mediante una profunda identificación en la vida y en el pensamiento.”

Benedicto XVI no quiso ofrecer, sea en el campo ecuménico como en las preguntas de fondo de los católicos, respuestas superficiales, ni soluciones concretas. Quiso penetrar en las raíces de la “crisis de las Iglesias”, en cuya raíz el identifica una crisis de fe. Vino para animar la fe en Dios y para reforzar la fe en Cristo, que él considera como la premisa fundamental para que se puedan desarrollar cambios y renovaciones».

 

Léase también en Cittá Nuova online

En www.vatican.va

Comments are disabled.