¡Oh, Espíritu Santo, qué agradecidos deberíamos estar contigo y qué poco lo estimo! Nos consuela

el hecho de que eres totalmente uno con Jesús y con el Padre, a quienes a menudo nos dirigimos, pero esto no nos justifica .

Queremos estar contigo…, fuente del mayor consuelo, dulce huésped del alma, descanso de

nuestro esfuerzo”.

Tú eres la luz, la alegría, la belleza.

Tú arrastras las almas tú inflamas los corazones e inspira pensamientos profundos y decididos de

santidad con compromisos personales inesperados.

Tú operas lo que muchos sermones no serían capaces de enseñar.

Tú santificas.

Sobre todo, Espíritu Santo, tú, que eres tan discreto, aunque impetuoso y arrollador, y que soplas

como vientecillo suave que pocos saben escuchar y sentir, mira la rudeza de nuestra tosquedad y haznos discípulos tuyos. Que no pase un día sin invocarte, sin darte gracias, sin adorarte, sin amarte, sin vivir como asiduos discípulos tuyos. Te pedimos esta gracia. Y envuélvenos en tu gran luz de amor, sobre todo en la hora de las tinieblas más espesas: cuando se apague esta visión de la vida para perderse en la que es eterna.

Chiara Lubich  ( «La doctrina espiritual», libro editado en Italia por la Mondadori en el 2001 )

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