Igino Giordani - L'inutilità della guerraLa guerra es un homicidio a lo grande, revestido de una especie de culto sagrado, como era el sacrificio de los primogénitos al dios Baal. Esto es así debido al terror que infunde, por la retórica que lo caracteriza y por  los intereses que implica. Cuando la humanidad haya progresado espiritualmente, la guerra será ubicada a la par de los ritos cruentos, como las supersticiones de la brujería y los fenómenos de la barbarie.

La guerra es para la humanidad lo mismo que la enfermedad para la salud, o el pecado para el alma. Es destrucción y estrago, y ataca el alma y el cuerpo, a los individuos y a la colectividad.

Según Einstein, el hombre tiene  necesidad de odiar y destruiry y la guerra lo satisface. Pero no es así. La mayoría de los hombres, pueblos enteros, no demuestran esta necesidad. O bien la reprimen. La razón y la religión la condenan.

«Según Santo Tomás, todas las cosas quieren la paz». En efecto, todas las cosas quieren la vida. Sólo los dementes   y los incurables pueden desear la muerte. Y la guerra es muerte. Ella no es querida por el pueblo; es querida por las minorías a quienes la violencia física les sirve para asegurarse ventajas económicas, o para satisfacer pasiones descontroladas.  Sobre todo hoy, con el gasto que representa, los muertos y las ruinas, la guerra se manifiesta como una «inútil destrucción». Destrucción y para peor, inútil. Una victoria en contra de  la vida que se está convirtiendo en un suicidio de la humanidad.

Cuando Benedicto XV dijo que la guerra era una «inútil destrucción», dio la definición más exacta.

La idea de la inutilidad de la guerra fue repetida por Pio XII en 1951: «Todos han manifestado con la misma enérgica claridad su horror a la guerra, su convicción de que ésta no es, y ahora menos que nunca, un medio adecuado para resolver los conflictos y para restablecer la justicia, que se obtiene sólo a través de acuerdos libres y lealmente aceptados. Podría darse el caso de guerras populares –en el sentido de que éstas responden a los votos y a la voluntad de la población-. Tendría lugar sólo en el caso de una flagrante injusticia,sumamente destructora de los bienes esenciales de un pueblo. Una injusticia de tal magnitud que llevara a  sublevar  la conciencia de toda una nación» [Al cuerpo diplomático, 1-1-1951.].

Así como la peste sirve para apestar, el hambre para hambrear, de la misma manera la guerra sirve para matar y por añadidura, destruye los medios para la vida. Es una industria funeraria. Una fábrica de ruina.

Sólo un loco puede pensar que se obtiene un beneficio de una destrucción: es como pretender obtener la salud mediante un envenenamiento, o la energía después de una pulmonía. El mal produce mal, como la palmera produce dátiles. Y la realidad demuestra, también en este campo, la inconsistencia práctica del maquiavélico aforisma según el cual «el fin justifica los medios».

El fin puede ser la justicia, la libertad, el honor, el pan, pero los medios producen tal destrucción del pan, del honor, de la libertad y de la justicia, que además de destruir la vida humana, entre ellas la de mujeres, niños, ancianos, inocentes de todo tipo, se anula trágicamente el mismo fin propuesto de antemano.

En resumen, la guerra no sirve para nada. Sólo destruye la vida y la riqueza.

 

Extraído de Igino Giordani, La inutilidad de la guerra. Cittá Nuova 2003, pág. 9.16

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