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“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer”. (Jn 15, 5)

«Que cada uno ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios». (1 P 4, 10)

“Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor” (Mt, 24, 42)

«Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre Él os lo concederá» (Jn 16, 23)

“Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas, 14,26)

“Hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo” (1 Corintios, 12, 20)

“Que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc.22, 42)

“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga” (Lc. 9,23)

“Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante”

«Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os maltratan» (Lc 6, 27-28)

“La lámpara del cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado” (Evangelio de Lucas 11, 34)

“Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas” (Mt. 7, 12)