« ¡Que termine el ruido de las armas! La guerra es siempre una derrota para la humanidad». Son palabras severas las del Papa Francisco, pronunciadas el sábado 7 de septiembre, en la Plaza San Pedro, durante la vigilia por la paz en Siria y en todo el mundo. En los días anteriores llegaron adhesiones de todas partes. Desde Ammán, Jordania, donde se encontraba, llegó también la adhesión de María Voce en nombre de los Focolares.
Cien mil personas rezan con Francisco durante cuatro horas, en un silencio imponente. Por doquier hay recogimiento y seriedad. Sólo se impone la oración.
El Papa acoge y venera el ícono de María Salus Populi Romani. Después, un rosario que parece recitado por una sola voz. Se percibe cómo poco a poco se instaura un diálogo con María, que refleja confianza en ella, madre de todos, reina de la paz.
Entre la multitud hay por lo menos mil musulmanes. Unos diez, afuera del recinto, recitan versículos del Corán. Se respira una atmósfera de universalidad. Quien escucha a todos es el único Dios.
La meditación del Papa Francisco es densa. Su rostro, serio, concentrado. Comienza hablando del Génesis; habla de la armonía de la creación querida por Dios y del caos desencadenado por el hombre por la violencia y la contienda. Dios que «pregunta a la conciencia del hombre: “¿Dónde está tu hermano Abel?”». «También a nosotros va dirigida esta pregunta y también a nosotros nos hará bien cuestionarnos: ¿Soy el custodio de mi hermano? ¡Sí, tú eres el custodio de tu hermano! Ser persona humana significa ser custodios los unos de los otros!». En cambio cuando se rompe la armonía, «el hermano, que hay que custodiar, se convierte en cambio en un adversario que hay que combatir y suprimir».
«También hoy levantamos la mano contra quien es nuestro hermano». «Hemos perfeccionado nuestras armas, nuestra conciencia se ha adormecido, nuestras razones se han vuelto más sutiles para justificarnos… La violencia, la guerra sólo traen muerte, hablan de muerte! ¡La violencia y la guerra tienen el lenguaje de la muerte!».
« ¿Podemos salir de esta espiral de dolor y de muerte?» se pregunta el Papa. «Sí, ¡es posible para todos!». Un aplauso estrepitoso le da la razón. Y prosigue: «Quisiera que de todas partes de la Tierra gritáramos: ¡Sí, es posible para todos! Es más, quisiera que cada uno de nosotros, desde el más pequeño al más grande, hasta quienes están llamados a gobernar las naciones, respondiera: ¡Sí, lo queremos!».
Y prosigue: « ¡Cómo quisiera que por un momento, todos los hombres y las mujeres de buena voluntad miraran la cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no respondió la violencia, a la muerte no respondió el lenguaje de la muerte. Ante el silencio de la cruz, calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz». Quisiera pedir al Señor, esta noche, que nosotros cristianos, los hermanos de las otras religiones, cada hombre y mujer de buena voluntad gritara con fuerza: ¡la violencia y la guerra nunca son el camino hacia la paz!».
El Papa Francisco invita a cada uno a mirar en lo profundo de la propia conciencia, «vence tus motivaciones de muerte y ábrete al diálogo, a la reconciliación, mira el dolor de tu hermano y no sumes más dolor». Concluye: «Perdón, diálogo, reconciliación son las palabras de la paz: en la amada nación siria, en Medio Oriente, en todo el mundo. Convirtámonos todos, en cada ambiente, en hombres y mujeres de reconciliación y de paz».
La oración continúa. Prolongamos silencios, oraciones, cantos. Una larga adoración. Todos dirigidos hacia la hostia en el ostensorio, hacia ese Dios que allí parece el corazón del mundo.
Al día siguiente, 8 de septiembre, durante el Ángelus, el Papa volvió a hablar de paz. «En este momento en el que estamos orando fuertemente» por ella, exhortó a «decir “no” al odio fratricida y a la mentira de la que se sirve, a la violencia en todas sus formas, a la proliferación de las armas». Y, espontáneamente, insistió: «Esa guerra de acá, esa guerra de allá –porque por todas partes hay guerras-, ¿es una guerra debida a un problema o es una guerra comercial para vender armas mediante un comercio ilegal?».
Es tiempo de decir “no” a los conflictos, al odio, a la violencia hacia los hermanos. Pero, para pronunciar este “no”, «es necesario que cada uno de nosotros tome la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones y elegir el bien, dispuestos a pagar personalmente».
«Vayamos adelante con la oración y acciones de paz» para que «cese enseguida la violencia y la devastación en Siria y se trabaje con renovado empeño por una justa solución al conflicto fratricida. La búsqueda de la paz es larga. Exige paciencia y perseverancia».
de Victoria Gómez
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