
Noemi Sánches de Paraguay
El Papa los invitó a hablar con valentía y “cara dura”, ¿cuáles fueron los temas más difíciles que se anticiparon? Temas muy actuales y quizás polémicos, como la homosexualidad, por ejemplo. Y después se solicitó una posición más concreta con respecto al tema de las migraciones, los refugiados y las guerras. Temas que van más allá de los meros dogmatismos, como la familia en sentido tradicional y cómo vivirla cuando no es exactamente así. No pedimos que se cambie la doctrina, sino entenderla profundamente para poder llevarla a nuestra vida cotidiana. Hoy esto ya se hace, pero quizás de un modo que no llega a los jóvenes”. En el pre-Sínodo representaste a los jóvenes de los Focolares de los cinco continentes. ¿Qué le piden estos jóvenes a la Iglesia y qué proponen? ¿Cuáles experiencias ofrecen, como una especie de modelo? “En línea con la experiencia vivida en Roma con jóvenes de todas las proveniencias, culturas y credos, con quienes no sólo hablamos sino que también vivimos, dormimos y comimos, en un enriquecimiento recíproco de vida y de pensamiento, los jóvenes de los Focolares –que tienen como carisma la unidad y el diálogo- propusimos repetir afuera encuentros de este tipo con personas de todas las realidades. Esta experiencia, de hecho, ayuda a entender que el otro es otro como yo, y que en el fondo tenemos en el corazón las mismas preguntas y los mismos desafíos; que cada uno tiene quizás un enfoque distinto pero eso enriquece al otro que en su cotidianidad quizás vive de otro modo. Por lo tanto cada uno tiene algo que dar, y ese dar ofrece una visión más amplia, una experiencia más completa y enriquecedora. Juntos se puede llegar a dar respuestas concretas a las problemáticas que vivimos todos”.
Un testimonio precioso en este tiempo caracterizado por los temores, la desconfianza y los prejuicios, en el que es más fácil construir muros y recintos que puentes, o tender las manos hacia quien es diferente. ¿Cómo fue recibida esta propuesta contracorriente? “Por gracia de Dios, dentro del Movimiento de los Focolares ya desde hace años vivimos esta experiencia y hacemos este tipo de encuentros. Pero también en este espacio de diálogo ofrecido por la Iglesia a los jóvenes, la propuesta fue acogida con alegría y satisfacción, también por otras personas que no conocen el Movimiento y que viven otras realidades. En el momento de las propuestas concretas, en mi grupo, propuse aplicar este modelo de relación también para confrontarnos sobre otras temáticas, siempre en esta dinámica abierta a todos, donde todos participan, conviven, se descubren a sí mismos y a los demás. Todos los jóvenes presentes adhirieron enseguida, y fue un sí unánime. Pero tenemos que admitir que había personas más grandes que escuchaban y hacían comentarios y hacia ellos no sentí rechazo pero sí temor, el temor que causa el impulso a “salir” hacia otros puertos y perder la propia identidad. En cambio los jóvenes que hicieron esta experiencia comprendieron enseguida que en realidad la identidad no se pierde sino que se enriquece. Cierto, contemporáneamente hay que dedicarse a la formación y a profundizar la propia identidad religiosa, pero esta riqueza se puede donar y al donarla, se abre espacio para recibir al otro. El joven que ha vivido esto lo entendió y lo quiere. En este sentido vivimos lo que el Papa Francisco nos dijo al inicio: ustedes, los jóvenes, tienen que soñar los sueños de los mayores pero también profetizar, es decir, ir más allá de ese sueño. Y yo pienso que lo que hemos vivido en Roma ha sido traducir en lo concreto esta exhortación: queremos ser Iglesia y hemos entendido que para hacerlo tenemos que ir más allá de las estructuras tradicionales. La Iglesia es universal y entonces tenemos que estar abiertos, llegar y acoger a todos para ser más plenamente aquello que somos”. Lee el documento integral (inglés, italiano, español)




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