Movimiento de los Focolares

Sharing with Africa, primeros pasos

Jun 5, 2013

Una chica italiana refiere, como observadora directa, el inicio del proyecto de solidaridad con el continente africano en el que están comprometidos los jóvenes de los Focolares, dentro del más amplio United World Project. Un viaje “sólo de ida”.

«Llegamos a la Mariápolis Piero (Nairobi, Kenia) la mañana del 10 de mayo, acogidos como saben hacer los africanos: ¡sonrisas y abrazos gratuitos para todos! Esto porque para ellos lo fundamental es la persona, y lo descubrimos a través de sus vidas; nos presentaron las historias de sus tribus durante la Escuela de Inculturación. Fue enriquecedor entrar en todas estas culturas, descubrir los puntos en común y lo que en cambio las distingue. Además de quienes llegaron de los países del África subsahariana, estaban presentes unos quince jóvenes provenientes de los países vecinos a Kenia: Uganda, Tanzania, Burundi, Ruanda, pero también de Madagascar, Zambia, Angola, Malawi… dos de Sudamérica que viven un período en la ciudadela y nosotros 5: además de mí, Chiara, Giulia, Aurelio y Paula. Nos explicaron cómo nació el proyecto y la propuesta de dos actividades: ir hasta donde están los  Samburú en la Sabana y vivir cuatro días con ellos entrevistándolos y conociendo sus raíces y el por qué de su cultura; ir a ayudar al centro nutricional de Madare, un slum de Nairobi, y a Njabini, una aldea a 2600 metros de altura. Un grupo de 8 elegimos la segunda actividad. El primer día fuimos acogidos en una capilla de lata, que en la mañana es el centro nutricional y en la tarde Templo de Dios. La realidad del slum es dura, hay una condición de miseria absoluta, una degradación social deshumana, y sin embargo subraya la dignidad de la persona que no se rinde y que se aferra a una única certeza: Dios Amor. Algunas religiosas italianas, en misión en Madare desde los años Setenta, nos confirmaron cuan fuerte es la fe y cómo ésta lleva a la ayuda recíproca. La misma responsable del centro nutricional nació y creció en el slum; ahora, habiendo abrazado la espiritualidad de la unidad, dio origen a esta actividad que, además de asegurar una instrucción mínima y dos comidas al día, enseña a los niños el arte de amar a través del dado del amor. Éstos, llegando a casa, irradian a toda la familia desafiándose recíprocamente en una competencia de amor que hace la vida espiritual más plena. Al día siguiente en Njabini. Después de 3 horas de viaje, fuimos acogidos por una familia compuesta por Mamá Julia, Papá Joseph, Mary, Absunta y Anthony, originarios de la tribu Kikuyu. Estuvimos con ellos 3 días, ayudando en el trabajo doméstico, en el campo y con el ganado. La última noche, durante un momento de intercambio, sentí que esa ya era mi familia, ¡ya no me sentía “mzungu” (blanca) en medio de ellos! Y mamá Julia nos confió: “¡Antes de que llegaran pensaba que tenía cuatro hijos, ahora siento que tengo 8 más!”. Siento que no regresé, porque creo que los viajes son sólo de ida. Algo en mí cambió para siempre: me enriquecí de una cultura diametralmente opuesta a la mía, tengo más conciencia de las fortalezas y de las debilidades de mi forma de vivir. Una cosa es segura, he hecho de la filosofía “Ubuntu” mi filosofía de vida: puedo realizarme como persona sólo en la medida en que entro en relación con el Otro y lo pongo en el centro de mi vida. En el fondo, se trata del amor al hermano predicado por un Tal hace más de dos mil años y que nuestra Chiara puntualmente nos ha recordado». (Elena D. – Italia)

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