«Llegamos a la Mariápolis Piero (Nairobi, Kenia) la mañana del 10 de mayo, acogidos como saben hacer los africanos: ¡sonrisas y abrazos gratuitos para todos! Esto porque para ellos lo fundamental es la persona, y lo descubrimos a través de sus vidas; nos presentaron las historias de sus tribus durante la Escuela de Inculturación. Fue enriquecedor entrar en todas estas culturas, descubrir los puntos en común y lo que en cambio las distingue. Además de quienes llegaron de los países del África subsahariana, estaban presentes unos quince jóvenes provenientes de los países vecinos a Kenia: Uganda, Tanzania, Burundi, Ruanda, pero también de Madagascar, Zambia, Angola, Malawi… dos de Sudamérica que viven un período en la ciudadela y nosotros 5: además de mí, Chiara, Giulia, Aurelio y Paula. Nos explicaron cómo nació el proyecto y la propuesta de dos actividades: ir hasta donde están los Samburú en la Sabana y vivir cuatro días con ellos entrevistándolos y conociendo sus raíces y el por qué de su cultura; ir a ayudar al centro nutricional de Madare, un slum de Nairobi, y a Njabini, una aldea a 2600 metros de altura. Un grupo de 8 elegimos la segunda actividad. El primer día fuimos acogidos en una capilla de lata, que en la mañana es el centro nutricional y en la tarde Templo de Dios. La realidad del slum es dura, hay una condición de miseria absoluta, una degradación social deshumana, y sin embargo subraya la dignidad de la persona que no se rinde y que se aferra a una única certeza: Dios Amor. Algunas religiosas italianas, en misión en Madare desde los años Setenta, nos confirmaron cuan fuerte es la fe y cómo ésta lleva a la ayuda recíproca. La misma responsable del centro nutricional nació y creció en el slum; ahora, habiendo abrazado la espiritualidad de la unidad, dio origen a esta actividad que, además de asegurar una instrucción mínima y dos comidas al día, enseña a los niños el arte de amar a través del dado del amor. Éstos, llegando a casa, irradian a toda la familia desafiándose recíprocamente en una competencia de amor que hace la vida espiritual más plena.
Al día siguiente en Njabini. Después de 3 horas de viaje, fuimos acogidos por una familia compuesta por Mamá Julia, Papá Joseph, Mary, Absunta y Anthony, originarios de la tribu Kikuyu. Estuvimos con ellos 3 días, ayudando en el trabajo doméstico, en el campo y con el ganado. La última noche, durante un momento de intercambio, sentí que esa ya era mi familia, ¡ya no me sentía “mzungu” (blanca) en medio de ellos! Y mamá Julia nos confió: “¡Antes de que llegaran pensaba que tenía cuatro hijos, ahora siento que tengo 8 más!”. Siento que no regresé, porque creo que los viajes son sólo de ida. Algo en mí cambió para siempre: me enriquecí de una cultura diametralmente opuesta a la mía, tengo más conciencia de las fortalezas y de las debilidades de mi forma de vivir. Una cosa es segura, he hecho de la filosofía “Ubuntu” mi filosofía de vida: puedo realizarme como persona sólo en la medida en que entro en relación con el Otro y lo pongo en el centro de mi vida. En el fondo, se trata del amor al hermano predicado por un Tal hace más de dos mil años y que nuestra Chiara puntualmente nos ha recordado». (Elena D. – Italia)
No desanimarnos por los errores
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