«En la situación que Siria está viviendo – desgarrada por un conflicto alimentado por la ignorancia, por la división y el sectarismo confesional-, como padre y marido tuve que decidir si quedarme en el País que amo o emigrar por el bien de mi familia.
Hacía algunos meses que había comprado los boletos de avión y comenzado los trámites necesarios para irnos, pero, en el fondo del corazón, no estaba tranquilo, aunque tenía una oportunidad de trabajo en Beirut. Sentía que tenía una misión que ofrecer por mi gente y por mi País. En ese momento la situación en Aleppo, mi ciudad, no era tan grave pero todos sentíamos que lo peor estaba por llegar. Y, fue así, la situación se precipitó rápidamente.
Al principio, decidí que se irían para Beirut mi esposa y mis hijos y que yo me quedaría solo en Aleppo. Pero mi esposa no estaba de acuerdo: “¡O nos vamos todos o nos quedamos todos juntos!” Por eso, en lugar de dejar el País para protegernos del caos y de la muerte, elegimos juntos como familia, quedarnos.
No soy una persona acostumbrada a rezar, pero sentí en ese momento que Dios me pedía algo. Fui a la Iglesia y le ofrecí a El mi vida y la vida de mi familia: «Nuestro futuro está en Tus manos». Me sentí inundado por una gran paz interior a pesar de la tensión que se respiraba.
Con algunos amigos cristianos tratamos de comprender las necesidades de nuestra comunidad tratando de responder con ayudas, incluso simples. Un día, mientras estaba trabajando en la reparación de la Iglesia, me puse a hablar con el párroco de las difíciles condiciones de vida de muchas familias y del problema de encontrar la leche para los niños. Enseguida nos pusimos a buscar este alimento básico, pero en los supermercados no había más. Al final, logramos conseguir solo cuatro cajas. ¿Cómo hacer para asegurarle la leche a los niños de esas familias que pertenecían a la clase media pero que ahora no tenían ningún ingreso? Sin programas en la cabeza comenzamos a anotar las necesidades. Al principio, en la lista figuraban 300 familias! Pedimos donaciones a mucha gente, recibiendo solo 300 L.S. (equivalente a cuatro dólares). Era imposible hacer algo con una cantidad tan irrisoria, pero fue justo en ese momento que una persona, que conoció esta situación, intervino cubriendo todas las necesidades urgentes a través de la Caritas de Siria!
Un día preparé una canasta de alimentos, como si fuese para mi familia. Luego se lo llevé a una persona que, con sorpresa, no lo quería. Pero cuando le dije: «Esta canasta la preparé para mi y lo que es mío es tuyo», conmovida lo aceptó.
Mientras tanto, las familias más necesitadas habían aumentando, pasando de 300 a 1.500, por lo que no lográbamos asegurarles ni siquiera los productos de primera necesidad. Pensamos, entonces, pedir ayuda a la organización humanitaria “Media Luna Rosa”. Cuando nos preguntaron si ofrecíamos ayuda a gente de todas las confesiones religiosas, estaba presente, por casualidad una persona que conocía el Centro para los niños sordomudos que dirijo con mi esposa y sabía que nos ocupamos de los musulmanes y de los cristianos del mismo modo. Hizo así un gesto de consentimiento al responsable de la Asociación que nos permitió tener acceso a sus almacenes. ¡Fue grande la sorpresa por la gran cantidad de ayuda recibida!»
Jean – Aleppo
Fuente: Città Nuova online
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