En Jesús, el hombre se hace partícipe de la misma vida trinitaria, de la vida social de Dios. Esta socialidad sobrenatural, que la vida de la gracia llevará a los hombres, no destruirá, sin embargo, la vida natural. Por el contrario, entre ellas dos habrá una maravillosa relación. La socialidad sobrenatural, la gracia, dará lugar y permitirá una vida social también naturalmente perfecta, ya que Cristo fundará la Iglesia visible. […] Pero ¿cuál es el punto de paso de Cristo a la Iglesia? ¿Cómo se pasa de la presencia espiritual de la humanidad en Cristo a la presencia de Cristo en la humanidad? Para comprender bien esto, es necesario contemplar la naturaleza humana de Jesús, antes de su muerte y después de su resurrección. Es necesario meditar sobre su propia carne que después de su exaltación se hace vivificante. […] Antes de la crucifixión, el radio de acción de la humanidad de Cristo está circunscrito a los límites de su carne, susceptible de sufrir y morir; con su muerte y su resurrección, se hace espíritu vivificante. […] Por esto, el día glorioso del Domingo de Pascua, cuando el Espíritu penetra e ilumina cada parte del cuerpo de Jesús, también la Iglesia recibe el Espíritu Santo y se convierte en el Cuerpo de Cristo. Se puede decir: Cristo ha sembrado un Cuerpo particular y resucita Cuerpo místico, resucita Iglesia. El misterio de la socialidad humana emerge con evidencia también en estos acontecimientos maravillosos. Cristo, dado que quiso ser miembro de la comunidad humana, se convirtió en su Cabeza. Por eso, sufriendo en la cruz, rescata al género humano, porque éste está contenido espiritualmente en Él; y también su propia carne, por medio de la cual, asumiéndola, Él había querido obrar la redención, adquiere ciertas dimensiones de lo infinito: se espiritualiza y se convierte en la imagen misma de la nueva humanidad completa. Esa carne que fue para el hombre principio de limitación, y para Jesús, después de la resurrección, principio de universalización de la vida. […] La expresión «Cuerpo místico de Cristo», con una significación más precisa y determinada, indica la Iglesia, que continúa aquí en la Tierra la obra del mismo Jesús. […] Cristo, Hijo de Dios, era verdadero hombre, era perfecto hombre, así el Cuerpo místico es plenamente humano, perfectamente humano, además de ser divino. La encarnación está prosiguiendo cotidianamente su obra, hasta el final de los siglos, en la Iglesia visible. Pasquale Foresi Del volumen: Pasquale Foresi, “Teologia della Socialidad”, Città Nuova 1963, pag.85
Ser “prójimos”
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