Concluyó a finales de junio el curso anual de la Escuela Loreto y las familias, que la han frecuentado, han vuelto a sus Países (Brasil, Camerún, Chequia) enriquecidas por el don de una experiencia que no olvidarán jamás y que, gracias a ellos, se extiende por el mundo. Pero la Escuela Loreto no se va de vacaciones y sigue durante el verano. En el mes de julio, de hecho, se han alternado familias provenientes de varias regiones de Italia, de naciones europeas (Portugal, Francia, Suiza) y de otros continentes (Corea, Vietnam y Filipinas), por periodos más o menos largos de vacaciones alternativas en un armonioso clima. Aquí se vive y se experimenta la comunión de bienes: hay quien ha regalado un nuevo cortacésped, imprescindible para mantener el área verde que rodea los departamentos de la escuela; otro ha regalado una lijadora que ha permitido hacer más fácil el arreglo de marcos y puertas, banquetas… Junto con el trabajo compartido (arreglo de los departamentos para acoger a las familias que en septiembre iniciarán el nuevo año de escuela, cortar el césped, podar árboles …) crece el clima de comunión y se experimenta cotidianamente que, juntos, también el trabajo es más ligero y gozoso. De este clima de familia participan también personas y grupos que pasan por Loppiano y desean conocer la Escuela Loreto y, con ella, al Movimiento Familias Nuevas. También son muy interesantes los momentos de encuentro entre las parejas para tratar – en un clima relajante – temas inherentes a la familia con la ayuda de expertos, y la oportunidad de participar en los programas de la ciudadela. Tampoco faltan cenas al aire libre, excursiones y momentos de relax transcurridos juntos, y todo ello en el clima de fraternidad evangélica que es la ley de Loppiano, donde la Escuela Loreto está colocada. Naturalmente hay que tener en cuenta las dificultades lingüísticas; los lugares de proveniencia son muchos, pero todos se esfuerzan con gusto en comunicar lo más profundo a pesar de las diferencias, aprovechando también así para aprender un poco de italiano. Entre los presentes fue muy significativo que estuviera una familia francesa que estaba en Niza la tarde del 14 de julio, día de la terrible matanza en el paseo a orillas del mar; afortunadamente, ese día había decidido ver los fuegos artificiales desde lo alto de la ciudad. A través de esta circunstancia ha percibido todavía más que la vida es un don y, al mismo tiempo, el fuerte llamado a vivir para difundir el amor. Cuando dejan Loppiano, las familias que se van alternando expresan su deseo de poder hacer una experiencia similar el año próximo, afirmando que, a pesar del trabajo físico, ¡se han sentido con nuevas fuerzas!
Hacer sentir la cercanía
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