En el autobús que me lleva a Harefield (Gran Bretaña) – al hospital donde estudio Enfermería- me impresiona el modo de actuar de una colega. Acercarme a ella no es muy simple, dado que soy tímida y a menudo estoy rodeada de amigos un poco “salvajes” como yo. Pero ella no esquiva mi compañía, al contrario, un día me propone que desayunemos juntas. Nos hacemos amigas. Desde hace tiempo siento que mi forma de vivir el cristianismo no me satisface: asisto a la iglesia por un sentido del deber, para tener la conciencia tranquila. Ella en cambio, me habla de una fe alegre, auténtica, que comparte con otros jóvenes como ella. Una fe iluminada por el amor. Un día trae una guitarra al hospital para festejar a una enfermera con quien no es fácil la relación. Entonces, razono: si esta chica llega a tanto, tal vez vale la pena saber qué es lo que la empuja a actuar de este modo. Me cuenta sobre la espiritualidad de la unidad que ella vive. También yo, al igual que ella, empiezo a frecuentar a las personas del Focolar y cada vez descubro nuevas ocasiones para donarme: poner en común la ropa o la comida con quien tiene necesidad, ofrecerme para hacer curaciones u otros servicios, etc. Estos pequeños gestos, frutos del Evangelio que también yo comienzo a poner en práctica, me dan mucha alegría. Pero ¿puedo hacer la elección radical de las focolarinas? Ellas son católicas, yo soy anglicana… Dentro de mí resuena una voz: «¿Por qué no? Es suficiente con que tú me digas sí». Me siento como alguien que está dando un salto en el vacío, pero igualmente digo mi sí a Dios, feliz de quererlo seguir para siempre. Me recibí de Enfermera, especializada en Obstetricia, por mi profundo deseo de generar un cambio en la sociedad. Pensaba que con este diploma podría trabajar en el extranjero y ya había separado dinero para el viaje. Cuando entré al focolar, di ese dinero a alguien que lo precisaba y comencé mi formación como focolarina. Mi primer destino fue el focolar de Leeds donde estuve cinco años. Allí trabajé en un barrio marginal. Como yo provengo de un ambiente acomodado, tenía una idea romántica de los pobres. Realmente no sabía cómo vivía la gente “dentro” de la pobreza. Tenía que atender a una joven mamá. Noté que cada vez que venía a controlarse, tenía la misma ropa y las medias llenas de agujeros. Traté de establecer una relación con ella, de modo que pudiese contarme sobre su situación, dónde vivía, etc. Así sucedió que una vez fui a visitarla a su casa. En la puerta estaba su compañero, una persona agresiva y huraña. Impresionada por ese hombre y por la suciedad y el desorden de ese lugar, no sabía por dónde empezar para entablar una conversación. Después, me di cuenta de que había una gran pecera para la cría de peces. Comencé a hablar de los peces, y así la tensión se alivió. En siguiente cita le llevé ropa y en la siguiente consulta, la joven vino vestida con la ropa que yo había llevado para que se la viera puesta. Ahora vivo en el focolar de Welwyn Garden City (cerca de la capital) y sigo trabajando para el Servicio Sanitario Nacional (NHS). En estos últimos años se produjo una gran transformación en la política sanitaria y no es tan fácil incorporar los cambios que me alentaban al comienzo de mi carrera. Pero también, dentro de esta transformación, trato de hacer cada cosa como un acto de amor a Dios en los hermanos. Vivir en comunidad con personas que hicieron mi misma elección de vida es una oportunidad muy importante, también para mi trabajo. Pero también para crecer juntas en la unidad entre nosotros y en la fe en Dios Amor, donándonos a los demás más allá del hecho de ser católicas o anglicanas».
Brindar acogida a los que encuentre
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