Amoris Laetitia – Dudécimo episodio – La Misericordia.

 
Amoris Laetitia es incomprensible sin esta referencia a lo que representa el corazón fundamental de este pontificado. No en vano, se publicó en el Año de la Misericordia y quiere ser un hito de la misma. Si hay necesidad de misericordia en un campo de lo humano, es precisamente la de la familia.

Misericordia.
Amoris Laetitia es incomprensible sin esta referencia a lo que representa el corazón fundamental de este pontificado. No en vano, se publicó en el Año de la Misericordia y quiere ser un hito de la misma. Si hay necesidad de misericordia en un campo de lo humano, es precisamente la de la familia:
“Estaexhortación adquiere un significado especial en el contexto de este Año Jubilar de la Misericordia. En primer lugar, porque lo entiendo como una propuesta para las familias cristianas, que les anima a estimar los dones del matrimonio y de la familia, y a mantener un fuerte amor lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad y la paciencia. En segundo lugar, porque pretende animar a todos a ser signos de misericordia y cercanía donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no tiene lugar con paz y alegría” (AL 5).

Sin embargo, no es un documento ingenuo. Hay una clara mención de la “… decadencia cultural que no promueve el amor y la dedicación…”  (AL 39) con sus consecuencias sobre la familia, así como todas las ideologías que la amenazan, como la ideología de género (AL 56) y el intento de negar la diferencia sexual sin tener en cuenta el diseño original del cuerpo, con su lenguaje orientado naturalmente hacia el don y la reciprocidad.
“… Respetar la dignidad de un niño significa afirmar su necesidad y su derecho natural a tener una madre y un padre…”, reitera  Francisco de nuevo (AL 172).

La situación concreta de las familias se aborda con extrema realismo:“… No hay familias perfectas… Es más saludable aceptar de manera realista los límites, desafíos e imperfecciones, y escuchar el llamado a crecer juntos, a hacer que el amor madure y a cultivar la solidez de la unión, pase lo que pase” (AL 135), y las crisis pueden resultar ser oportunidades de crecimiento:“La historia de una familia está surcada por crisis de todo tipo, que también forman parte de su belleza dramática. Debemos ayudar a descubrir que una crisis anticuada no conduce a una relación menos intensa, sino a mejorar, asentar y madurar el vino de unión. No convives para ser cada vez menos felices, sino para aprender a ser felices de una manera nueva, partiendo de las posibilidades abiertas por una nueva etapa” (AL 232).

Es esencial apoyar en los cónyuges “el anhelo de envejecer y consumir juntos” porque de esta manera “… reflejar la fidelidad de Dios” (AL 319).

Incluso en las dificultades de cada día “… si la familia logra concentrarse en Cristo, unifica e ilumina toda la vida familiar. Las penas y los problemas se experimentan en comunión con la Cruz del Señor, y el abrazo con él nos permite soportar los peores momentos. En los días amargos de la familia hay una unión con Jesús abandonado que puede evitar una ruptura. Las familias llegan gradualmente, con la gracia del Espíritu Santo, a su santidad a través de la vida matrimonial, participando también en el misterio de la cruz de Cristo, que transforma las dificultades y los sufrimientos en una ofrenda de amor” (AL 317).

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