Mons. Lucas llegó a la meta

 
Mons. Lucas Donnelly, habitante de la Mariápolis desde hace 12 años, falleció a los 91 años en los últimos minutos del 31 de agosto. El recuerdo en una entrevista realizada hace unos meses y publicada en Ciudad Nueva en el número de septiembre.

Mons. Lucas Donnelly, nació en General Cabrera, provincia de Córdoba, el 29 de julio de 1921.  Entró a muy temprana edad, junto a su hermano, a la en la Orden de la Merced y fue ordenado sacerdote el 21 de diciembre de 194. Elegido obispo-prelado de Deán Funes el 30 de diciembre de 1980 por Juan Pablo II, recibió la ordenación episcopal en Roma el 6 de enero de 1981 de manos del propio papa Juan Pablo II y tomó posesión de esa sede el 14 de marzo de 1981 donde permaneció desarrollando su tarea episcopal hasta que renunció por edad el 18 de enero de 2000. Su lema episcopal era: “Praedica Verbum”, anuncia la Palabra.

Mons. Lucas junto a María Voce (presidente de los Focolares) el pasado 14 de abril.

Había conocido la espiritualidad del Movimiento de los focolares a finales de los años ’50. Fue uno de los primeros obispos que adhirió al espíritu de la unidad haciendolo fructificar en su propia vida e irradiándolo a los demás.

Cuando aún se encontraba en la sede de Dean Funes, le había expresado a Chiara Lubich, fundadora del Movimiento, su deseo de ser un ciudadano más de la Mariápolis. De ese modo, cuando en el año 2000 fue emérito, fue recibido entre los habitantes de la ciudadela.

Mons. Lucas, como todos lo llamábamos, fue una gran contribución a la vida de la Mariápolis con su generosa entrega. Todos lo recordamos paseando en bicicleta, o en los últimos tiempos, cuando ya no podía movilizarse, en el caddy a baterías que un familiar le había prestado. Los momentos de convivencia con los sacerdotes, los jóvenes, las familias siempre eran muy alegres e incluían alguna pieza musical ejecutada en su piano eléctrónico. Supo hacerse hermano, padre, niño.

En un pasaje de su testamento espiritual dice:

“También quiero dejar constancia de mi sincero agradecimiento a Dios por haberme concedido el inapreciable don de conocer y de participar de la espiritualidad de la unidad, según el carisma de Chiara Lubich, y de haberme concedido igualmente la gracia de vivir mis últimos años en un centro de esta espiritualidad, como es la Mariápolis Lia. En este centro de espiritualidad con la ayuda de los sacerdotes y de los focolarinos y focolarinas he podido experimentar lo que significa el amor como experiencia vital, lo que significa vivir con “Jesús en medio” (Mt 18,20) en todos los momentos y circunstancias de la vida cotidiana. De esta manera he llegado a comprender mejor el misterio de “Jesús abandonado” (Mc 15, 34), clave de la unidad con Dios y entre los hombres. De haber descubierto al hermano como camino seguro de unión con Dios. En esa escuela de espiritualidad pude experimentar como algo fundamental y primario que antes de cualquier acción en la vida, por santa que fuera, es necesario partir de la mutua y continua caridad (1 P 4, 8). Y que el amor recíproco, a semejanza del amor entre las tres divinas personas de la Trinidad, es el vínculo indispensable para vivir una vida verdaderamente cristiana. Debo manifestar con ánimo sincero que conocía teóricamente estas verdades por medio del estudio y la práctica de la vida religiosa, pero no había tenido hasta ese momento la experiencia profunda de vivirlas en unidad con quienes compartían esta espiritualidad. Esta es la novedad que descubrí en la espiritualidad de la unidad o de comunión. La espiritualidad de comunión, finalmente, me brindó la posibilidad de comprender y vivir con mayor entrega la sublime vocación del bautismo, de la consagración religiosa, del sacerdocio y del episcopado. Estos dones del Espíritu cobraron su real valor a la luz del carisma de la unidad. Por todo lo cual doy mil veces gracias a Dios por mediación de la Santísima Virgen María, mi Madre de la Merced”.

Falleció serenamente en la Mariápolis el 31 de agosto de 2012 rodeado de sacerdotes, focolarinas y focolarinos, familias, niños.

La Revista Ciudad Nueva publicó una entrevista que José María Poirier le hiciera a principios del 2012.
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