Palabra de vida – Noviembre 2020

 
“Felices los afligidos, porque serán consolados.” (Mateo 5, 4)

¿Quién no ha sufrido en la vida? ¿Y quién no ha conocido a personas cuyo dolor llegaba hasta las lágrimas? Por otra parte, cuando los medios de comunicación llegan hoy a nuestras casas con imágenes de todo el mundo, corremos el riesgo de acostumbrarnos, de endurecer el corazón frente al torrente de dolor que arriesga con arrastrarnos.

También Jesús lloró¹ y conoció el llanto de su pueblo, víctima de la ocupación extranjera. Muchos enfermos, pobres, viudas, huérfanos, marginados, pecadores recurrían a él para escuchar su palabra sanadora y ser curados, en el cuerpo y en el alma.

En el evangelio de Mateo, Jesús es el Mesías que cumple las promesas de Dios a Israel y por ello anuncia:

“Felices los afligidos, porque serán consolados.”

Jesús no es indiferente ante nuestros sufrimientos y se ocupa personalmente de curar nuestro corazón de la dureza del egoísmo, de llenar nuestra soledad, de fortalecer nuestra acción.

Así nos decía Chiara Lubich en el comentario a esta misma palabra del Evangelio: “Con sus palabras, Jesús no quiere encaminar a quien es infeliz a la simple resignación prometiendo una recompensa futura. Piensa también en el presente. En efecto, aunque no de manera definitiva, su Reino ya está aquí. Está presente en Jesús que, al resurgir de una muerte sufrida en la mayor aflicción, venció la muerte. Está presente también en nosotros, en nuestro corazón de cristianos: Dios está en nosotros. La Trinidad encontró allí su lugar. Por eso, la bienaventuranza anunciada por Jesús puede verificarse desde ahora. Los sufrimientos permanecerán, pero surge un nuevo vigor que nos ayuda a llevar las pruebas de la vida y a socorrer a los demás para que puedan superar sus penas, a verlas como él las vio considerándolas un medio de redención”².

“Felices los afligidos, porque serán consolados.”

En la escuela de Jesús podemos aprender a ser el uno para el otro testigos e instrumentos del amor tierno y creativo del Padre. Es el nacimiento de un mundo nuevo, que sana la convivencia humana desde su raíz y atrae la presencia de Dios entre los hombres, fuente inagotable de consuelo para secar toda lágrima.

Así, Lena y Philippe, de El Líbano, compartieron su experiencia con los amigos de la comunidad eclesial: “Queridos todos, les agradecemos por los saludos en ocasión de la Pascua, tan especial este año. Estamos bien y tratamos de permanecer atentos para no exponernos al virus. Sin embargo, al estar en la primera fila en la acción Parrainage Liban³ no podemos quedarnos siempre en casa; salimos cada dos días para hacer llegar a algunas familias sus necesidades urgentes: dinero, ropa, alimentos, remedios… Ya antes del covid-19 la situación económica del país era muy difícil y, como en todo el mundo, ahora ha empeorado. Pero la Providencia no falta: la semana pasada nos llegó de parte de un libanés que vive fuera del país. Le pidió a Lena que asegure una comida completa, tres veces por semana, a doce familias durante todo el mes de abril. Una confirmación de que el amor de Dios no se deja vencer en generosidad”.

Letizia Magri

1 Cf. Jn 11, 35 y Lc 19, 41
2 C. Lubich, Palabra de vida de noviembre 1981
3 La acción Parrainage Liban surgió en 1993 de parte de un grupo de familias que vivían la Palabra de Vida, para ayudar a una madre con cinco hijos y su marido preso. Hasta el presente han ayudado alrededor de 200 familias de todo el país y de diferentes religiones, sostenidos por un centenar de personas y de empresas que creen en esta acción.