Movimiento de los Focolares

Aluminé (Neuquén)

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San Antonio Oeste (Río Negro)

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Plottier (Neuquén)

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María Gloria Huille

María Gloria Huille

Profesora de servicios sociales y economía doméstica, después, a los cincuenta años, los Focolares y una nueva vida junto a Chiara Lubich. Esta la síntesis de los cien luminosísimos años de María Gloria. Después de cien años, María Gloria aún conserva la misma mirada, la misma sonrisa y la misma sencillez y solemnidad. Y ni siquiera, le falta la lucidez y las ganas de sonreír. A las focolarinas que le pedían, el pasado 13 de marzo, día de su centésimo cumpleaños, «¿lograremos también nosotros llegar a tu edad?», respondía  invariablemente: «¡por suerte, sucede a pocos!»  Pasando las páginas de su vida se descubre que Marie Louise Celine Huille proviene de una familia numerosa de 9 hijos, de los cuales tres son religiosos. Empezó a trabajar a los 21 años, primero como profesora de Economía Doméstica en París (un trabajo con una acepción mucho más importante de lo que podríamos darle hoy nosotros), después como directora y profesora en institutos de servicios sociales en Francia, Portugal, Marruecos, Estados Unidos… Se prodigó con éxito, por tanto, para encontrar nuevos sistemas para simplificar el trabajo femenino y con una amiga elaboró un proyecto, en aquellos años revolucionario: aplicar los principios de la organización científica del trabajo en las fábricas a los trabajos domésticos. En agosto del 63, con 50 años, conoció el Movimiento de los Focolares. Fue un cambio radical y una revolución para su vida, ya en sí misma comprometida y preciosa. Con la frescura de una chiquita, entró en el focolar, Chiara le dió un nombre nuevo, como particular imitación de la Madre de Dios. En el momento en el que el entonces Cardenal de Estado, Jean Marie Villot –francés también él- pidió a Chiara Lubich algunas colaboradoras, ella no tuvo ninguna duda en enviar también a María Gloria.  Esta aventura llena de sorpresas prosiguió después en la casa de Chiara misma. Con la muerte del Cardenal, de hecho, María Gloria y otras colaboradoras fueron llamadas para continuar su trabajo en Rocca di Papa, en el focolar de Chiara, hasta el final de su vida. En aquellos años, confrontada con la extraordinaria experiencia de vida que tenía María Gloria, Chiara escuchaba a menudo sus consejos. En particular, con ella descubrió no sólo la belleza, sino también la utilidad de las cosas realmente preciosas y hechas con amor. Para festejar un siglo vivido de un modo tan extraordinario, el 13 de marzo, en la Casa Verde, que hospeda las focolarinas más ancianas y donde ella vive actualmente, también estuvo el alcalde de Rocca de Papa Pasquale Boccia quien le regaló un precioso libro de fotografías de su municipio y un pergamino de recuerdo con el escrito: “María Gloria, una mujer que para las mujeres y para los otros se ha quedado joven, distribuyendo en el tiempo talentos y energías con el admirable objetivo de descubrir y hacer descubrir las bellezas de la creación, transfiriéndolas en los sencillos gestos cotidianos”

¿Qué sucede cuando nos morimos?

En la clase donde yo enseñaba había una chica que estaba siempre encerrada en sí misma. Me habían dicho que tenía sida.
¿Qué podía hacer por ella? Empecé a llevarla a veces a casa, al finalizar el día. Me di cuenta de que estaba llegando a la desesperación. Un día decidí llamar a su padre, que nunca antes había encontrado. Estaba segura de que sería posible hacer algo por ella.
Cuando le encontré, escuché una historia trágica: 20 años de abusos de drogas, la cárcel, la muerte de la madre…etc. El día después recibí un mensaje suyo: “He entendido que usted, en la escuela, quiere a mi familia”.
Con mucha atención, logré acercarme a ella cada vez más. Involucrando a otros nació una cadena de solidaridad. Encontramos mil modos distintos, junto con los otros profesores, para que participara activamente en la vida escolar. Parecía que poco a poco volviera a la vida.

Un día vino a verme y me preguntó: “¿Qué sucede cuando morimos?”. Sentí que podía compartir con ella el tesoro de mi vida. Le conté del paraíso, del amor, de mi experiencia con Jesús. Al final me dijo: “también yo quiero vivir así”. Fue un momento de luz especial para ella y para mí. Su dolor, tan misterioso, tenía un objetivo.

Fuente: http://www.focolare.se