20120328-madonna-di-guadalupe_mg_0870Con el propósito de la inculturación, deseado por Giancarlo Faletti, no podía faltar la visita al Santuario de la Virgen de Guadalupe, conocida como la Morenita, por sus rasgos físicos. El recibimiento del rector Mons. Enrique Glennie –el pasado 28 de marzo- fue un tema de privilegio: después de la celebración de la Misa Mons. Chavez, conocido como uno de los mayores expertos de la imagen tan venerada, le regaló una apasionante lección de más de media hora sobre el mensaje de la Virgen, no dejando de lado algún paralelo con la espiritualidad de los Focolares.

20120328-madonna-di-guadalupe_mg_0889Terminada la explicación, se realizó, como programa imprevisto, un apreciado buffet. Ya eran más de las 21 horas. Todo esto ya alcanzaba para que la tarde fuera inolvidable. Pero no tanto por el rector que ofreció el “privilegio de los privilegios” (reservado a pocos) : llegar al plano de la retrocámara de la tela, abrir la puerta blindada (como el tesoro de un banco) y ser recibidos en un gabinete, de a cinco-seis por vez, para poder ver de cerca la tilma de Juan Diego, cuya custodia en acero y vidrio se había colocado más atrás del habitual alojamiento que miraba hacia el interno de la basílica circular.

Un inmenso estupor, un profundo recogimiento, un pedido silencioso de gracias, conmoción y mucho más en aquellos tres minutos de eternidad. A la salida un sacerdote anciano ofrecía, como si no fuese ya demasiado, una rosa roja a cada uno de los privilegiados. Un toque de calidad de la Morenita, una enseñanza para cada uno.

A menudo, el cierre es una firma. Y así fue. El rector invitó a abrir el álbum de honor con la firma de muchas personalidades, desde Juan Pablo II a la Madre Teresa, personalidades que fueron a venerar a la Virgen. Y también estaba la página con la firma de Chiara Lubich: con el escrito: “Mi corazón queda aquí con la Morenita”. Fue en 1997. Una frase de permanente actualidad, fuente de inspiración y compromiso para la comunidad mejicana de los Focolares. La Virgen de Guadalupe como Madre de la inculturación.

Paolo Lóriga, enviado

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