Autostop

Regresábamos en automóvil a casa con mi esposa, cuando vimos a una persona que hacía autostop. Pasamos de largo, pero sentimos lo absurdo de pasar a su lado haciendo como si no la hubiésemos visto. Decidimos regresar. Era un estudiante de Senegal que iba hacia Amberes. Desde hacía tiempo estaba en la calle vestido con ropa de verano y hacía mucho frío. Lo invitamos a almorzar a nuestra casa. Después de comer, nos ofrecimos a llevarlo a Amberes (a 25 km de casa). Él estaba feliz y conmovido. Al despedirnos, sentí que no podía abandonarlo en el frío  como estaba vestido. Le di mi abrigo, el mejor que tengo. Regresé a casa cantando de  felicidad.

L. H. – Bélgica

Peleas

Un día yo estaba particularmente nervioso y quien había sufrido las consecuencias había sido sobre todo mi esposa. Creyendo que así podía despejar mi mal humor, salí de casa y pasé la tarde con mis vecinos, aburriéndome ante la TV. Apenas regresé a casa, la vocecita severa del pequeño Milos me hizo estremecer: «Papá, ¿sabes que Jesús no quiere que peleemos?». Fue una sana lección. Corrí a darle un beso a mi esposa. Los niños, son el auténtico “termómetro” de nuestra unidad familiar.

Stjepan – Croacia

Pereza

A veces me cuesta trabajar diligentemente debido a mi pereza. Como aquella vez que tenía que ordenar la biblioteca donde había un gran desorden de libros en el suelo, pero no quería hacer nada. De repente sentí que alguien en mi interior me sugería: «¡Sé amor!».  Ante esto, decidí hacer todo por Dios y por quienes usarían la biblioteca. Cuando terminé sentí una gran alegría en el corazón y comprendí que esta alegría era un don de Dios.

T. – Brasil

 

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