20150117-a3 de noviembre de 1955
Si la historia universal es un quinto Evangelio para la humanidad, los acontecimientos personales son la misma cosa para cada uno. Vista desde Dios la vida se presenta como un diseño para llevarnos de la dispersión a la unidad con Él. Se ve entonces como el desapego de personas queridas y la pérdida de honores es una supresión de factores humanos para dejarte solo con el Solo. Entonces cada jornada asume el valor de una divina aventura, si sirve para hacerte subir a lo largo de un solo rayo –tu rayo- que te une al Sol de Dios. Se habla de una marcha hacia la muerte, pero es en realidad un progreso hacia la libertad, en cuya cima te espera el Padre, por lo tanto es una marcha hacia la vida, que no termina nunca.

19 de diciembre de 1956 
La Sabiduría cristiana, al pedirnos que renunciemos a nosotros mismos, no nos pide una renuncia, sino una adquisición. Enciende, en lugar de ambiciones humanas, una ambición divina. Nos sugiere poner a Dios en lugar de nuestro Yo; es decir elevarnos de un plano humano a un nivel divino, y hacer una sociedad con la Trinidad. Es una humildad de obra una grandeza exterminada. Y es por esto que después, desde esa cima, el mundo parece un gramo, y las riquezas parecen cascarillas y las riquezas se vuelven arena.

Por lo tanto, renunciar a nosotros, para estar siempre con Dios el llevar el tiempo a lo Eterno, hacer de la tierra Paraíso. Entonces el dolor es materia prima de la grandeza, la cruz una escalera al Eterno Padre.

26 de diciembre de 1956 
La vida es una ocasión única que se nos ha dado para amar.

16 de octubre de 1959 
Como reacción al individualismo hoy se cultiva la vida comunitaria y se le da a lo social un lugar central en el estudio y en la educación. Es un movimiento que ayuda a llevarnos hacia el hermano y nos induce a hacer una escalada hacia Dios en unidad, en cordada. Pero esto conlleva un peligro, que por estar siempre con los hermanos nos olvidemos de estar con Dios. El hermano vale como Ianua coeli (Ventana al cielo): pero si detrás de Él no se ve al Padre, corremos el riesgo de sustituir la desolación del individualismo con la desolación del “grupismo”. Quien nos acompaña es el Padre, quien nos asiste y nos vivifica es Él. Esta es la razón de las desilusiones que llueven todos los días en la convivencia humana, Él nos recuerda que existe también una convivencia divina, o mejor dicho, que la comunión con el hermano existe si pasa al Padre y del Padre regresa al hermano.

Igino Giordani

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