JesusMoran_3.3.18-02«En tu día, mi Dios, iré hacia ti… iré hacia ti, mi Dios (…) y lo haré con mi sueño más loco: llevarte el mundo en mis brazos». Con esta cita del teólogo Jacques Leclercq inició el discurso de  Jesús Morán, copresidente del Movimiento de los Focolares, con ocasión del evento “El gran atractivo del tiempo presente”. «Todavía hoy estamos admirados por la profecía social de esta mujer extraordinaria que, con su ideal del «Ut omnes» (Jn 17,21), desde su Trento llegó a todo el mundo». A partir de la historia del protagonista de una fábula, que convive con otros personajes pensados pero después descartados por los autores de los cuentos, que estaban destinados a vivir en otro planeta, Morán reflexiona sobre el papel de los profetas: «Ellos son más grandes cuanto más pequeños son, o parecen ser a los ojos de los hombres. Descartados por los hombres, ridiculizados, a menudo asesinados, son predilectos de Dios para cumplir lo que ningún otro es capaz de hacer. Los profetas, de hecho, son los pequeños de Dios: he aquí su grandeza, aunque a menudo, parece que viven “en otro planeta”.

Como sabemos, la palabra “profeta” viene del griego e indica no tanto el que predice el futuro sino el portavoz, el mensajero de Dios. En la Biblia existen también las profetisas. Los profetas de Israel hablan al pueblo en nombre de Dios; y todo puede ser objeto de su palabra, porque la Palabra de Dios no tiene límites. (…)  La vida de Chiara tiene también sabor de profecía. Pero no se puede comprender el carácter profético de su persona prescindiendo del contexto histórico en el que nació y vivió, y de su participación en los destinos de la humanidad: su nacimiento en el Trentino, en aquella época una periferia existencial de gran significado histórico y social, la experiencia de la pobreza, el drama de las guerras mundiales. En medio de los acontecimientos de su tiempo –que evocan precisamente la historia de los profetas, pero también la sabiduría bíblica y la apocalíptica– he aquí que se manifiesta en ella un carisma particular, el carisma de la unidad, que la lleva a aspirar claramente y decididamente a la fraternidad universal». Morán subraya que en algunos de los apuntes de Chiara, de diciembre de 1946, «se pueden captar los puntos fundamentales de la profecía social de Chiara Lubich. Chiara, de hecho, no fue una reformadora social, como no lo fue Jesús. El sueño de Chiara, en efecto, tiene una orientación más alta y más profunda, va al fundamento antropológico y teológico de cada reforma social. Es la fraternidad universal y la unidad como la pensó el Hombre-Dios, Jesús».

JesusMoran_3.3.18-01«La pequeña comunidad de Trento que se fue formando alrededor de la fundadora de los Focolares y que todos los meses crecía cada vez más viviendo literalmente lo que se relata en los Hechos de los Apóstoles (Hch 2, 42-48)» es la primera obra social puesta en movimiento por el primer grupo de focolarinas. La comunidad, explica Morán, «vivían la comunión radical de los bienes y se dedicaba a asistir a los pobres y a la multitud de damnificados que el conflicto había dejado a sus espaldas. Esta raíz nunca se ha perdido, al contrario, es la fuente inspiradora de todas las acciones y proyectos sociales realizados en todos estos años por ella y por los que habiéndola seguido, han hecho propio el Ideal de la unidad. En todo ello se evidencia el genio humano y eclesial de Chiara». También nosotros, prosigue Morán, «también nosotros tenemos delante una historia. Chiara es esa autora que nos ha rescatado del anonimato para hacernos protagonistas de un sueño; todos protagonistas, sin excluir a nadie».

Citando a Guislain Lafont, el gran teólogo dominico quien, resumiendo la filosofía práctica del Papa Francisco habla del “principio de la pequeñez” («la salvación viene más bien de abajo que de arriba») Jesús Morán concluye diciendo: «Chiara supo proyectar magistralmente este “principio de la pequeñez” en el compromiso de verdadera renovación social que ha sido capaz de desencadenar con y desde el paradigma de la unidad. Ésta es su grandeza».

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