“Ustedes, que han atravesado muchas estaciones, son el vivo testimonio de la constancia en la adversidad, pero también del don de la profecía, que recuerda a las nuevas generaciones que la atención y la protección de quienes nos han precedido son agradables y apreciadas por Dios, y que gritan a Dios cuando no les ponemos atención”.

Al pronunciar estas palabras, el 24 de septiembre pasado, el Papa Francisco se dirigió a las personas ancianas presentes en la Catedral de Santiago, en Riga (Letonia), pero también a todos los ancianos del mundo, a quienes el 1° de octubre está dedicada una Jornada internacional. “Ustedes que se han prodigado en cuerpo y alma, que han dado la vida en pos de la libertad de su patria, a menudo se sienten olvidados. Aunque suene paradójico, hoy, en nombre de la libertad, los hombres libres someten a los ancianos a la soledad, al aislamiento, a la falta de recursos y a la exclusión, incluso a la miseria. (…) Ustedes que han atravesado muchas estaciones, no olviden que son las raíces de un pueblo”.

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