La misericordia es un amor que llena el corazón y luego se derrama en los demás, tanto en los vecinos como en los extraños, en la sociedad alrededor.

El compañero de viaje
Durante 19 meses estuve en prisión, culpable de adulterar los vinos que comercializaba. Sin embargo, allí, con la ayuda de un sacerdote y de algunas personas que vinieron a ofrecerse como voluntarios, pude reflexionar y descubrir un Dios diferente del que me habían enseñado. He enfrentado esta prueba con un espíritu renovado, comenzando a experimentar la verdadera libertad, que es la libertad interior y proviene de amar a nuestro prójimo. La relación con mi esposa ha cambiado y también me he reconciliado con mis suegros. No solo: quería perdonar a mi socio, responsable conmigo por el fraude. Ahora que he cumplido mi condena, aunque el futuro está lleno de incertidumbres, sé que Dios el Padre es mi compañero de viaje.
(Javier – Argentina)

Palabras de luz
Entre mi esposa y yo teníamos momentos de arrebato e interminables silencios, con gran sufrimiento para nosotros y para nuestros hijos. A pesar de la ayuda de algunos amigos, cada uno se mantenía firme en su posición, parecía el fin del matrimonio. Cegado por la ira, llegué al punto en que pensé que era mejor irme de casa y acabar de una vez. Afortunadamente, en ese infierno, también recordé otras palabras que en el pasado habían sido luminosas: palabras de perdón, de amor. ¡Como cristiano estaba realmente fuera del camino! En medio de una noche de insomnio, comiéndome el orgullo, desperté a mi esposa para pedirle que me ayudara a recordar con humildad los momentos felices que habíamos vivido juntos. Nos abrazamos y nos pedimos perdón.
(Un esposo africano)

Lluvia
Una noche me sentía muy cansada y quería decirles a los niños que fueran a su habitación y rezaran las oraciones por su cuenta pues quería irme a la cama de inmediato. Pero John, nuestro hijo mayor, me pidió que rezáramos el rosario para pedir lluvia: hacía tiempo que no llovía y nuestra plantación de maíz y patatas dulces estaba en riesgo. Así que oramos juntos. Para mi sorpresa, esa misma noche comenzó a llover y continuó hasta la tarde del día siguiente.
(B.M. – Uganda)

En el hospital
Una mujer muy pobre, madre de familia, hospitalizada durante muchos meses, necesitaba ayuda para comer, pero el personal no podía hacer también ese trabajo. Avisamos a todos los amigos de la parroquia, y uno tras otro fuimos a ayudarla. Aunque la situación no tenía salida, mejoró un poco, respondió al tratamiento y sonreía. Cuando la vecina de su cama murió, dejó una pequeña suma en su testamento para ayudar a la familia de esta mujer. El amor es contagioso…
(C.C. – España)

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