Chiara Lubich nos recuerda que todos estamos llamados al diálogo. Y si vivimos momentos de la jornada solos, podemos hacer cada cosa en función de nuestros hermanos y hermanas, como verdaderos «apóstoles del diálogo».

… cada vez que tenemos que entrar en relación con uno o más hermanos o hermanas, directamente o por teléfono, o por escrito, o porque se trabaja para ellos, o se reza por ellos, debemos sentirnos en un perenne diálogo, llamados al diálogo.

¿De qué modo?

Abriéndonos a ellos  ̶  al hermano, a la hermana  ̶  escuchando con el alma vacía lo que el hermano quiere, lo que dice, lo que le preocupa, lo que desea. Y cuando esto ha ocurrido, darle nosotros lo que desea o lo que sea oportuno.

Y si tengo momentos y horas en los cuales debo dedicarme a mí misma (para comer, descansar, vestirme, etc.) hacer cada cosa en función de los hermanos, de las hermanas, teniendo siempre presentes a aquellos que me esperan. De este modo y solo de este modo, viviendo continuamente la «espiritualidad de la unidad» o  «de comunión», puedo contribuir con eficacia a que mi Iglesia sea «una casa y una escuela de comunión»; a que progrese, con los fieles de las otras Iglesias o Comunidades eclesiales, la reunificación de la Iglesia; a que se realicen con personas de otras religiones o culturas, espacios cada vez más amplios de fraternidad universal. […]

Sintámonos pues «apóstoles del diálogo» y vivamos como tales. Un diálogo a 360º, ciertamente, pero iniciando con el pie justo: amando a cada prójimo que encontramos con la medida del don de la vida.

Chiara Lubich

Cf.  “Conversazioni in collegamento telefonico” Citta Nuova ed. pag. 667, –  2004

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