Elegir salir al encuentro del prójimo, dar un paso atrás en las propias convicciones, derribando los muros del orgullo, significa encontrar el camino hacia el corazón del otro y, en este camino, aprender a reconocer el propio: entrar en comunión y reconstruir.

Finalmente, amigos

Un compañero de clase a menudo se burlaba de mí, exponiéndome siempre ante los demás y especialmente con las chicas. Esto comenzó a molestarme. Traté de decírselo, pero se disculpó diciéndome que no había maldad en lo que hacía. Después lo hablé en casa y lo que me sorprendió fue que mis padres no parecían estar de mi lado: “¿Has tratado de respetarlo más, no solo de defenderte?”. ¿Qué hacer? En un examen de matemáticas, materia en la que tengo bastante conocimiento, me di cuenta de que este compañero estaba en dificultades. Le hice señas y le pasé los elementos necesarios para proceder. En el intervalo se me acercó casi conmovido y me dio la mitad de su merienda. No sé si realmente entendí lo que mis padres querían decirme, pero todo rastro de resentimiento hacia él se borró en mí. La chica de la que estaba enamorado se acercó a nosotros y, quizás conociendo las tensiones pasadas, comentó: “Qué bueno verlos así, amigos”. Reconozco que mis padres, queriéndome, me ayudan a vivir con la máxima dignidad. Les he agradecido sus consejos.

(R.G. – Italia)

El primer paso

En Colombia el padre es el punto fuerte de la familia, pero últimamente, desde que nuestra hija estudia bachillerato, la relación con ella se ha vuelto difícil y desde hace un tiempo las escenas se suceden. Ella es de carácter fuerte, como yo, pero soy un adulto y tengo algo de experiencia en la vida. Hace varias noches la vi pegada a la computadora cuando ya era tarde. Cuando le señalé que era hora de ir a la cama, ella respondió que tenía que terminar un trabajo. Lo que me sorprendió es que ella no me tomó en serio, de hecho, por primera vez, también levantó la voz. Así que desconecté el módem para que ya no pudiera navegar. No me hablaba desde entonces. Durante días en casa el clima se mantuvo tenso y el aire parecía irrespirable. En cierto momento tuve un replanteamiento de mi forma de hacer y le pedí a Dios la fuerza para estar más calmo, menos orgulloso, para dar el primer paso y entablar una nueva relación con ella. Al darse cuenta de esto, ella misma se me acercó un día y se disculpó.

(G.G. – Colombia)

Maria Grazia Berretta

(Tomado de Il Vangelo del Giorno, Città Nuova, año VIII, n.2, julio-agosto2022)

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